Queremos tanto a Shirley MacLaine
Quizá como manera de neutralizar las predicciones apocalípticas que rodean a 2012 (y que, aparentemente, también preocupan a Hollywood), el American Film Institute decidió que ya era momento (¿el último momento?) de homenajear con el premio a la trayectoria artística a Shirley MacLaine, una de las últimas estrellas de la era de oro aún en plena actividad y ferviente difusora de la creencia en la reencarnación. Mañana, a las 20.15, MGM pondrá en pantalla una ceremonia llena de estrellas.
Allí no faltarán los testimonios de quienes compartieron sus películas, como Meryl Streep (con quien dieron vida en Postales del abismo a la volcánica relación de Carrie Fisher con su madre Debbie Reynolds); Julia Roberts y Sally Field, con quienes trabajó en Magnolias de acero (donde, para variar, MacLaine era el condimento astringente de este melodrama sureño); Jack Nicholson, el vecino astro-nauta del que se enamoraba su recordado personaje en La fuerza del cariño ( que le valió el Oscar), y por supuesto su hermano Warren, cuya críptica relación ha sido sujeto de las más variadas especulaciones a lo largo de las décadas.
Nacida en 1934 en Richmond, Virginia, MacLaine es hija de dos maestros y comenzó su carrera en la danza a los tres años para fortificar unos débiles tobillos que resistieron lo suficiente como para beneficiarla cuando Carol Haney, la protagonista del musical Pajama Game se rompió los suyos en escena. El productor Hal Wallis, quien buscaba una actriz para ¿Quién mató a Harry? (1955), dirigida por Alfred Hitchcock, estaba en el teatro el día que MacLaine subió a escena para reemplazarla. El resto, como suele decirse, es una historia de y sobre Hollywood.
No contenta con el estrellato, la actriz de Irma la dulce también vivió una temporada con los masai en Africa, acompañó a una delegación de mujeres a China, escribió cerca de 40 libros de memorias y espiritualidad, y escapó con lo justo de la represión estatal en Bután. Por estos días, MacLaine intentará otro jalón en su carrera con su esperado papel en Downton Abbey : ser la primera en dejar sin palabras a la condesa viuda de Grantham, que interpreta Maggie Smith.
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