
Un rico sabor a Batato
Walter hecho pedazos / Autor: Facundo Zilberberg / Intérprete: Pablo Palavecino / Escenografía: Vanesa Yael Abramovich / Iluminación: Leandra Rodríguez / Diseño de títeres: Gerardo Porión / Asistente de direccón: Darío López / Dirección: Gabriel Wolf / Sala: La Casona Iluminada, Corrientes 1979 / Funciones: sábados, a las 21 / Duración: 50 minutos.
Nuestra Opinión: Muy Buena
El querido y admirado Batato Barea fue honrado con libros sobre su vida y su trabajo, con una película dirigida por su compinche Peter Pank y múltiples investigaciones que repasan su trayectoria. La idea de asistir a una pieza teatral (su ámbito), muy cerca de una de sus guaridas (el Rojas), que pudiera devolver algo de sus decires, de sus locuras y su imagen, generaba ansiedad. El resultado: brillante.
Para desentrañar el corazón puesto en esta sensible y divertida propuesta teatral cabe repasar un poco quiénes son sus hacedores. El director, Gabriel Wolf, es integrante del grupo Los Macocos, otro símbolo de los años 80, como Batato, que también tenían su epicentro de andadas en el Centro Cultural Rojas. Pablo Palavecino es un actor que anda por sótanos y espacios teatrales porteños desde hace años, sobre todo, en espectáculos de varieté. Suele transformarse, suele degustar la pantomima, su trabajo puede vincularse fácilmente a lo que hacía el brillante clown-travesti-literario. ¿La frutilla de la torta? El dramaturgo. Facundo Zilberberg es jovencísimo, pero tiene la avidez del que quiere descubrir y la brillantez del que tiene a la dramaturgia como un don.
El resultado es un tributo en el que uno, como espectador, no para de reírse un segundo, pero ese gag, esa locura transita por la poesía, por una sensible puesta en escena que toma de la mano y comparte. Se denota un profundo trabajo de investigación
El disparador es Walter, un peluquero de barrio tan inocente como irreverente. A partir de él y de sus transformaciones pasarán episodios de la vida de Barea, algunos de sus pastiches, la poesía que solía acariciar con su vestidito de señora de barrio, sus zapatos altos y zoquetes disrruptivos. Pablo Palavecino es el actor perfecto porque consigue darle verdad a estas metamorfosis físicas y emocionales por las que transitará su criatura. Mientras pisa cucarachas dirá a Marosa o a Pizarnik, y manipulará un muñeco construido con bolsas de plástico para convertirlo en el hermano que se suicidó, en un hombre al que amó o su madre. La idea tiene un poder visual inmenso que tanto Palavecino como Wolf saben aprovechar, cada uno en lo suyo. Es de destacar el diseño del muñeco a cargo de Gerardo Porión y la ajustada puesta de luces de Leandra Rodríguez.
El que busque una pieza argumental no la encontrará, pero se topará con un trabajo conceptual bellísimo en manos de un grupo de artistas para seguir de cerca.
1
2Se casó Holly, la hija de Gordon Ramsay: de la boda estilo “Bridgerton” al look de Victoria Beckham y el drama familiar
3De divorcios millonarios a rupturas con final abierto: las parejas de famosos que se separaron en 2025
4Los mayores fiascos de Hollywood en lo que va del siglo: gastaron millones y perdieron fortunas


