
Island / Universal
1 minuto de lectura'
El cuarto disco de los Killers tal vez sea su sueño springsteeniano de neón más febril hasta la fecha. "Esta selección natural me eligió para que fuera el caballo tapado que corre en una liga de fantasía", canta Brandon Flowers sobre efluvios de sintetizador de banda de sonido rockera de los 80 en "Flesh and Bone". Daniel Lanois y Brendan O’Brien ayudan a los Killers a perseguir el Santo Grial de la cursilería, especialmente en las epopeyas sobre amores condenados "Runaways" y "The Way It Was", en la que una especie de Meat Loaf se sube a un Corvette rojo y va hasta "el solitario límite del condado de Esmeralda", donde "el paraíso está enterrado en el polvo". También el buen gusto y el discernimiento, y en eso consiste el atractivo del disco.
Por Jon Dolan





