
Arbol, música y delirio, de la República Separatista de Haedo para el mundo.
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Qué necesidad hay de hacer la mezcla en Los Angeles, cuando acá tenemos unos equipos del carajo?", pregunta el dueño de los estudios Panda, Miguel Krochik, en un pequeño intervalo tras varias horas de grabación. "Lo que pasa es que Santaolalla está muy ocupado, y no puede viajar hasta acá para hacer la mezcla", responden, a coro, los músicos de Arbol. "¿Y no les da miedo dejar que la mezcla la haga otro?", repregunta Krochik. "Para nada. A Gustavo le tenemos confianza ciega."
Arbol esta grabando en buenos aires, y en menos de veintcuatro horas una versión punk de la balada "Ya lo sabemos" (del brillante segundo disco de la banda: Chapusongs ), que luego llegará (en formato cd-r) hasta la Costa Oeste de los Estados Unidos para ser mezclada por Santaolalla. Luego volverá a la Reina del Plata y sonará en la radio donde el rock vive (pero los lentos no tanto). El baterista Martín Millán acaba de terminar su parte por decimocuarta vez, y es momento de escuchar atentamente y elegir la mejor toma. Queda la número doce.
Frente a la consola, Pablo Romero cantante y eventual productor artístico advierte dos o tres cosas: 1) que los músicos no pueden darle a este periodista demasiada bola, porque están concentrados en el trabajo (para charlar tranquilos vamos a tener tiempo al día siguiente); 2) que Arbol conserva un espíritu de estudiantina secundaria, y 3) que lo que más le gusta en la vida es andar en bicicleta.
Al lado de la cabina de grabación hay un cuartito "de relax" que luce la misma decadencia que los telos baratos o las salas de velatorios; la sordidez no se rompe ni siquiera con los chistes que cuenta Tangalanga desde la pantalla de un 20 pulgadas. A las 4 de la tarde llega el almuerzo tardío y es momento propicio para un break. Entre fugazzas y mozzarellas aprovecho para preguntar, entonces, por la ecuación Santaolalla=confianza ciega. Eduardo Schmidt cantante, trompetista, violinista y "melodiquista" explica que la relación con el productor va más allá del trabajo específico para cada disco: "Gustavo hace un seguimiento constante de la banda". Martín agrega que, además de mezclar esta canción, Santaolalla probablemente le incorpore nuevos sonidos. Se refuerza la idea de la confianza ciega: "Esta grabación es nuestro tesoro. Y se lo damos porque, más allá de que nos haya producido dos discos y de que sea el dueño del sello, es un tipo que se mueve a un nivel musical top".
La relación entre Arbol y Santaolalla comenzó en 1996 (la historia es vieja: una copia del demo Jardín frenético llegó a manos de Gustavo en un show de Café Tacuba; el barbado fichó al grupo para el naciente sello Surco y lo llevó a grabar su primer álbum a Los Angeles). ¿Prejuicios? "Y... sí. En su momento fue un shock para todos, y la prensa, que no nos conocía, no entendió nada. Por suerte, ahora todo el mundo admite que somos gente de trabajo y que nadie nos regaló nada."
Comienza a caer la noche sobre el estudio de Floresta. Hernán Bruckner pone papel higiénico en el puente de su guitarra (para darle un sonido más seco) y empieza a grabar su parte. Me despido. Al día siguiente tenemos una cita en los pagos de Arbol: la República Separatista de Haedo.
La sala de ensayo no tiene más de diez metros cuadrados y queda al fondo del jardín de la casa de la familia Romero. Mamá Romero cose frente al televisor y Eva Romero hermana de Pablo, asistente del grupo y responsable del merchandising ceba unos mates. Hay una bandera con la cara del Che Guevara; una silueta tamaño natural del dibujo de la nena que ilustra la tapa de Chapusongs ; afiches de Arbol y de bandas amigas (Nuca, Karamelo Santo y La Zurda, entre otras); fotos de chicas pulposas dignas de cualquier taller mecánico, y la pila de instrumentos, formales e informales, que toca Eduardo. Se destaca una trompeta abollada ("Es la de Mal Déivid ", dice Pablo), y compruebo que, tal como lo decía una nota anterior de Rolling Stone, es cierto lo de los chistes malos. (Pablo repite, constantemente, una frase del empresario y músico Lee Chi: "No sean boluuudos". Dicho así, no tiene gracia; treinta y cinco veces después, sí.)
El ensayo es rápido, y los músicos no llegan a completar toda la lista. Alcanza para ajustar algunos detalles. Pero, en verdad, vienen tocando todos los fines de semana en el interior y suenan muy ajustados. Cierran el ensayo con una versión a capella del clásico ricotero "Ji ji ji", que recuerda al cuarteto Zupay, y que en los shows provoca desconcierto y pogo a la vez.
Es la hora de la merienda y nos amuchamos alrededor de varios paquetes de galletitas en el cuarto de Pablo. Pero a él cuesta despegarlo de la computadora donde suena la grabación del día anterior. Un programa le permite realizar la mezcla. Sin embargo, Pablo insiste que, en verdad, lo que más le gusta es andar en bicicleta.
En el sonido de Arbol hay una referencia rocker a grupos como Rage Against the Machine, Molotov, Janes Addiction y los Red Hot Chili Peppers. Ronda, en Chapusongs , un espíritu lúdico. Y, por ende, una concepción de la música cercana a Frank Zappa, Les Luthiers, Café Tacuba y Hermeto Pascoal. Ese espíritu del disco es el mismo que tienen los chicos de Arbol para enfrentar su existencia y hacer música. "Nos tomamos el juego seriamente, y respetamos las reglas y los códigos. Está bueno tener un trabajo donde uno siente que está jugando, pero igualmente hay que tomarlo con seriedad. Esto se aplica a la convivencia y también al escenario. Tenemos un espacio de improvisación que todo juego necesita, pero tratamos de mantener la disciplina a la hora de jugarlo", explica el bajista Sebastián Bianchini.
Edu: Está bueno que puedas relacionar nuestra estética con un músico como Zappa, por ejemplo. Por ahí, si se nos escucha superficialmente, podemos parecer un grupo para poguear y divertirse. Pero, si vas a lo profundo, hay métricas extrañísimas, disonancias, intervalos armónicos en las voces, armonías raras... Un profesor y compositor re-grosso de música académica escuchó Jardín frenético , y, hace siete años, me dijo que tenía puntos en común con Stravinsky.
¿Y qué le pasa al público con eso?
Martin: Hay de todo. Están los que van a moshear, y están los que están parados a los costados, estudiando todo con los ojos y los oídos bien abiertos. Pero los dos tipos de público tienen algo en común: se divierten mucho.
Los shows en vivo siempre son más desprolijos que las grabaciones. Pero en Arbol esa diferencia es muy notable, ¿por qué?
Martin: Hay factores que tienen que ver con nuestra estructura y nuestra economía que hacen que los shows salgan más desprolijos. Las secuencias, por ejemplo, las disparamos con un discman
Edu: Igual, hace mucho tiempo que no viajamos a ningún lugar del planeta sin nuestro operador de sonido Y lo único que exigimos es buen sonido y buenas luces. De a poco, vamos comprando mejores instrumentos y armando una estructura.
¿Dónde se sienten más cómodos: en el estudio o sobre el escenario?
Hernan: Ayer estuvimos grabando hasta las 3.30 de la mañana y, en ese momento, dijimos: "Preferimos tocar en vivo". Pero lo primero que hicimos hoy fue escuchar la grabación y tratar de mezclar un poco
Sebastian: Santaolalla dice que el vivo equivale al teatro, y grabar un disco, al cine. Y tiene razón. El vivo es el presente y, si te equivocaste, pasó. En un disco se cuida hasta el más mínimo detalle, hasta que la toma queda perfecta.
Pablo: A mí lo que más me gusta es andar en bicicleta."Lo queramos o no, haedo es una republica Independiente, con sus bandas de musica, su cine y su propio helado de dulce de leche."
La frase fue dicha por el apócrifo Don Haedo en el invierno de 1964 y pertenece a la página oficial de la República Separatista de Haedo (http://republicaseparatistadehaedo.8k.com). Si a partir de Divididos y "El 38" suele asociarse al Oeste con el agite, a partir de bandas como Arbol y los cineastas de Farsa Producciones, el Oeste no existe como tal: ellos hablan del West Side y proponen la independencia de su barrio (su ciudad, su país). Edu explica: "Es un invento de un grupo de artistas, medio en broma y medio en serio. Además de la página web, hay leyes y estamos tratando de anexar tierras, como el Colegio Echeverría, que queda como a siete cuadras de Haedo, pero nos pertenece en el sentimiento". El debate, dicen, llegó a Ginebra, Suiza. Hernán agrega que pensaron en llamar al Papa como mediador, pero que la solución más efectiva será definir la cuestión en un picadito de fútbol contra los de Ramos Mejía.
Además de hambre de independencia, en el West Side hay una movida cultural distinta : Berta Muñiz (ex vj de mtv) y sus secuaces realizaron varias películas clase Z ( Plaga Zombie, Nunca asistas a ese tipo de fiestas ) que fueron musicalizadas por Arbol. Y los cineastas, a su vez, devolvieron gentilezas realizando el clip de "Cosa cuosa", en plan delirio parapolicial.
En el West Side, el lugar rocker por excelencia es El Mocambo; una mística legendaria envuelve el boliche que queda a menos de diez cuadras del Hogar Romero. "El Mocambo es la primer casa que nos cobijó. Y, para nosotros, tiene una carga sentimental", dice Edu. Sebastián entiende que es un sitio fundacional: "Empezamos a tocar seguido, gratis, y en días raros. Y de a poco se armó la bola de nieve". Pablo agrega: "Tengo muy buena onda con el dueño, y se generó un circuito con las bandas que estamos produciendo. Está buenísimo". (Como una suerte de regreso a los orígenes, Arbol se presentará en El Mocambo, Remedios de Escalada 25, del 15 al 17 de éste mes). Aunque hace tiempo que no salen a pegar carteles para promover sus shows, suelen darles una mano con la pegatina a sus bandas amigas. Dice Martín: "De repente, accediste a cierto estándar y dejaste de hacer ciertas cosas, como pegar carteles. Pero está bueno volver de nuevo abajo. La convocatoria de la gente que te viene a ver no va a variar, pero nos gusta despojarnos de ciertas cosas". Se trata, en un punto, de la misma "cuestión filosófica" (sic) que encierra el hecho de tirarse desde el escenario hacia el público, que explica Eduardo: "En el fondo, con el público nos unen los mismos miedos («Ya lo sabemos»), la misma soledad («Esperar»), las mismas alegrías («La vida») y cuando eso no lo estás actuando y lo hacés de posta -como nosotros cuando nos tiramos al público, la estética y las canciones cobran otra dimensión".
El universo sonoro de Arbol incluye instrumentos autóctonos (como el charango) y una colaboración con la Banda Municipal de Ayacucho. Edu cuenta que Ayacucho fue uno de los primeros lugares que empezaron a frecuentar fuera del circuito convencional. "Así nos hicimos amigos del saxofonista barítono Popopo, que tenía un pub. Y su modo de vivir es re-Arbol, porque al mismo tiempo dirigía la Banda Municipal y era el músico del pueblo. Y en «Chapusongs» quisimos incorporar ese sonido de banda de pueblo, donde el clarinetista es el plomero."
Edu: Es otro tipo de afinación. Fuimos con un estudio móvil a Ayacucho. Y, aunque parezca joda, hay un montón de laburo atrás. Y aunque el arreglo es supercomplejo, porque tiene métricas raras y armonías extrañísimas, a la vez, es fácil de tocar. Por ahí, hubiese sido más sencillo hacer un arreglo más elaborado aún para sesionistas profesionales. Pero el sonido que finalmente quedó en el disco era el que queríamos lograr.
Pablo: Igual, no tenemos nada en contra de los sesionistas. En "Esperar" participaron músicos de la Orquesta Sinfónica de Los Angeles. Y en el disco esos temas están pegados a propósito... Che, por favor, no te olvides de poner en la nota que lo que más me gusta es sentir el viento en la cara cuando ando en bicicleta.




