
Linea y color de Ciruelo
Nacido en la Argentina y residente en España desde 1987, este dibujante se convirtió en uno de los principales referentes de su arte en tierra ibérica
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El nombre de árbol frutal le viene de la infancia, cuando él y sus amigos jugaban a ponerse sobrenombres. Hoy lo acepta como su verdadera marca de identidad. Ciruelo Cabral nació en 1963 en la Argentina. Y como buen exponente de su generación consumió sus días de adolescencia ensayando con su banda de rock al tiempo que dispensaba fantasías sobre el papel. A los 18 años empezó a trabajar en publicidad como ilustrador free-lance. Y un buen día de 1987, mientras era el autor nada menos que de las tapas de la revista Fierro, la última gran revista de historietas que hubo en el país, partió rumbo a España y se radicó en la ciudad catalana de Sitges, un pueblo rodeado de montañas y mar cercano a Barcelona.
Los trabajos producto de su imaginación encontraron editores allí, pero también en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. De más está decir que tuvo éxito y se convirtió en uno de los principales referentes en ilustración.
Desde el 18 de enero último y hasta el 28 del actual, sus singulares trabajos son expuestos en el Palais de Glace con el título Ilustraciones y petropictos. A Buenos Aires han llegado más de sesenta ilustraciones sobre papel y cuarenta petropictos que han sido exhibidos en Berlín, Los Angeles, Nueva York y Barcelona.
Un artista joven y exitoso es una conjugación poco habitual. Sin embargo, Ciruelo, en comunicación con la Revista desde su búnker en Sitges, no se sorprende como si se tratara de una casualidad; considera su renombre como el fruto del entrenamiento temprano.
"Hay una constante que se da entre los ilustradores que salen de la Argentina y van a trabajar a Europa o a Estados Unidos -analiza Ciruelo-. Normalmente un artista argentino, debido a la presión económica y social, tiene que trabajar duro. Entonces, cuando llegan a esos países, se encuentran con que la gente de su edad recién está haciendo una carrera universitaria y a los 26 empiezan a hacer un máster y a los 30, es cuando se inician profesionalmente."
-Tenías 23 años cuando te fuiste; ¿qué edad tenías cuando hacías las tapas de la revista Fierro?
-Tenía 21 años y ya era un profesional. Cuando a los 23 llegué a España ya tenía una gran experiencia. De este lado, todo el mundo me decía que era muy joven.
-¿Lidiar con la adversidad te hace por fuerza precoz?
-Exactamente. El contraste cuando llegué me hizo sentir muy bien. Me dije: para algo sirve tanta presión. Si me hubiese quedado en el país, ese mismo ritmo me hubiese desgastado, como les sucede a algunos colegas amigos.
-¿Quedarte no te habría condicionado también el estilo?
-Seguramente no hubiese podido hacer la clase de dibujos que hago, que se llama fantasy art o fantasía épica, y tiene sus raíces en el mundo celta, porque sencillamente no hay editores para esto. Lo que sí hubiese sucedido es que habría vivido de la publicidad y habría hecho algunas cosas extrapublicitarias para tener un margen de creatividad. Aunque en la Argentina ya casi no quedan revistas en las que se pueda hacer algo creativo. Mi única alternativa era irme.
-¿Te fuiste buscando editores?
-Exactamente. Quería seguir haciendo fantasy art, porque era lo que me resultaba más placentero y, al contrario de muchos ilustradores argentinos, cuando me fui estaba trabajando muy bien. Pero hacía publicidad y el margen de creatividad era casi nulo y yo buscaba lo contrario. Así es que me vine buscando editores que me dieran esa posibilidad y finalmente los encontré. Pese a tener que empezar desde cero y a trabajar con presupuestos muy bajos porque el fantasy siempre se movió para minorías, ahora ya trabajo más holgadamente en el plano financiero.
-¿De dónde viene tu pasión por ese género?
-Yo trabajaba para Fierro haciendo algo que no es fantasía épica, pero que sí es un tipo de fantasía. Cuando era chico me gustaba hacer dibujos muy locos. Y desde los 13 o 14 años, que empecé a escuchar bandas de rock como Yes o Pink Floyd, me di cuenta de que ellos usaban ese tipo de ilustración en las portadas de sus discos. De hecho, las tapas de Yes, hechas por Roger Dean, fueron realmente un disparo para mí. Yo quería hacer eso. Cuando vine a España fue cuando tuve la primera conexión con la fantasía épica. Aunque a mí me fascina el realismo mágico, el surrealismo y la fantasía en general. Para mí, todo eso está manifestando una cuestión interna. Ahora me estoy abriendo, con algunas portadas de álbumes, hacia una fantasía un poco más amplia.
-Y los petropictos, ¿cómo aparecen en tu vida?
-Por casualidad, por magia, podría decir. A principios de 1995 fue cuando pinté las primeras piedras. Yo siempre fui coleccionista de piedras, muchas de ellas me las traía de los viajes y un buen día me puse a dibujar en una y de ahí nació el concepto de pintar sobre la piedra aprovechando su forma natural. Yo lo bauticé petropicto. Es algo nuevo, al menos yo nunca lo había visto. No quisiera decir que lo creé desde cero porque tal vez en algún rincón del mundo hay alguien haciéndolo y yo no lo conozco. Sería natural porque mucha gente siente esa pasión por las formas y por las piedras, o por mirar las nubes y encontrarles forma. En mi caso pasó de ser un simple hobby a ser algo importante dentro de la profesión. Mi carrera en ese momento tomó un nuevo curso; los petropictos ocupan una parte importante de mi vida y, por lo que veo, cada vez van a ocupar más espacio en mi tarea. A la mayoría de la gente le encantan y a mí particularmente me producen una sensación muy peculiar cuando los hago.
-¿Te guía la pasión o la planificación?
-Básicamente, la pasión. Y después la planifico, porque en este mundo hay que planificar para poder seguir adelante. Pero, como te decía antes, lo que me mueve es la pasión por lo que hago y tratar de hacer lo que hago lo mejor posible cada vez.
-Vivís en un lugar de sueño, como Sitges. ¿Extrañás algunas cosas de la Argentina?
-Extraño mucho. Obviamente, la familia y los amigos, los afectos. Eso es lo que más tira, aunque después de tanto tiempo tengo aquí muchos buenos amigos también. Y lo otro que me tira mucho y es muy importante, es la naturaleza. América es un continente que todavía tiene lugares vírgenes y paisajes fantásticos. Europa es un continente gastado, con miles de civilizaciones superpuestas y eso se ve continuamente. Es algo que a mí personalmente me molesta, aunque también sé que mi lugar acá tiene que ver con esa lucha. Soy ecologista, soy miembro de Greenpeace, estoy siempre poniendo mi granito de arena para que esta civilización corrija los sistemas que tiene de desenvolverse y que vuelva un poco más a las raíces. En América latina, precisamente gracias a los problemas económicos, no hay una proliferación descomunal de contaminación. Por eso, a cualquier amante de la naturaleza viajar por el interior de cualquier país latinoamericano le genera un shock porque está como estuvo siempre.
-Sí, claro, la pobreza es un mal intolerable, pero es ecológica.
-Es una buena síntesis de lo que dije, sí. Hay igual un punto intermedio entre la pobreza ecológica y el desarrollo ecológico. Es un problema de conciencia.
-Lo de Ciruelo, ¿es por tu amor a la naturaleza?
-Siempre explico una pequeña historia: es un sobrenombre que surgió cuando tenía 11 años. En esa época, con mi grupo de amigos, nos poníamos sobrenombres continuamente. Pero en mi caso quedó, y muy a pesar mío. Se prolongó durante años, hasta que lo acepté y empecé a firmar profesionalmente como Ciruelo. Pero también, después de haber andado mucho por ahí y de haber estudiado algo de ciertas cultura ancestrales, me di cuenta de que antiguamente a un niño no se le ponía un nombre para el resto de su vida. Los nombres iban cambiando, de acuerdo con las actividades de cada uno y las circunstancias que se le presentaban. Entonces lo tomé por ese lado. Se ve que Ciruelo era efectivamente mi nombre y que, alguien que no fue mi mamá que en su momento no lo supo descubrir, lo descubrió y me lo puso. Y yo lo recuperé. Además, para mí, llamarme como un árbol frutal es un gran honor.





