Cinecittà, con turistas
Los míticos estudios buscan mantenerse en pie cuando está a punto de inaugurarse, en las afueras de Roma, el parque temático Cinecittà World, con montañas rusas que pasarán por decorados de películas
ROMA.– Desde la estación Termini de esta capital fascinante y altanera se llega en la línea A del subte hasta un mundo de fantasía en decadencia: los estudios Cinecittà. Allí donde se filmaron Ben Hur, Quo Vadis? y Pandillas de Nueva York, como gran parte de Gladiador y La Dolce Vita, se pueden conocer los vestigios (¿los últimos?) de los estudios de cine más grandes y famosos de Europa. Pero así como Federico Fellini elegía no incluir la palabra Fin como cierre de sus obras ("para no sentir que se acababa la fiesta"), todavía no está sentenciado el futuro de este inmenso ícono de la cultura, escenario de momentos inolvidables, donde se filmaron más de 3000 películas.
No hay una única razón de su ocaso. Por un lado, la crisis europea, que reduce cada año las inversiones de la industria cinematográfica local. Ni el éxito de La gran belleza logra frenar la caída de los presupuestos, del 15 al 30 por ciento en 2013 respecto de 2012 (la cantidad de films no varía demasiado; sí, los millones de euros invertidos en cada una). Justamente, la ganadora del Oscar a mejor película de habla extranjera es un símbolo de estos tiempos: se filmó en escenarios naturales de Roma, no sólo porque el director Paolo Sorrentino quiso mostrar la ciudad verdadera, sino también porque es hoy mucho más económico cortar las calles que reconstruir símbolos urbanos en los estudios, como hicieron grandes maestros.
Cinecittà fue creada en 1937 por Benito Mussolini, quien soñaba su propia Hollywood, aunque muy pronto la utilizó con fines básicamente propagandísticos. Varios frentes de guerra –en África y Europa– lo llevaron a arengar a los italianos desde la pantalla grande, a prepararlos psicológicamente con odas a los valores del régimen. "El cine es el arma más poderosa", decía. Así que tras un corto período de teléfonos blancos a la italiana, se priorizó la producción de películas profascistas, alternadas con comedias livianas en una etapa que finalizó a mediados de la Segunda Guerra Mundial. En continuado, los estudios fueron saqueados durante la ocupación nazi –se llevaron a Berlín 16 vagones con material técnico y decorados–; convertidos en base de operaciones; convertidos en hospital; bombardeados por los Aliados, que destruyeron tres estudios, y ocupados por homeless, que vivieron aquí mientras la ciudadela se mantuvo inactiva (grandes cineastas se volcaron entonces a filmar en exteriores y dieron inicio así al neorrealismo; Roma, ciudad abierta es justamente de 1945).
Pero como el ave fénix, Cinecittà siempre resurge. De aquella crisis casi terminal, una serie de subsidios estatales atrajo a los productores estadounidenses, y aquel desembarco llevó a los estudios a la fama mundial. Hollywood puso de moda el péplum, género histórico de aventuras, cuya primera gran producción –de la Metro-Goldwyn-Mayer– fue Quo Vadis? (1951) y la más premiada, Ben-Hur (1959). Las locaciones se llenaron de grandes figuras, fotógrafos y 1500 extras por día, y fueron escenario de affaires que ayudaron a la promoción, como el de Elizabeth Taylor y Richard Burton, en el rodaje de Cleopatra (1963). Este film cerraba una etapa más –de la ahora sí Hollywood sobre el Tíber–, mientras se consagraban directores como Luchino Visconti, Vittorio De Sica y por supuesto Fellini –La Dolce Vita es la recreación perfecta de esa época dorada, con estrellas y periodistas, a todas luces, en diálogos mezclados en inglés y en italiano– seguidos por Sergio Leone, quien trajo la mística del spaghetti western y filmó aquí hasta el final de su carrera.
Visita de fantasía
El bar, reciclado este año (cuando muchos hablan del posible fin de los estudios), es el punto de encuentro de un puñado de turistas que llegó hasta el gran predio romano para conocerlo por dentro. El tour es de a pie y continúa delante de la cabeza gigante de Venus, parte de la escenografía de Casanova (1970), que parece enterrada frente al edificio principal (en la película estaba sumergida). A unos doscientos metros aparece la primera calle de fantasía, que permite sumergirse en una película que hizo resurgir a los estudios, una vez más, tras la crisis de los 90. Pandillas de Nueva York (2002), de Martin Scorsese, marcó el retorno de Hollywood a Cinecittà y por eso sus sets principales se mantienen en buena forma. Claro que esta calle puede modificarse a medida que otras producciones requieren de un escenario similar, incluso se actualizan los carteles y fachadas de edificios cuando una nueva filmación lo requiere. Pero en esencia, el lugar es el mismo. De un lado de la calle es puro decorado; del otro, las puertas conducen a estudios interiores. Scorsese filmó toda la obra en Cinecittà. Lo siguió, entre otros, Mel Gibson con La Pasión de Cristo (2004).
La crisis de fin del milenio, también causada por nuevos estándares de producción y el inminente boom digital, derivó en un cambio de manos de los estudios. El predio es aún propiedad del estado (lo ha sido desde su creación), pero en 1998 pasó su gestión a manos privadas. Desde entonces, las mejoras prometidas llegaron en cuentagotas y sólo se concretaron unas pocas superproducciones, mayormente de televisión. Aquí se filmó la serie Roma (2004 a 2007), de HBO, y varias ediciones de Grande Fratello, el Gran Hermano italiano. También se hace publicidad, especialmente en el Foro Romano, el set más atractivo que se mantiene en exteriores, una plaza seca con columnas, un arco del triunfo y edificios antiguos de mampostería. Junto a ella se ubica un gran salón vidriado donde se organizan casamientos con aires temáticos y encuentros empresariales.
Los sets de Cleopatra y las otras grandes películas se destruyeron por completo. Y poco queda de las instalaciones originales. Pero hay locaciones aún para visitar, como una que emula un pueblo medieval de la Toscana, y todavía se recrean en Cinecittà sitios reales que no pueden alquilarse para filmar, como el Vaticano en Habemus Papam (2011). Hay talento suficiente para hacerlo entre los más de 200 empleados que mantienen en pie los estudios (llegaron a ser 1200), incluso después de tres incendios que destruyeron parte de las instalaciones (el más reciente fue en 2013 y arrasó la casa donde se desarrollaba Grande Fratello).
Aún no se sabe si la inminente inauguración del parque temático Cinecittà World, en las afueras de Roma (ver aparte), será el salvavidas de los estudios o su crepúsculo. En abril último, un centenar de personas, con el cineasta Ettore Scola a la cabeza, protestó frente al Ministerio de Cultura en Roma contra los planes de "convertir a Cinecittà en Disneylandia", aunque el parque de diversiones se instale en un predio distinto. "Muros derrumbados, asfalto destruido, una atmósfera de Pompeya", expresó el director de La familia (1987) para describir la actualidad de los estudios.
Desde la empresa lo niegan: "Si usted ha leído sobre el cierre de los estudios, debe saber que no es cierto –le aseguró a la Revista el jefe de prensa de Cinecittà Studios, Désirée Colapietro–. Tampoco, que se convertirán en una zona de ocio. A veces escriben estas cosas sin preguntarnos, sólo porque lo escucharon en algún lado. La zona de ocio es otra: Cinecittá Mundial, a 15 minutos en auto de aquí".
Tanto Cinecittà Studios –compañía que le paga 2,7 millones de euros anuales al Estado por el alquiler del predio– como Cinecittà World son subsidiarias del holding Italian Entertainment Group (IEG). El nuevo complejo será de unas 260 hectáreas, al sur de Roma, donde se alzaba Dino Città, donde se rodaron otros clásicos, como La Biblia (1966), de John Huston.
Huellas de un pasado mejor
Cinecittà tiene veintiún estudios, numerados del 1 al 22, ya que no hay 17 (la desgracia). Pero el que todos quieren visitar es el N° 5, que fue el segundo hogar de Fellini durante los días más gloriosos del cine italiano. En una habitación del primer piso del teatro 5, el director se quedaba a dormir en tiempos de rodaje y en ese mismo estudio se velaron sus restos, en 1993. Allí había filmado escenas de sus principales películas. De 80 metros de largo y 36 de ancho, es el mayor estudio de Europa.
Pero cuando no se filma es, claro, un hangar vacío que decepciona al visitante. Para apreciar la memorabilia, la opción es el pequeño museo al final del recorrido, con atuendos de Cleopatra, gafas de El aviador, claquetas históricas y una proyección en loop dedicada al único cineasta con adjetivo propio reconocible en todo el mundo: fellinesco, para definir la fantasía, lo onírico, lo grotesco, lo festivo. En el documental aparecen Claudia Cardinale, en el rodaje de 8 y 1/2, contando los innumerables apodos que le ponía el cineasta; la gran Anita Ekberg en un backstage de Boccaccio 70, y la escena inolvidable de Walter Santesso en el papel de Paparazzo de La Dolce Vita, que dio origen a la palabra paparazzi.
Mientras se discute el futuro de la ciudad de fantasía y se realizan las pruebas de los juegos mecánicos en Cinecittà World, llegar hasta Via Tuscolana 1055 es todavía una oportunidad única para quedar inmersos en un mar de nostalgia.
Juegos de película
Un doble ganador del Oscar –el diseñador de producción Dante Ferretti– brinda su sello en escenografías y sus modelos originales para la creación del Cinecittà World, el parque de diversiones a punto de inaugurarse (en junio según la empresa), a 24 km de Roma, más allá de Cinecittà Studios. En base a títulos clásicos como Ben-Hur, y las películas de Federico Fellini, contará con montañas rusas y una torre de caída libre, entre otros juegos. Es la primera etapa de un complejo que también tendrá hoteles y residencias.
- Fotos gentileza Désirée Colapietro/Cinecittà Studios
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