11-S. Era analista en Lehman Brothers y ver personas saltar de las Torres Gemelas lo hizo cambiar de vida
Por mandato familiar, Ney Melo estudió contabilidad en Nueva York. Tras el atentado al World Trade Center decidió dar un giro en su carrera profesional y perseguir su vocación: se convirtió en profesor de tango
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El día que ocurrió lo impensado, Ney Melo estaba cumpliendo con el sueño americano. Como hijo de inmigrantes latinos, sus padres lo habían animado a estudiar contabilidad y finanzas. Trabajaba en el Three World Financial Center de Manhattan (también conocido como “edificio American Express”, diseñado por el argentino César Pelli), conectado con las torres gemelas. Se dedicaba a analizar números para las transacciones del gigante financiero, Lehman Brothers. “Era bueno en eso”, asegura. Ganaba alrededor de 120.000 dólares anuales, suma que, para un joven de 25 años, soltero y sin hijos, era una fortuna. Sin embargo, presenciar el atentado terrorista en vivo y en directo, lo animó a realizar un cambio radical en su vida y perseguir sus propios deseos. En un viaje a Buenos Aires, en plena crisis del 2002, estudió tango y hoy, se dedica a enseñar la danza argentina en Nueva York.
“Había llegado a la oficina –frente a las torres gemelas- a las 7:30 am, como siempre. Mientras revisaba los mails, escuché que un compañero, sentado detrás mío, comenzó a gritar. Todos nos acercamos a la ventana para ver qué estaba pasando. Pensé que había explotado algo dentro del edificio, no que era un avión”, cuenta Ney.
“¡No bajes! Puede ser más peligroso afuera”
Al ver lo que ocurría, casi por instinto, Ney decidió bajar los 26 pisos que lo separaban de la salida del edificio. “¡Yo me voy de acá! Me acuerdo que dije y mientras agarraba mis cosas un colega me gritó: ‘¡No bajes! Puede ser más peligroso afuera’. Pero estaba decidido, quería salir de ahí. Otros se sumaron a mi decisión y bajaron conmigo. Cuando llegamos abajo, todo era un caos”.
Ney quedó paralizado. “Gente corriendo, gritos desesperados, cosas que caían de los edificios. Enseguida llegó el segundo avión y nos dimos cuenta de que no se trataba de un accidente”.
El 11 de septiembre de 2001, dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en pleno Manhattan. A las 8:46 un avión, el vuelo 11 de American Airlines, chocó contra la Torre Norte y minutos más tarde, otro lo hizo contra la Torre Sur. Ambos rascacielos, que eran un emblema de la ciudad de Nueva York por ser los más altos con sus 110 pisos, colapsaron y se vinieron abajo por completo. La Torre Sur se derrumbó en menos de una hora y la Norte ardió casi por dos horas, hasta que se desmoronó. El ataque fue coordinado por el grupo extremista islámico al Qaeda. En el atentado murieron casi 3000 personas.
“No me puedo sacar esa imagen de la cabeza”
La mente de Ney no lograba procesar la escena. “No puedo sacar esa imagen de mi cabeza. La gente se tiraba de los techos al suelo. ¡Caía muerta! Vimos cosas muy feas. Era algo casi irreal lo que estábamos viviendo”.
A la distancia, piensa que le impactó más la gente tirándose que “todo el fuego y la destrucción de las torres”.
Esa escena dantesca marcó un punto de inflexión en su vida. “Me empujó a cambiar. Esas personas que fueron ese día a trabajar, de algo que quizás no les gustaba y postergaron sus sueños; ahora nunca iban a poder llevarlos a cabo. Entonces, pensé que tenía que cambiar ya porque nunca se sabe cuándo puede terminar todo, en definitiva, cuando te podés morir”.
“Si voy a morir quiero que sea haciendo algo que me gusta”
Ese día Ney regresó a su casa distinto y con la idea fija en su cabeza de dedicar su vida a algo que le apasionara. “Me di cuenta que no me gustaba mi trabajo y pensé: si voy a morir, quiero morir haciendo algo que me gusta”.
Fue así como mientras arreglaba su salida de Lehman Brothers (que unos años más tarde, su quiebra sería la mayor en la historia de Estados Unidos) comenzó a buscar otras cosas. “De adolescente me gustaba bailar y la actuación. Una novia con la que bailaba salsa me invitó a bailar tango una noche para probar otro ritmo. Me encantó y nunca más lo dejé. Iba casi todas las noches. Fue una época de mucho disfrute porque tenía dinero y tiempo”, recuerda Neil.
Sin embargo, al poco tiempo de comenzar con las clases de tango, su novia lo dejó por un profesor de la danza argentino. “Eso es muy del tango, pero está bien, me impulsó a aprender más”, dice entre risas.
“Me voy a Buenos Aires que es más barato”
A la par de que su fascinación por el tango crecía, los ahorros de Ney se iban agotando. Corría el año 2002, la Argentina estaba sumergida en una de sus peores crisis económicas por la salida de la convertibilidad. Como buen analista financiero, enseguida unió los cabos. Tenía la oportunidad de estudiar y profesionalizarse en el país del tango a un muy bajo costo. “Me voy a Buenos Aires que es más barato”, recuerda que pensó, aunque “el país –como dicen allá- era un quilombo”.
Una vez en Buenos Aires, Ney alquiló un departamento en San Telmo y pudo tomar “muchísimas” clases de tango. “Me encantó la ciudad y la gente, aunque algunas partes me hicieron acordar a la inseguridad del Bronx, que es donde yo me crie”.
Durante un tiempo, estuvo yendo y viniendo de Nueva York a Buenos Aires. En el ínterin, conoció a su mujer, Jennifer. “Daba clases de tango allá y traía turistas a Buenos Aires que, como parte de sus tours, tomaban clases y nos pedían a mi pareja y a mí que les tradujéramos lo que decían los profesores”, cuenta de sus comienzos.
“Luego, cuando los turistas volvían a sus países, nos contactaban para que les enseñáramos a ellos y a sus amigos”, dice sobre lo que bautizó “las giras enseñando tango”.
Actualmente, Ney es un excelso profesor de tango en Nueva York. Su esposa, con quien formó una familia y tienen tres hijos, es su compañera de baile.
-Si tus hijos te preguntaran que pasó el 11 de septiembre ¿Qué les responderías?
-Que fue el momento que decidí cambiar mi vida y hoy soy muy feliz con lo que hago.
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