Cómo es posible llegar al Área 51 en Nevada, el lugar más secreto de Estados Unidos
Un recorrido por el desierto estadounidense reveló la historia oficial, las teorías conspirativas y los límites físicos de este vigilado espacio
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El desierto de Nevada, caracterizado por extensas planicies áridas y carreteras solitarias, alberga uno de los enclaves más herméticos del planeta: el Área 51. Durante décadas, su existencia fue negada por el gobierno de Estados Unidos y solo en 2013 fue reconocida oficialmente como una instalación militar.
Pese a ello, el lugar continúa rodeado de especulaciones, teorías conspirativas y relatos sobre fenómenos inexplicables. En ese contexto, el creador de contenido PlanetaJuan emprendió un viaje para acercarse lo máximo posible a este punto restringido del territorio estadounidense.
El trayecto comienza a corta distancia de Las Vegas, donde la ruta se adentra rápidamente en un paisaje desértico con escasos servicios. En el recorrido aparecen elementos que anticipan la naturaleza del destino: árboles Joshua que dominan el horizonte, señales de advertencia inusuales y restricciones explícitas para detenerse o recoger personas en la vía.

Antes de ingresar a los tramos más aislados, surge un centro turístico que capitaliza el mito del Área 51. Allí se venden productos alusivos a extraterrestres y se ofrece comida temática, en lo que funciona también como una de las últimas estaciones de gasolina de la zona. A pocos kilómetros, incluso, se encuentra un establecimiento nocturno con estética alienígena, frecuentado principalmente por transportadores que cruzan la región.
Según documentos desclasificados, el Área 51 fue establecida en 1955 cerca del lago Groom con el objetivo de probar el avión espía U-2 en el contexto de la Guerra Fría. Posteriormente, la base sirvió para ensayar otros proyectos aeronáuticos clasificados, como el A-12 Oxcart. La CIA confirmó oficialmente estas operaciones décadas después, al liberar archivos que reconocían la existencia del lugar.
Paralelamente, la cultura popular construyó una narrativa alternativa. El incidente de Roswell en 1947 impulsó rumores sobre restos de naves extraterrestres supuestamente almacenados en la base. A finales del siglo XX, Bob Lazar aseguró haber trabajado en una sección secreta denominada S-4, donde —según su testimonio— se realizaba ingeniería inversa de tecnología no humana. Estas afirmaciones, nunca comprobadas, todavía son motivo de debate.

A medida que el viaje avanza, la señal telefónica desaparece y el entorno se vuelve cada vez más inhóspito. Sensores de movimiento, kilómetros de cercas y señalización oficial marcan el perímetro de la instalación. El acceso está estrictamente prohibido y cualquier intento de cruzar los límites conlleva sanciones económicas y penales.
Durante el recorrido, el presentador enfrenta también las dificultades propias del terreno. Un incidente con el vehículo, atascado en arena suelta, obliga a solicitar asistencia privada, lo que evidencia los riesgos de transitar por una región remota sin preparación adecuada.
El trayecto incluye la visita a antiguos asentamientos mineros que hoy funcionan como testimonio del pasado del interior estadounidense. Localidades como Goldfield conservan museos y edificaciones que remiten a la fiebre del oro, mientras que Rhyolite muestra las ruinas de un pueblo que pasó de albergar miles de habitantes a quedar completamente abandonado en pocas décadas. Aunque estos lugares no guardan relación directa con la base militar, aportan contexto histórico a una región marcada por ciclos de auge y abandono.
El encuentro con el límite que vivió el youtuber en el Área 51
Tras recorrer la denominada Extraterrestrial Highway, el viaje conduce a Rachel, un pequeño poblado que adoptó la temática alienígena como identidad turística. Desde allí, lugareños indican el camino hacia uno de los accesos vigilados del Área 51 y advierten sobre las estrictas normas de seguridad.
En el punto más cercano permitido, un cartel oficial señala que cruzar la línea constituye un delito federal, con multas y penas de prisión. Cámaras, torres de vigilancia y patrullas privadas refuerzan la sensación de control permanente. Más allá de su función como instalación militar, el Área 51 se convirtió en un símbolo global. Representa tanto la capacidad del Estado para resguardar información estratégica como la persistencia de la imaginación colectiva frente a lo desconocido.
Aunque no existen pruebas públicas que respalden las teorías sobre vida extraterrestre, el lugar alimenta preguntas que trascienden la evidencia disponible. El viaje, sin acceder a la base, deja una conclusión clara: el misterio del Área 51 no reside únicamente en lo que ocurre tras sus cercas, sino en la forma en que ese silencio ha sido interpretado durante generaciones.
Por Marina Sierra Escobar
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