Famosos de cera: los nuevos códigos de la era #MeToo
NUEVA YORK–. Madame Tussauds abrió su museo de cera en la ciudad de Nueva York en la calle 42 y la Octava Avenida después de que cerraron los cines ubicados ahí que mostraban películas pornográficas, pero poco antes de los ataques del 11 de Septiembre. Es una de las veinticuatro sucursales de Madame Tussauds alrededor del mundo.
En una visita reciente al lugar, un niño estaba metiendo sus dedos en la nariz de Lenny Kravitz. Dos adolescentes se tomaron una foto con una réplica de Johnny Depp que –quizá es apropiado que sea así– había visto mejores tiempos. Una familia de tres integrantes tomaba turnos para sacarse fotos con Woody Allen. Un visitante de mayor edad estaba posando junto a Sofía Vergara, con su brazo flotando alrededor de la cintura. Educadamente, evitó tocarla.
No hay reglas para la interacción de los visitantes con las réplicas de celebridades en Tussauds. Incluso se permite tocar el cabello de las figuras, el cual expertos de Londres implantan uno a uno con esmero en las cabezas (el cabello del presidente Donald Trump está hecho de una mezcla de humano y yak; sus cejas son de pelo de ardilla).
"Puedes seguir a las celebridades y conocer más sobre su vida privada en Instagram y todo eso –dijo Christine Haughney, jefa regional de Mercadotecnia de Merlin Entertainments, la empresa matriz de Madame Tussauds–. Pero aquí realmente te puedes sacar una foto junto a ellas".
Esta atracción tiene cinco pisos, pero la adición reciente más notable a la serie de más de 150 figuras son los botones en blanco y negro de Time’s Up colocados en los brillantes vestidos de fiesta de las réplicas de las superestrellas Susan Sarandon y Anne Hathaway, así como a la vestimenta mucho más informal de Justin Timberlake y Ed Sheeran –quién sabe por qué ellos también tienen los botones–. Como representación del reciente movimiento de las mujeres en Hollywood para terminar con el acoso y la falta de equidad en todas las industrias, los botones de Time’s Up hablan por esas figuras de cera que, esperamos, no pueden hacerlo por sí mismas.
Este ligero cambio en su vestimenta es el resultado de lo que Haughney calificó como el ingrediente secreto que ha alimentado la supervivencia de Tussauds durante trescientos años. "Siempre estamos atentos a los temas del momento y nos aseguramos de mantenernos actualizados", dijo.
Marie Tussaud, cuyo nombre de nacimiento era Anna Maria Grosholtz, sobrevivió la Revolución Francesa y era pupila del médico aficionado a los trabajos de cera Philippe Curtius. Ella llevó por toda Inglaterra un espectáculo itinerante de figuras de cera que había creado entre 1802 y 1835, después de lo cual montó una exposición permanente en Londres (entre los personajes notables que posaron para que hiciera sus figuras en ese entonces estaban Benjamin Franklin y Voltaire).
Madame Tussauds prosperó en Londres a lo largo del siglo XX, al presentar un elenco de rotación ocasional de figuras de cera, entre ellas la familia real británica (núcleo y extendida), así como una gran cámara de los horrores, donde mostraba figuras como las de Adolfo Hitler y Joseph Goebbels.
La figura de cera de Hitler, ubicada a poca distancia de la de Mahatma Gandhi, fue cubierta de pintura roja en 1933 por tres hombres y una mujer, quienes también colgaron un letrero que decía: "Hitler, el asesino de masas". En 2008, en la sucursal recién abierta de Madame Tussauds en Berlín, el segundo visitante que entró al museo decapitó a Hitler.
La política del museo
Con frecuencia al Tussauds lo rodea la controversia acerca de la identidad y la política. Aunque el nacimiento de la era de las selfies mostró ser un beneficio para la marca, las redes sociales también han traído consigo una serie de problemas (los guías del museo alientan a los visitantes a compartir en redes sociales y su etiqueta preferida para que lo hagan es #FamousFun).
El año pasado, una figura de cera de Beyoncé fue retirada de la exhibición después del clamor de que esta se había blanqueado, en sentido tanto literal como metafórico. "Hicimos algunas modificaciones menores en el atuendo y ajustamos la iluminación", dijo Haughney sobre el incidente.
Después de develar la figura de cera de la rapera Nicki Minaj en Las Vegas, en 2015, en la que posaba con las cuatro extremidades apoyadas en el suelo con una vestimenta reveladora, los visitantes de inmediato comenzaron a tomarse fotografías obscenas con la figura, lo que obligó a Madame Tussauds a emitir un comunicado en el cual afirmaba que rediseñaría el escenario de Minaj e incrementaría la presencia de su personal en esa área. Hace poco, después de que muchas mujeres acusaron de acoso sexual a Matt Lauer, el exconductor del programa televisivo Today, su figura de cera fue retirada discretamente del museo en Times Square.
En una época en la que el público tiene una relación más complicada con las celebridades que nunca antes y más estrellas de sexo masculino son denunciadas por sus abusos, ¿qué le depara el destino a una marca que depende tanto de los famosos como la de Madame Tussauds? Los videoblogueros tienen sus propias figuras de cera en el museo ahora...
"Si hay una gran celebridad y se habla de ella en todo el mundo, es alguien a quien probablemente debemos prestar atención y hacerle su figura", dijo Haughney.
La fama se mueve rápidamente y nunca es certera. ¿La cera puede seguirle el ritmo?
Aunque Tussauds es la cadena más grande de museos de cera en el mundo, no tiene el monopolio: en Baltimore está el Museo de los Negros Nacionales en Cera; en París, Montreal, Praga y Seúl, el Museo Grevin; también existe el Museo de Cera de los Héroes del Béisbol, en Cooperstown, Nueva York.
Extraña fascinación
"Las figuras de cera son verosímilmente vivas y muertas a la vez", dijo en una entrevista telefónica Michelle Bloom, quien enseña Literatura Comparada y Francesa en la Universidad de California en Riverside y es la autora de Waxworks: A Cultural Obsession. "Una figura de cera puede pasar por una persona viva, pero al mismo tiempo se parece mucho a un cadáver. Creo que en realidad nos atraen ambos". En el libro, Bloom explora el fenómeno cultural de las figuras de cera en el arte, el cine y la literatura. "Que se vean como vivos pero, al mismo tiempo, no sean reales significa que podemos hacer lo que queramos con las figuras", dijo.
Ese deseo de transitar por el valle misterioso ha hecho florecer un fenómeno aún más extraño en la era del activismo en línea. Los superfanáticos de algunas celebridades dirigen peticiones a Madame Tussauds en sitios como Change.org suplicando que la institución convierta a sus estrellas favoritas en bloques inanimados de cera moldeada.
Haughney dijo que las preferencias de los visitantes determinan quién entra al museo y quién se va, quiénes son los favoritos de los visitantes y quiénes pasan de moda. "Lo más importante es que sabemos cuál es la promesa que hacemos a nuestra marca y a las celebridades", dijo, y añadió que la Madre Teresa –"que tenía tanta demanda entre los visitantes"– era una entre un puñado de luminarias que se rehusaron a convertirse en una estatua de cera. "Nunca haríamos algo para hacer peligrar eso. Somos muy apolíticos".
Bloom se mostró escéptica. "Hay muchas organizaciones que dicen que son apolíticas –dijo–. Mostrar a una Beyoncé blanqueada es un gesto político. Dónde eliges colocar una figura, o el hecho de no incluir cierta escultura, todo eso es muy político".
Para la gente que pasa una noche de viernes en Nueva York en un museo de cera que proporciona una experiencia casi igual a la de otras veintitrés ciudades –es como ir a McDonald’s si estás en Roma–, no es algo tan serio. Resulta que la experiencia en Tussauds realmente es definida por sus visitantes. Alocadas fotos publicadas en Instagram (#FamousFun) que hacen que los seguidores miren dos veces –"¿Qué? ¿Lauren conoció a Jon Hamm y no me dijo?"–, o el hecho de que es el único lugar donde el público tiene el control –sea apropiado o no– sobre los ricos y famosos.
Camino a la salida del museo en Times Square, hacia la fría versión de la vida real de Nueva York que quizá vinieron a conocer estos turistas, le pregunté a Sherene Church, quien estaba de visita en la ciudad junto con su hermana desde Atlanta, si le parecía que haber ido al museo representaba una experiencia clásicamente neoyorquina. "Sí, totalmente –dijo–. Todo estuvo genial".
Una familia mexicana que estaba de visita se mostró más reticente. Una niña de unos 2 años se retorcía en los hombros de su padre. Su madre, cuya figura favorita esa noche había sido la de Michael Jackson, confirmó la urgencia de su hija por irse. ¿Hubo alguna figura que le gustara mucho a la niña? "Uy, no –dijo la madre–. Todas le dan miedo".
Dayna Evans