
Viejos hazmerreíres a pura sabiduría
Viejos hazmerreíres (antología)Textos, música, arreglos y dirección: Les Luthiers (Carlos López Puccio, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Carlos Núñez Cortés, Daniel Rabinovich) / Luthier: Hugo Domínguez / Coordinación técnica: Francesco Poletti / Sonido: Miguel Zagorodny / Diseño y operación de luces: Bruno Poletti / Duración: 110 minutos / Teatro gran rex, de viernes a domingos
Nuestra opinión: Excelente
No queda una sola butaca vacía entre las cuatro paredes del inmenso teatro Gran Rex. Desde quienes las ocupan surgirán sin parar durante casi dos horas incansables aplausos y risas, bulliciosos testimonios de una nueva ceremonia de reencuentro entre un público feliz y los cinco artífices de tanta felicidad.
De nuevo, Les Luthiers ha logrado el milagro de transformar lo conocido en descubrimiento. No hay asombro ni sorpresa, porque los seguidores más devotos y fieles (que son muchos y que renuevan ese compromiso desde hace casi medio siglo) saben anticiparse con gesto celebratorio y alguna cita oportuna a lo que está por llegar. Pero hasta ellos se dejan sorprender por la sabia vuelta de tuerca elegida para que cuadros maravillosos, concebidos allá por 1981 o 1996, luzcan como nuevos en el flamante envoltorio de esta antología.
La receta de Viejos hazmerreíres se nutre del ingrediente básico de los más recientes espectáculos de Les Luthiers: un eje conceptual y temático que recorre de principio a fin la puesta en escena. Sobre ese andarivel constante se van montando sketches y cuadros cuidadosamente elegidos e integrados con el leitmotiv que les da sentido. De esta manera, cada uno de ellos cobra una nueva dimensión sin perder la esencia original y, sobre todo, la gracia inefable y única que los inspiró en su momento.
Esta vez, el hilo conductor es Radio Tertulia, aquel espacio de iluminado intercambio humorístico que Mundstock y Rabinovich presentaron originalmente en algunos tramos de Todo porque rías y que aquí sirve de entrada como núcleo y disparador de todo lo que vendrá.
Y eso que vendrá durante casi dos horas es Les Luthiers en estado puro: los infinitos juegos verbales, el doble sentido más elegante que pueda imaginarse, la mímica y el humor visual como sostén y descanso, al mismo tiempo, de esos incansables divertimentos que surgen del diccionario y toda clase de invocaciones al arte, a la cultura y a disciplinas múltiples, clásicas y actuales. Ya sabemos de sobra que el arte cómico de Les Luthiers es explícito en la referencia (porque se entrega con máximo conocimiento al complejo arte de la parodia) y a la vez sutil en sus manifestaciones.
Como ocurría en los excepcionales cuentos de Roberto Fontanarrosa (que fue durante muchos años colaborador creativo del grupo), Les Luthiers explora todos los pliegues posibles de la parodia al punto de encontrarle siempre una vuelta más, tan plena de ingenio como el punto de partida. Es lo que ocurre con la única verdadera novedad de Viejos hazmerreíres, el vals culinario "Receta postrera", que no es otra cosa que una sabrosa variación de aquel memorable diálogo ("Pasión bucólica") entre dos viejecitas que aquí vuelven a las andadas acompañadas musicalmente por una "batería de cocina": sartenes y utensilios armonizados con cucharas de madera.
Ese cuadro deja en claro que Viejos hazmerreíres cuida contenidos y formas, historia y presente, de la manera más primorosa. Aquí hay humor del mejor que remite al mejor pasado del grupo (el de "Las majas del bergantín" y "Pepper Clemens", que viaja sin escalas de la zarzuela al jazz) y también a momentos más recientes como la insuperable cumbia epistemológica "Dilema de amor". Y en todos ellos no faltan los instrumentos informales, alma del grupo, tan disfrutables en el momento del reencuentro con el calephone, el lirodoro, el nomeolvídet y la desafinaducha ("Loas al cuarto de baño").
De nuevo, como tantas y tantas veces desde 1967, hay que agradecerle a Les Luthiers (notables músicos, inspirados humoristas, grandiosos artistas) esta nueva y brillante ocurrencia, que hasta se permite alguna leve y perspicaz observación sobre la actualidad. Estos viejos hazmerreíres son, más que viejos, sabios. Por eso no debe haber público más feliz que el que llena cada noche el Gran Rex para volver a verlos.






