Emigró a Texas, le ofrecieron un Fernet con Coca y descubrió una “Argentina inesperada” y un “gringo infiltrado”
En Estados Unidos encontró un espacio que recrea su país y descubrió que no solo sus compatriotas aman las costumbres argentinas.
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Alejandro Colantuono no lo podía creer, se encontraba a miles de kilómetros de su tierra de origen y aquel hombre detrás de la barra, claramente “yanqui”, le acababa de servir un Fernet con coca tal como si lo hubiera preparado un cordobés. Su nombre era Matt, un texano de pura cepa enamorado de la Argentina: no solo era fanático del Fernet, también había adoptado a Los redonditos, al potro y la pasión por el asado, entre otras costumbres argentinas.
“Esto sucedió en la fiesta de cumpleaños de un nuevo amigo argentino que me había hecho en Texas, de esos que siempre empujan a generar encuentros sociales”, cuenta Alejandro con una gran sonrisa. “Matt estaba oficiando de bartender y fue ahí que me enteré que estaba casado con Mariana, una argentina, y que había vivido dos años en Buenos Aires a fines de los 90 y principios del 2000, y trabajado en un bar de la calle Reconquista. ¡Probablemente nos hayamos cruzado sin saberlo! Fue increíble encontrar una `pequeña Argentina´ cuando emigramos a Texas, pero más sorprendente fue hallar un americano decidido a vivir en Estados Unidos con nuestras costumbres”.

La llegada a Estados Unidos y la construcción de una “pequeña Argentina”
Alejandro llegó a Texas en noviembre de 2012, junto a su mujer, Juliana, y sus dos hijos, Tomás y Pilar. Habían emigrado por motivos laborales con un plan inicial de permanecer por tres años, aunque jamás volvieron, tal vez porque Argentina nunca dejó de ser parte de sus vidas.
Se instalaron en Katy, un poblado en las afueras de Houston y sus únicos contactos eran los compañeros de trabajo de Alejandro: “Pero gracias a mi mujer y a las casualidades de la vida, los dueños de la casa que alquilamos resultaron ser argentinos. Por medio de ellos nos conectamos con toda una comunidad que a lo largo del tiempo se fue expandiendo, reinventando, multiplicando”, revela.

Entre idas y vueltas, y con el empuje de su esposa, Alejandro pronto se halló dentro de un grupo de argentinos en Texas, que buscaban recrear por aquellas tierras lo que les faltaba de Argentina. La excusa original de las reuniones era organizar “noche de póker”, aunque Alejandro apenas sí sabía jugar.
“Como era de esperar el objetivo del grupo rápidamente dejó de ser el póker, para pasar a ser un espacio para juntarse y hacer de cuenta que seguíamos en Argentina”, confiesa. “A partir de ahí empezamos a expandirnos, las amistades se afianzaron, tanto entre nosotros como entre nuestras familias. Se dejaron las cartas y se optó primero por la juntada semanal en un bar, para luego pasar al asado espontáneo cada vez que se podía, donde hemos comido carne de dudosa calidad preparado por nuestro `chef´ cordobés, hasta asados organizados con mucha antelación que han sabido tener cordero o lechón al asador, y largas charlas alrededor del fuego”, sonríe.

“El grupo en sí es bastante variado, ya sea por las edades, que van de 70 (La Leyenda) a 35 años; por las profesiones - ingenieros, finanzas, compras, ventas, médicos-, o lugares de origen, incluyendo Buenos Aires, Comodoro, Córdoba, Uruguay y hasta México y, por supuesto, un gringo infiltrado llamado Matt, que no solo habla castellano argentino, sino que cuenta chistes, escucha rock nacional, y está al día con lo que pasa en nuestro país; arma partidos de FIFA en la play, festeja cada gol y sufre cada jugada perdida como si estuviese en la final del 86”.
Un gringo infiltrado: “Nos cataloga como los reyes del PDA”
Desde el día en que Matt se “infiltró” en la “pequeña Argentina” fue acosado con decenas de preguntas acerca de su experiencia en la querida patria austral: ¿Qué te llamó la atención? ¿Por qué te gustó tanto? ¿Cómo nos ves? ¿Qué te gusta más de los argentinos?, fueron algunos de los tantos interrogantes.
“Una de las primeras cosas que remarca, y que dicho sea de paso él también ha adoptado, es la pasión que le ponemos a todo en Argentina, ya sea deporte, política, familia, amigos o diversión, para él en nuestro país las cosas se viven, se sienten, se discuten con intensidad”, cuenta Alejandro.

“También le ha llamado mucho la atención los contrastes que se presentan constantemente: por un lado se ve a Buenos Aires como la `París´ de Sudamérica, y luego uno se da vuelta y ve una realidad totalmente distinta (por ejemplo, Recoleta y La 31). Encontró un país rico con pobreza, una tierra donde conviven la calidez y el bienestar, con el River - Boca y las barras bravas”.
“En otro orden de las cosas, destaca la pasión por `chapar´ en los parques”, agrega el argentino entre risas. “Matt, viniendo de un país donde las demostraciones de afecto público son menos frecuentes, nos cataloga como los reyes del PDA -Public Display of Affection- (Demostración Pública de Afecto)”.

“Asimismo, le ha sorprendido la paciencia que la gente tuvo con su castellano y el cariño, en general, con el cual lo recibían en todos lados, ya sea el taxista en Ezeiza, la dueña de la casa donde vivía o los nuevos amigos que fue generando: Matt siempre dice que le maravilla el nivel de felicidad que ve en los argentinos, independientemente de la posición social o económica, aunque, por supuesto, le parece muy triste que se vea empañado por los paros, los piquetes y la inseguridad”.
Un pedazo de Argentina donde se arregla el mundo un asado a la vez
Más de nueve años han pasado desde que Alejandro dejó su tierra de origen para emprender una aventura texana. Fueron tiempos complejos en un comienzo, aunque siempre llenos de aprendizaje. Y, en el camino, supo hallar una comunidad fuerte, que mantiene a su querido país más vivo y presente que nunca. En Estados Unidos no solo encontró su “Argentina inesperada”, sino que también reveló hasta qué punto la cultura de su suelo es capaz de impregnarse en el corazón de aquellos seres como Matt, que no quieren dejarse ganar por la vorágine, la idea de que “el tiempo es dinero”, el exitismo y la distancia social.

“Hoy, Matt es un argentino más del grupo, oficia de asador, las puertas de su casa están siempre abiertas y es quien siempre trae el Fernet y tiene la mejor receta del chimichurri”, dice Alejandro complacido. “Viene cada jueves a vivir un pedazo de Argentina en Texas, un espacio donde se festeja la amistad, la fraternidad y se arregla el mundo un asado a la vez”.
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