En el mismo estudio de los Beatles, Divididos graba su séptimo disco.
1 minuto de lectura'
Abbey road ya no es la calle que aparece en la tapa del disco de los Beatles, de 1969. Se semeja más al paisaje que muestra la portada del ep de los Red Hot Chili Peppers, de 1988. Por esa hiperfamosa senda peatonal no sólo han cruzado los fabulosos cuatro de Liverpool, los fabulosos cuatro de California y las fabulosas Spice Girls: durante la segunda quincena de octubre caminaron por allí -charango en mano- los fabulosos tres de Hurlingham; es decir, Divididos.
Entre el 12 y el 31 del mes pasado, Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo estuvieron en los estudios Abbey Road grabando su nuevo álbum, el séptimo de su discografía y, casi seguro, el primero de la próxima década. Al cierre de esta edición de RS, el trío terminaba de registrar las bases (batería y bajo) de sus nuevos trece temas, después de una lógica etapa de adaptación al barrio (el residencial y tranquilo St. John’s Wood, cerca del centro de Londres) y a los fantasmas que sobreviven entre esas paredes altísimas.
-¿Y? ¿Está bueno grabar en Abbey Road?
-Sí, está buenísimo. Algo pasa en este lugar. Todos te dicen que acá están los fantasmas. Y ya hemos tenido contacto con algunos fantasmas (se ríe); es una leyenda bastante fuerte. Lo que pasa es que el estudio tiene una historia que viene desde 1930. Hay muchos más fantasmas, acá; no sólo los de los Beatles.
Por teléfono, la voz de Mollo suena tranquila y feliz. "Acabamos de terminar una base", dice. "El estudio está armado para los tres; hay unos paneles muy grandes, así que tenemos como un lugar para cada uno, y la batería está como en el centro de la sala. Y a través de los vidrios nos vemos y tocamos. Lo que está bien del bajo o de la guitarra, queda; pero lo que debe estar bien siempre es la batería, porque es la toma que va a quedar definitiva. Pasa que el lugar es tan grande, y el ambiente es tan alto, que en algún punto todos los instrumentos se juntan."
Mollo habla desde la casa que está justo al lado del edificio de los estudios Abbey Road: una residencia dispuesta especialmente para albergar a los músicos. "Salís, cruzás un jardín y aparecés en el comedor de Abbey Road", explica el guitarrista. "Seguís por el pasillo y llegás al estudio. Y cuando terminás, salís del estudio, caminás un poquito y estás en la casa. Además, en el piso de arriba tenemos de vecina a Yoko Ono. Se ve que está en alguna historia; habrá encontrado una nueva cinta de John...", se ríe Ricardo.
-¿Cómo es la rutina de grabación?
-Arrancamos a las doce del mediodía y le damos hasta las doce de la noche. Pero la grabación es bastante relajada. No tenemos una disciplina estricta. Y los domingos salimos a dar vueltas por Londres... Me gusta más Buenos Aires, pero está bueno....
-¿Llegaron con las canciones listas, o están terminando de componer en el estudio?
-Llegamos con todo el material terminado, letras y música, por eso nos podemos tomar un tiempo probando la mejor toma. Pero vinimos sin mucho ensayo, para darle un toque acá, para que tenga esa cosa fresca. A veces sucede que te pasás de rosca con la preproducción y después decís: "Uh, qué bueno que sonaba el demo". Para evitar esa sensación, trajimos unas grabaciones bastante precarias; para no extrañar el sonido de nuestra sala. Son las taras de los músicos, ¿no? Te acostumbrás a un sonido y te parece que es el mejor del mundo y nada te saca de ahí.
-Y es probable que Abbey Road suene un poco mejor que la sala de ensayo...
-Parece que sí (risas). Nosotros pensábamos grabar el disco en nuestra sala, pero apareció esta propuesta para hacerlo acá. Y ésta era la única fecha disponible hasta el 2002, así que tuvimos la fecha antes que los temas. Eso es una cosa rarísima, pero bueno... Nos encerramos en la sala y paramos todo. Hicimos un Obras sólo por las ganas de tocar, y nos volvimos a encerrar. Así que fueron tres meses de laburo bastante sistemático: todos los días de la semana, de una de la tarde a diez de la noche. Medio a contrarreloj, pero con muchas ganas. Y dio resultado... Está buenísimo. Trabajar bajo presión puede ser bueno, porque, si no, a veces te colgás y estás cuarenta horas zapando...
La producción del nuevo álbum está a cargo de los propios Divididos y de Afo Verde. El disco no contendrá ningún cover y, por ahora, no tiene título (Al narigón del siglo no está confirmado).
-Supongo que eso va a estar cuando tengamos el orden de los temas. El título siempre sale de algún fragmento de alguna letra, de algo que llama la atención, como fue "otro le travaladna", o "la era de la boludez"; frases que te marcan una situación y que por ahí se tornan como medio repetitivas a lo largo de la grabación.
De las trece canciones, la única con nombre definitivo es "La ñapi de mamá". "Lo bueno", dice Mollo entre risas, "es cuando les explicás lo que es «ñapi» a los ingleses. Porque mamá lo entienden, pero «ñapi»…" La carcajada de Mollo cruza el A-tlántico.
Tanto buen humor conduce a una pregunta inevitable:
-¿Este nuevo disco tendrá esas breves canciones acústicas y chistosas que tuvieron "Otro le travaladna" y "Gol de mujer"?
-En cierta manera, sí. No en el mismo estilo, pero hay cosas que salen del clima hipereléctrico...
-¿Son improvisaciones?
-No, ninguna de esas cosas que escuchás son improvisadas. Son fragmentos que nos acompañan desde hace un montón, y que por ahí un día decidimos ponerlos en un disco. Siempre andamos con algún instrumento chiquito a mano, y así surgen; en un hotel, en un micro, en un avión.
-¿La mezcla la van a hacer en el mismo lugar?
-Seguramente nos va a quedar tiempo como para mezclar algún tema acá. Eso es lo que queremos. Como venimos medio adelantados...
Mollo se queda mudo de repente. Se cuelga. "Acaba de aparecer un fantasma", dice. Y sigue...
-...por ahí tenemos tiempo para mezclar algo. Sería buenísimo llevarse todo grabado y mezclado en este estudio. Si no llegamos, la mezcla se hará en otro estudio de Londres.
-¿Pensaste alguna vez que grabarías en Abbey Road?
-No, yo nunca había pensado en a- parecer por acá. Es un lugar un poco alejado de nuestro circuito. Lo más común para nosotros es ir a grabar a los Estados Unidos. Pero, una vez que llegás, encontrás que todo eso que escuchaste cuando eras chico ocurrió por este lado. Y además te encontrás con cosas como el ambiente. A veces, cuando escucho un disco, yo puedo reconocer dónde fue grabado; reconozco los estudios de Buenos Aires por los ambientes. En especial por las baterías. Descubrís el ambiente del lugar porque el sonido te resulta familiar. Y acá también escuchás eso. Acá se hizo El lado oscuro de la Luna, por ejemplo.
-¿Pero el estudio es especialmente bueno?
-La sala de grabación es muy cálida. Está casi igual que en la época de los Beatles, no le han tocado demasiadas cosas, así que, estéticamente, es igual; el clima es ése. Pasa que, tecnológicamente, claro, las máquinas de cuatro canales que usaban los Beatles ya no están; supongo que deben estar bien guardadas en algún museo. Y lo que hay ahora es de lo mejor que está sonando.
Lo nuevo de Divididos aún no tiene fecha de salida. Pero algunas de sus canciones podrán escucharse pronto. Entre el 15 y el 17 de noviembre, Mollo, Arnedo y Araujo están de vuelta en Buenos Aires. Según Mollo, llegan con muchas ganas de subirse a un escenario. "Queremos tocar. Está pasando mucho tiempo y empezamos a ponernos nerviosos." Así que es probable que Divididos vuelva a actuar en público antes de fin de año.
-Y seguramente pondremos algún tema nuevo en la pista, para ver cómo camina...





