
Un adiós envuelto en la indiferencia
Un día antes de la despedida con gloria de "Resistiré", "Sol negro" cerró su breve travesía televisiva en medio del peor escenario que pueda imaginarse para una producción tan ambiciosa como la que lanzó 13 semanas atrás la productora Ideas del Sur: rodeada por un mar de indiferencia.
En los últimos días se sostuvo casi hasta el hartazgo que el pobre resultado que, a la postre, dejó el paso de "Sol negro" por América (concluyó con un rating promedio de apenas tres puntos, el más bajo de toda su trayectoria en el aire), no hizo más que acelerar el adiós de un modelo de ficción dirigido a representar ciertos universos de marginalidad que había tenido, no hace mucho tiempo atrás, su punto más elevado con el indiscutible éxito de "Tumberos". Pero parecen tener más certidumbre los argumentos de quienes sostienen que el fracaso de "Sol negro" no se debió tanto a la insistencia en utilizar escenarios y temas por demás trajinados en los últimos tiempos televisivos, sino a la realidad incontrastable de que el desinterés del público respondía a una historia con flancos de visible y notoria debilidad.
A mediados de septiembre último, dijimos a propósito del estreno de "Sol negro" que la calificación de "bueno" que surgía de su primer capítulo se debía sobre todo a un convincente trabajo de ambientación, que pintaba con acierto el opresivo clima en el que se desarrollaba la trama (cuyo centro era un deteriorado hospital neuropsiquiátrico) y la presencia de un elenco integrado por nombres de peso, a priori en condiciones de hacer un intenso y vigoroso aporte interpretativo. Y a la hora del balance, hay que decir que ambos elementos se mantuvieron dignos de elogio, en especial el trabajo fotográfico de Sergio Dotta y el notable trabajo del protagonista indiscutible del relato, Rodrigo de la Serna.
Pero al hablar del episodio inicial de esta miniserie a la vez advertimos que, sin una historia en condiciones de sostenerlas, esas imágenes potencialmente atractivas corrían el riesgo de desvanecerse en medio de una sucesión de lugares comunes. Y eso fue, precisamente, lo que ocurrió con "Sol negro": el retrato individual y colectivo de este universo de la locura jamás se apartó de una mirada superficial y efectista. Y si desde el guión y la dirección se determinan cuál es el rumbo y el punto de vista que prevalecen, quedó bien claro que "Sol negro" eligió el camino más plagado de convencionalismos. Hasta por momentos pareció que la vida en el neuropsiquiátrico no era más que la excusa banal para poner en escena una intriga familiar de ribetes psicológicos y policiales holgadamente trajinada en muchas otras ficciones televisivas.
* * *
A partir de personajes sin espesor ni riqueza interior, limitados a repetir y exteriorizar los mismos gestos, y de conflictos planteados en sus trazos más elementales, parecía casi inevitable que la historia encontrara una pálida respuesta del público, que por lo general recibe con alguna aprensión las historias televisivas protagonizadas por personajes oscuros y sinuosos, pero hay sobradas muestras que acreditan el respaldo a quienes apuestan a la originalidad.
Desde el comienzo, "Sol negro" se instaló en una suerte de realidad paralela en la que se sucedían actitudes, comportamientos y gestos propios de los estados alterados. Situado en su tramo final en una dimensión muy parecida, aunque con una puesta en escena bien diferente, podría decirse que "Resistiré" se movió en la misma dirección (lo mismo cabe para el lenguaje crudísimo utilizado en ambas producciones) y los avatares de sus alienados protagonistas han recibido el respaldo incondicional de una audiencia en la que, sin temor a equivocaciones, aparecen espectadores potenciales (y habituales) de programas como "Sol negro".
Pero la balanza, en definitiva, no se volcó hacia el lado de "Sol negro", que no pudo o no quiso transitar por terrenos inexplorados, los mismos que le dieron el triunfo a "Tumberos" y que marcan la distancia entre uno y otro.





