Cómo no "volver loca" a tu mascota
Desde que Elías, un gato negro de 1 año y 7 meses, llegó a lo de sus dueños, Pablo y Lucila, en el barrio de Parque Chacabuco siempre fue muy ordenado en sus horarios de comida, en los horarios para hacer sus necesidades y desde muy pequeño adoptó a las piedritas como su baño. Pero de un tiempo a esta parte, Elías empezó a desafiar a sus dueños. Una mañana el sillón del living apareció orinado. Esto se repitió algunas veces por semana, la tela del sillón se fue destiñendo y era difícil sacarle el olor. "Nos asustamos, pensamos que se había vuelto loco, era la primera vez que hacía algo así. Sentimos que lo hacía contra nosotros", dice Pablo.
Pablo y Lucila consultaron al veterinario. Después de una larga charla y de ir sobre sus pasos acerca de lo que había ocurrido en casa durante las últimas semanas, dieron con la causa. Resultó que habían cambiado la marca de las piedritas y Lucila había empezado a hacer más días de home office y le estaba más encima a Elías.
Algunos dueños creen que sus mascotas enloquecen. Porque ladran más, porque hacen pis en cualquier lado, porque no comen, porque no duermen, porque duermen mucho, porque no quieren jugar o porque rechazan los mimos. Llegan a la consulta angustiados y los médicos veterinarios apuntan más a interpretar los avisos de los animales desde su perspectiva, no desde la humana.
No son personas
"Los animales de compañía no pueden volverse locos, esa una patología humana, pero pueden confundirse. Si se altera una rutina en casa y al gato no le gusta, te lo hará entender. Hay que comprender su lenguaje y no imponerles el nuestro. Si no quiere comer o no quiere mimos, no es que me quiere menos", explica el Doctor Juan Enrique Romero (MN. 3010), médico veterinario que aconseja asesorarse con veterinarios o adiestradores si no entendemos lo que nos quieren comunicar. "Es otro idioma y en esa diferencia está la riqueza", dice Romero.
Rosie, una West Highland Terrier de 1 año, ladra mucho cuando se queda sola. Los vecinos del edificio de Belgrano se vienen quejando hace meses. "Cuando estoy en casa, la perra está siempre encima mío, es adicta a los mimos y ladra solo si estamos jugando. Según me dicen, apenas me voy empieza un concierto". Un amigo le aconsejó que fuera más indiferente mientras están en casa, que no le diera tanto amor físico para que después no fuera tal el contraste. "Estoy viendo si funciona, pero a mi me da mucha culpa dejarla sola todo el día, por eso la mimo cuando estamos en casa".
El problema de Francisco y Rosie es bastante frecuente según el entrenador Leonardo Tiscornia (www.entrenamientodeperros.com), "a los perros les cuesta mucho la separación. Ellos construyen un vínculo muy fuerte y no pueden entender que el otro se vaya. Por eso ladran, se estresan o rompen toda la casa. Es el mal de muchos perros que viven en la ciudad y que quedan solos en departamentos". Tiscornia aconseja crear hábitos desde que son cachorros porque los perros fijan la información por repetición. Si se perpetúa en el tiempo e insisten en un tipo de estímulo que genera la conducta indeseada, será cada vez más difícil revertirla.
"La manera de querer a un perro no es igual que a un humano, la mantita que a uno le puede hacer bien al perro no. Si bien el perro necesita ser domado y siempre está a nuestro servicio, contento de vernos, tiene necesidades diferentes", dice el Dr. Romero. Los cambios de comportamiento en los animales de compañía son siempre un aviso. A través de gestos o conductas nos expresan algo que hay que interpretar según su manera de ver el mundo. "Un gato se expresa con la cola, con los ojos. Por ejemplo, cuando llegan al consultorio, algunos cierran los ojos para indicarle al veterinario que están bien, que no hace falta que los agarren, que se dejarán revisar. Está en nosotros estar atentos a sus gestos".
Otro lenguaje
Después de un viaje por Estados Unidos, Juliana Alaines le trajo algunos juguetes y accesorios a su perro Griego. Su Instagram fue una catarata de fotos de Griego con gorritos, botitas, collares y sweaters. Desde que el frío llegó a Buenos Aires, Juliana empezó a pasearlo con un sweater de lana y una especie de caspa en la panza del perro los llevó a la consulta con la veterinaria. Es que muchos perros son alérgicos o sus pelajes no toleran bien el roce.
La médica veterinaria Marina Verdú (MN. 8983) dice que esta moda de vestir a los perros puede hacerles daño, porque ellos tienen una capacidad de termorregulación, no tienen el mismo termómetro que un humano. "A mi consultorio llegan muchos dueños preocupados por síntomas de sus animales y lo que pasa muchas veces es que hay un exceso de amor. Les dan más atención de la necesaria o quieren humanizarlos" y cuenta que en los casos más extremos, les dan medicamentos para humanos como ibuprofeno o les dan agua mineral.
Para el entrenador Leonardo Tiscornia no se trata de que los dueños los humanizan, si no de que hacen lo que saben, se vinculan del mismo modo que con seres humanos. Pero el perro tiene otro lenguaje. Por ejemplo, cuando un dueño le grita a su perro para que no cruce la calle solo o lo reta por haber hecho pis donde no debe, ese perro interpreta ese grito y esa persecución como un juego y lo más probable es que lo repita. "Nuestro trabajo como entrenadores es ser los traductores del lenguaje canino, explicarles a los dueños cómo entienden los perros, porque lo hacen de una manera muy diferente a la de los humanos", dice Tiscornia y agrega que no todos los perros son iguales, lo que funciona para unos no funciona para otros.
En lo que coinciden los especialistas consultados es que los animales domésticos tienen su lenguaje, su manera de ver el mundo. Aunque se adapten a nuestras rutinas, las necesidades no son las mismas que las nuestras. El Dr. Romero dice que en esa comunicación entre los animales y los humanos está la vida.
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