
Es una de las cabezas detrás del sitio web de mayor crecimiento en Argentina. Tras rumores de juicios y hackeos, acá te contamos por qué lo elegimos como uno de los innovadores más importantes del año
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<b> ¿Quién es? </b>
Un joven sanjuanino que se convirtió en una de las personas más amadas y odiadas en el mundo online. Estudió un puñado de materias de Ingeniería en Computación en Córdoba y se instaló en Buenos Aires hace unas semanas. ¿Estamos ante un Mark Zuckerberg argentino?
<b> ¿Qué hizo? </b>
Desarrolló un site que revolucionó la forma de ver películas y series en internet a través de una plataforma de streaming simple, atractiva visualmente y, sobre todo, gratis.
<b> ¿Cómo lo hizo? </b>
Con 14 años, y como uno más de los cientos de miles de fanáticos de Harry Potter, desarrolló una fan page sobre la saga. Consiguió miles de usuarios. Luego probó suerte con otros sitios, pero no funcionaron. Con Cuevana sí la pegó, pero no es fanático del cine ni de las series. Su motivación, dice, fue ordenar el desorden que existía en la web. Exploró diferentes alternativas colaborativas para tener el contenido audiovisual bien catalogado y le agregó calidad DVD y simplicidad, dos atributos que son casi imposibles de conseguir en internet. El nombre Cuevana surgió desde su imaginación y no tiene carga simbólica alguna: "Simplemente suena bien", dice Escobar.
Está sentado en una mesa de café y mira regularmente a todos sus costados, atento a ocultar una identidad que casi nadie conoce. En dos años, logró 12 millones de visitantes únicos por mes, dos millones de usuarios registrados y un catálogo de tres mil películas y 300 títulos de series. "Es un fenómeno que me explotó en las manos", argumenta. Hoy, sabe que su sitio es uno de los más vistos en América latina y figura entre los 600 más visitados en todo el mundo. "No tiene cartel de venta", aclara, aunque fuentes del mercado señalan que, si logra monetizar el proyecto, puede llegar a valer 10 millones de dólares.
Luego de investigar los modelos de negocios de los sitios de streaming, Escobar llegó a la conclusión de que el usuario latino no quiere pagar por el contenido, pero está dispuesto a ver publicidad, y piensa que ése puede ser un camino para convertir en empresa lo que hoy sigue siendo un "hobby", al menos en los papeles.
En su corta vida profesional, ya tiene varios enemigos que ven en su plataforma una manera de esquivar el pago de derechos sobre propiedad intelectual de terceros. "Son la voz de la impotencia y no entendieron el mensaje: el mercado lo define el consumidor, no los players de la industria", se defiende. Asegura que no ha recibido ninguna intimación o carta documento reclamando por los derechos del material. En su intención de "participar activamente de la industria", tiene pensado firmar en el corto plazo acuerdos con productoras y distribuidoras para la cesión de los derechos. Escobar acaba de terminar la nueva interfaz del sitio que lo convertirá, prácticamente, en una red social y en la cual invirtió más de 700 horas en programación. Es su manera de prepararse para el desembarco de Netflix, que ofrece, previo pago de un abono, lo que Cuevana tiene, por ahora, gratis. Los problemas de adolescente tardío no se le solucionaron con su éxito. Algunos incluso se le potenciaron. Cuando encara a una chica y le dice que es el dueño de Cuevana, se le ríen en la cara. Y además, no le creen.
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