Fórmula 1: la apasionada vida de María Grazia “Lella” Lombardi, la tigresa que hizo rugir al mundo
Si su historia parece una rareza hoy día, hay que imaginarse cómo era la vida de María Grazia Lombardi hace cuatro décadas, cuando corría como pilota de Fórmula 1 junto a las figuras más veloces de la época como Emerson Fittipaldi, Niki Lauda o Carlos Alberto Reutemann, su breve compañero de escudería en Brabham-Ford.
Abriéndose paso con muñeca y decisión, Lella o "la tigresa de Turín" como se la conocería más tarde se ganó un lugar en la historia de la máxima competición del automovilismo internacional, convirtiéndose no solo en una de las 5 mujeres que corrieron profesionalmente en la Fórmula 1, sino en la única en puntuar desde que se creó el Campeonato Mundial (1950).
Cuenta la historia que Lella Lombardi era una apasionada de las máquinas, en un mundo dominado entonces como ahora por el género masculino. Nacida en la Italia de Benito Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial en un pueblito de dos mil habitantes llamado Frugarolo, en el Piamonte, el 26 de marzo de 1941, había conocido la velocidad desde muy pequeña, cuando un accidente en su nariz hizo que debiera ser trasladada de urgencia a bordo de un Alfa Romeo.
Dicen que la adrenalina que sintió durante ese veloz raid hasta el hospital la marcó y la acompañó durante toda su vida.
Se la recuerda como una mujer valiente y tenaz, la cuarta hija de un carnicero piamontés que a los nueve años hacía sus primeras maniobras en el "coche" y a los 13 ya pretendía conducir la furgoneta familiar entregando pedidos de salames y "salsicce", deseo que se concretaría en 1959. Ella nunca olvidará su primer viaje por la Riviera de Liguria con el furgón repleto de cortes de cerdo.
Rápidamente descubrió que su amor por los coches iba más allá de una relación pasajera y comenzó a pilotar kartings donde siempre hacía podios; para luego hacer su debut profesional en la Fórmula Monza en 1965, cuando en la familia ya todos sabían que la relación de Lella con los fierros era cosa seria. En 1970 se consagró campeona de la serie italiana de Fórmula 850 y luego giraría por el mundo en la Fórmula Ford México. Pero ella soñaba con llegar a la Fórmula 1, la máxima aspiración de cualquier corredor de autos.
Las crónicas de la época recuerdan su estilo pícaro y audaz al volante, primero como pilota de la Fórmula 5000 de Europa, y luego en su soñado debut en la Fórmula 1 durante el Gran Premio de Gran Bretaña, la tercera semana de julio de 1974, cuando se convirtió en la segunda mujer en participar de la máxima competencia internacional, después de la pionera napolitana María Teresa De Filippis (1926-2016).
Aquella vez Lella Lombardi ni siquiera clasificó (DNQ) pero un integrante de su escudería, la Brabham de Bernie Ecclestone, obtendría el 6º lugar y un punto preciado en esa carrera: Reutemann.
Con una nueva escudería, Lella tuvo revancha al año siguiente, tras clasificar para la carrera del domingo del Grand Prix de Sudáfrica de marzo 1975 en el autódromo de Kyalami, esta vez a bordo de su veloz March-Ford.
Después de largar con el pelotón, no pudo completar las 78 vueltas y debió retirarse en el giro 23 de la competición por un problema en la alimentación de combustible del Cosworth DFV, un potente motor V8 que lograba superar los 220 kilómetros por hora, todo una aventura para la época y todavía más tratándose de una mujer al volante, como solían decir por lo bajo sus compañeros de fórmula.
Cuenta la historia que el responsable del cambio de escudería de Lella, que pasó de Branham a March ese año, fue un multimillonario italiano, el conde Guggi Zanon, patrocinador del constructor de autos de carrera británicos March Engineering con su marca de café Lavazza, quien quedó fascinado al ver la destreza al volante de una muchacha que había aprendido a conducir en su pueblo repartiendo salames.
Un triunfo con sabor a tragedia
La italiana, que ya se había hecho un lugar en el ambiente a fuerza de talento y miradas penetrantes, ingresó definitivamente en la historia en abril de 1975, cuando corrió en el peligroso circuito de Montjuïc de Barcelona, durante el trágico Gran Premio de España.
Lella terminó en la sexta posición y alcanzó la zona de puntos, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo, y quedó muy cerca de su ex compañero, el Lole Reutemann, quien terminó tercero detrás del Mclaren de Jochen Mass y del Lotus de Jacky Ickx.
Ese fue un día histórico y no solo por la posición de Lella. La carrera sufrió el boicot de los pilotos en reclamo de seguridad y debió interrumpirse cuando el corredor alemán Rolf Stonmelen, al volante de su monoplaza Embassy Hill, perdió el alerón trasero en la vuelta 25, salió literalmente volando con su auto y cayó sobre un puesto de control. Los memoriosos recordarán las imágenes de ese bólido levantando vuelo e incrustándose contra la tribuna. Murieron 4 personas y hubo diez heridos graves, entre ellos el mismo piloto que sufrió siete fracturas. Fue la última vez que se corrió F1 en ese circuito español. Esa fue la razón por la cual la pilota italiana obtuvo medio punto, en lugar de 1 como le habría correspondido si la competencia hubiera concluido a término.
Desde su debut con la escudería March hasta que se despidió de la F1, Lella corrió con el curioso número 208, el más alto en la historia de esa competencia. Cuentan que se trataba de una publicidad "encubierta", ya que uno de sus sponsors era la conocida radio Luxemburgo 208.
De amor y otras cuestiones
Después de la carrera de Barcelona, María Grazia Lombardi nunca más volvió a estar tan cerca del podio en la Fórmula 1: quedó séptima en el circuito de Nürburgring durante el Gran Premio de Alemania de 1975 y para 1976 había abandonado la máxima competición al no reunir suficientes patrocinadores.
Su carrera en la Fórmula 1 dice que corrió en 17 Grandes Premios, largó en 12 oportunidades y realizó 363 vueltas, sin protagonizar un solo accidente. Después de ella, tres mujeres intentaron aventurarse en la máxima competencia pero nunca lograron lo que Lella, superar la fase de clasificación.
Su despedida de la F1 habilitó un nuevo nivel de celebridad, al convertirse en protagonista y figura principal de las 6 horas de Silverstone, los 1000 kilómetros de Monza o las 24 horas de Le Mans.
Convertida en una referencia indiscutida dentro del automovilismo mundial, y tras haber creado su propia marca, Lella Lombardi Autosport, la vida de la pilota italiana que había transcurrido a grandes velocidades desde que tomó el volante en aquel pueblito piamontés fue apagándose de manera abrupta y temprana, cuando todavía le faltaban muchos kilómetros por recorrer, tras sufrir un cáncer que la doblegó definitivamente poco antes de cumplir 51.
Si bien no se le conocieron amores públicos, y aún cuando medio siglo después el revisionismo del corazón la haya querido encasillar dentro del género "queer" para definir su identidad sexual, ella evitaba pronunciarse sobre el tema, pero una vez respondió, cuando le preguntaron si alguna vez se había enamorado: "Prefiero tener un accidente antes que enamorarme", respondió Lella. Y tal vez su único accidente haya sido su amor incondicional por las máquinas.
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