En 1920 Jalil Meheidin se embarcó desde su pequeño pueblo al sur del Líbano hacia el puerto de Buenos Aires. Él era pescador, pero al instalarse en el barrio de Floresta cambió su oficio por el de panadero. Cien años más tarde, sus nietos Claudio y Julio, continúan custodiando sus recetas tradicionales de pan y empanadas árabes.
Son las doce del mediodía y en la clásica panadería árabe Fatay, de la calle Felipe Vallese 3535, el horno tradicional está encendido a 350 grados desde muy temprano. A las seis de la mañana comienzan con la producción de la masa, a las 8 salen los primeros panes y casi dos horas más tarde llega el turno de las empanadas árabes en todas sus variedades (de carne, verdura y cebolla).
La tradición familiar de tener las manos en la masa comenzó con Jalil, que tras su llegada a Argentina y pasar por migraciones lo anotaron como Julio Félix. El joven se instaló en Floresta en una antigua casona (tipo chorizo) con patio interno ubicada en Aranguren 3147 y al añorar los sabores de su infancia comenzó a amasar. Al tiempo se le ocurrió montar una pequeña panadería en el frente de su casa a la que llamó Siria. Desde sus inicios siempre sus productos emblemáticos fueron el pan y las empanadas árabes.
Panadería de barrio
Luego conoció a Carmen, una muchacha del barrio, se casaron y fruto de su amor nacieron ocho hijos (5 mujeres y tres varones) que se criaron con el aroma a pan recién horneado y las tertulias en la cuadra de la panadería. "Toda la familia trabajó siempre en la panadería. Vivíamos todos juntos (tíos, primos, abuelos) en la casona y solíamos jugar en el patio largo mientras mis padres trabajaban. De muy pequeño hasta dormía en un canasto junto a las bolsas de harina. Todos los lunes por la noche, día en el que la panadería está cerrada, nos juntábamos en familia y comíamos al lado del horno. Nos criamos con el oficio y de a poco nos fuimos metiendo", cuenta Julio Félix, nieto del fundador. Su hermano Claudio ni bien terminó la secundaria también empezó a aprender las recetas y se volvió un experto en el manejo del horno.
En 1987 José Félix, el padre de Julio y Claudio, comenzó a buscar locales para abrir su propia panadería por el barrio y encontró el lugar ideal en la calle Felipe Vallese. Fue casualidad, pero antiguamente allí había una panadería y aún conservan el mismo horno desde 1850. Bautizó a su nuevo emprendimiento "Árabe Fatay". "El horno es el mismo de esa época, solamente se reformó el piso y la campana de afuera. Seguimos trabajando con el mismo sistema de mi abuelo y la tradición de alimentarlo a quebracho", expresa Julio a sus 62 años.
A su lado, Claudio, su hermano menor, explica que manejar este horno no es tarea sencilla. "Empecé a aprender con la masa a los doce años y luego agarré la pala del horno. Papá me enseñó todo. Este es un horno grande en el que entran entre 5 y 6 docenas de empanadas. Tenés que saber bien el manejo porque está a muy alta temperatura, los panes y las empanadas van directo a la piedra (no utilizamos asadera) y se cocinan en tan solo unos minutos. Utilizamos una pala para colocar los productos dentro del horno y otra para sacarlos. Es un trabajo activo y tiene que estar bien coordinado para que no se quemen. El pan árabe entra al horno bien planito y cuando se cocina se infla, si no lo sabés agarrar con la pala empieza a rodar. Y ese sí que es un gran problema", detalla, entre risas.
Oficio con tradición
Desde sus inicios elaboran todos los productos a la vista y de manera artesanal. Primero preparan la masa de los panes y las empanadas (que es exactamente la misma) hecha con harina, agua, sal y levadura. Luego forman los pequeños bollos y los dejan descansar sobre una tabla tapados con lencillos húmedos (por aproximadamente dos horas) y cuando están listos los van aplastando con la mano para que adquieran su característica forma. "Todo el proceso es manual: agarramos el bollito, lo estiramos a mano y por último se rellena, que por los años de experiencia ya tenemos la medida justa a ojo", explica Claudio. Hace algunos años también se sumaron a la panadería dos de sus hijos: Damián y Román. El pan árabe está listo entre 3 y 4 minutos de horno, mientras que las empandas aproximadamente a los seis. Todo sale rápido.
La gran estrella de la casa es la fatay de carne. Ofrecen la versión clásica de tres puntas, la abierta (circular) y la picante que viene cerrada con dos puntas (también llamada "Barquito"). "La carne se la compramos al mismo carnicero de mi abuelo. Es un corte que no es tan magro así sale más jugosa. El relleno lleva también tomate natural, perejil, cebolla. Y de condimentos: pimienta, orégano, sal y la picante lleva un poquito más de ají molido", dice Julio y admite que sus preferidas son las de carne abiertas. Además, hay otros sabores para elegir: la de verdura (con acelga, muzzarella y ricota) y la de cebolla, muzzarella y ricota. Previo a la pandemia, en un día de mucha producción solían preparar unas 120 docenas de empanadas. De postre hay baklava, con una receta tradicional familiar de antaño.
Con su ambiente familiar la panadería se volvió un punto de encuentro de los vecinos del barrio. Los sábados a partir del mediodía hasta las tres de la tarde, siempre fue el día de mayor concurrencia. Con la pandemia cambiaron los horarios: abren de 8 a 17 h de martes a domingos, ofrecen delivery y take away y también hay habilitadas algunas mesas en la vereda.
Muchos tienen la tradición de ir en busca de las empandas con sus hijos o nietos y ya pasaron por el local más de tres generaciones. Entre sus habitués está Carlitos Bala. "Tenemos muchos clientes con más de 80 años que nos conocen desde que estaba mi abuelo, ahora con la pandemia nos hacen los pedidos a domicilio. La gente del barrio continúa viniendo, nos dicen que el sabor es el mismo de antes", afirma Julio, quien admite que disfruta muchísimo el trato con sus clientes y de cocinar. Por su parte, Claudio le agradece a su padre haberle enseñado la educación al trabajo y el oficio. "Realizamos todo de manera artesanal y con el mismo amor que nos inculcaron", concluye. Mientras, en Floresta, sobre la calle Felipe Vallese, continúan elaborando fatay con las mismas recetas de Julio Félix, mejor dicho, de Jalil Meheidin.
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