The College Dropout

Adiós a las armas

Tarde pero seguro, llega hasta aquí el hip hop más sensual de hoy.

Kanye West se hizo famoso dejando que su producción –no su voz– hablara por él. Como el hombre detrás de “Izzo (h.o.v.a.)”, de Jay-Z, y de “Guess Who’s Back”, de Scarface, perfeccionó una clase de hip hop tibio, casi sentimental, con ritmos luminosos y sentidos y estribillos melódicos que humanizan a los temibles gángsteres.

Su debut como rapero en The College Dropout (acaso el disco más aclamado de 2004 en el Norte del mundo) tuvo el mismo efecto en Roc-A-Fella, el sello de Jigga. “No estaba hablando de cocaína y pajaritos”, dice acerca de su single debut, “Through the Wire”. “Son más bien juegos de palabras.” West se deleita con extrañas yuxtaposiciones y “Get Em High” debe ser la única canción de la historia con referencias tanto a Beck como a Pastor Troy. El monólogo más o menos serio de doce minutos de “Last Call” detalla todos los obstáculos que atravesó para poder concretar el álbum, y hay varios momentos –en parte cómicos, en parte amargos– acerca de la inutilidad de estudiar más.

West no es un mc que pueda sostener el disco entero. Una serie de invitados de primera clase, cuidadosamente esparcidos, como Jay-Z y Mos Def, ayudan. Su acierto es el característico sonido acogedor: los tonos de soul polvoriento, los himnos de gospel, la batería que suena como si la tocaran por primera vez. También logra mostrar cierta vulnerabilidad detrás del brillo lustroso del hip hop mainstream. En “All Falls Down” dice: “We all self-conscious/ I’m just the first to admit it” [Todos somos conscientes de nuestros actos/ Yo sólo soy el primero que lo admite]. Esperemos que no sea el último.

Por Por Jon Caramanica

LA NACION

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