Al cambiar de mastólogo recibió el diagnóstico adecuado y su madre, en la quimioterapia, le dijo que era adoptada: “Se me vino el mundo abajo”
Milagros Acuña no sospechaba nada al respecto y esa noticia fue un fuerte cimbronazo más allá de que, cuenta, en ese momento su prioridad era curarse
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A principios del 2023 Milagros Acuña se realizó, de rutina, una mamografía y una ecografía y los resultados arrojaron que tenía unas microcalcificaciones en su mama derecha. Por eso, su ginecóloga la derivó con una mastóloga que comenzó a hacerle seguimientos trimestrales.
El febrero de 2024 le llevó la mamografía y la ecografía más recientes y la mastóloga, cuenta, le dijo que estaba todo bien y que se veían recién en agosto.
-Hace unos días que me duele la axila, debajo del brazo -le dijo Milagros a la doctora, antes de irse de su consultorio.
-Tenés un un ganglito inflamado. Tomate un ibuprofeno y vas a estar bien -le respondió.

“En marzo de ese año me fui a comprar la camiseta nueva de Boca para ir a ver el inicio de la Copa Sudamericana y noté que me molestaba mucho la costura en la axila derecha. Cambié de talle creyendo que era eso y el miércoles en la cancha no podía mover el brazo derecho, no podía alentar. Yo amo cantar, saltar, alentar y se me hacía difícil”, recuerda.
A los tres días de ese episodio, Milagros terminó yendo a la guardia de una clínica porque el dolor se le hacía cada vez más insoportable. Allí le realizaron una ecografía bilateral y la especialista le sugirió que cambiara de mastóloga.

Sin perder nada de tiempo, el lunes siguiente concurrió al Hospital Marie Curie donde la vio un mastólogo que le habían recomendado. “Ya solo con las imágenes en la mamo me dijo: ´Hija, tenés cáncer de mama y tenés tomado el ganglio de la axila. Te voy a operar y vas a ver que te recuperarás´”.
“Se me vino el mundo abajo”
“En ese momento me puse a llorar y me bloqueé porque no entendía o no aceptaba lo que me estaba pasando. Con el diagnóstico se me vino el mundo abajo, no estaba preparada para recibir este tipo de noticas y me enojé porque venía de un año y medio saliendo de una relación muy tóxica y cuando sentí que estaba bien, me pasó esto”.

El cáncer que le tocó afrontar a Milagros, “HER2 triple positivo”, es uno de los más agresivos, pero, aclara, agarrado a tiempo tiene muchas chances de salir adelante. “Las células son muy agresivas y se disparan rápido, entonces mi mastólogo me dijo que era necesario empezar con quimioterapia urgente para atacarlo con todo”.
Antes de empezar con el tratamiento, Milagros se aferró a su psicóloga, psico-oncóloga y al grupo de pares de las asociaciones de pacientes Macma y Sostén.
“Las quimios fueron muy fuertes. Recuerdo que me metí como en una burbuja, no quería que entrara nadie. Tenía un drama con la comida, comer me asustaba, tenía mucho miedo a enfermarme cuando me bajaban las defensas”.

Una confesión que esperó más de 40 años
Durante la tercera quimio, Milagros y su mamá estaban sentadas en el sillón tomado unos mates. Sin aviso previo, comenzó un diálogo totalmente inesperado.
-Hija: te debo contar algo, prefiero decírtelo así que por teléfono. Te adopté cuando tenías un mes. Yo nunca pude tener hijos, siempre perdía los embarazos, así que con tu padre habíamos adoptado a tu hermano y el siempre quiso tener una hija mujer y llegaste vos -le tiró, sin anestesia.
-Mamá: ¿por qué esperaste 43 años en contarme y venís a decírmelo en este momento? -le preguntó, totalmente sorprendida.

“No me afectó en ese momento porque estaba mentalizada en que debía estar fuerte para afrontar las quimios y todo lo que se venía. Recién ahora logro entender muchas cosas y, especialmente, perdonar a mi mamá biológica por su abandono. Creo que ese era mi enojo más profundo”, confiesa.
“Sentía que mi mamá no me quería”
Milagros está convencida que a partir de esa revelación, pudo expresarle a su madre todo lo que sintió durante los 23 años que vive en Buenos Aires (hasta los 18 había vivido en Dolores). “Teníamos muy mala relación, sentía que mi mamá no me quería”.

Por el momento, Milagros está con la mente puesta en “sanar” y en colocar toda su energía en el tratamiento. Lo único que sabe son los nombres y apellidos de sus padres biológicos y que ambos fallecieron. Sin embargo, dice, ya tendrá tiempo para investigar si tiene hermanos, sobrinos, tíos y otros familiares de sangre.
En la actualidad, Milagros se encuentra realizando un tratamiento con inmunoterapia, que terminará en noviembre. Se trata de una quimioterapia preventiva cada 21 días.
“No voy a poder tener hijos”
Además, está tomando una pastilla todos los días y una aplicación por mes de una inyección que induce a la menopausia química, afectan la función ovárica, interrumpen la menstruación y disminuyen los niveles de estrógeno. Este tipo de menopausia puede ser temporal o permanente, dependiendo del tratamiento y la respuesta individual de cada mujer.

“Mi cáncer fue hormonal y no puedo menstruar. Esto fue muy duro ya que cuando vi a mi oncólogo por primera vez me comentó que no iba a poder tener hijos. Si bien sé que para ser madre estoy un poco pasada de edad, me hubiese gustado serlo. Lamentablemente, no tuve tiempo para guardar óvulos ya que eso hubiera implicado un peligro para mi salud”.
¿Hubo un antes y un después del cáncer?
Sí, claro. Hoy me doy cuenta que elijo a esta Milagros de hoy: soy mejor persona, entendí que la vida es un momento, que hay que vivir lo mejor que podamos. Me hacía problemas con cosas que realmente no valían la pena. Aprendí a ser más humilde, a escucharme y valorarme.

¿Cuáles son tus sueños?
Sueño con la igualdad en salud para todas las personas del mundo. Es muy triste saber que hay mujeres, hombres y niños que no pueden acceder a sus tratamientos oncológicos y mueren. Todos tenemos derecho a vivir y recibir nuestros tratamientos como se debe. Ojalá algún día esto cambie.
¿Qué mensaje les darías a quienes les diagnostican una enfermedad oncológica?
Que busquen ayuda para transitar la enfermedad, que el cáncer en etapas tempranas tiene cura. Que no estamos solos y que se puede sanar. No quiero decir luchar porque no siento que sea la palabra, no estamos luchando contra nuestro propio cuerpo, sino sanándolo.
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