Se escapó de su casa a medianoche, recorrió ocho kilómetros y dejó atónitos a sus dueños al descubrir el motivo
Un pastor gran pirineo llamado Max protagonizó un largo viaje por el campo para llegar al comercio que vendía su comida preferida sin que sus amos lo supieran
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Impulsado por sus instintos, un perro protagonizó una increíble aventura nocturna con un solo objetivo: recorrió más de ocho kilómetros para volver a disfrutar del alimento que más le gustaba.
Se sabe que los perros tienen muy buena memoria y un aroma o un sabor puede transportarlos a momentos placenteros del pasado. Con la obstinación que los caracteriza, estos animales pueden ir en busca de aquello que los hizo felices y actuar solo movidos por su deseo instintivo de volver a sentir ese placer.

Un pastor gran pirineo llamado Max que vive con su familia en Dakota del Sur, en los Estados Unidos, protagonizó una divertida historia. Además de ser un perro cariñoso y vivaz, es conocido por su gran apetito y un día probó unos burritos del supermercado local y quedó fascinado con su sabor. Desde entonces, no pudo sacarse ese saber de la cabeza y ese recuerdo se volvió una obsesión.
Una noche, Max aprovechó la apertura del garaje y escapó sin que nadie lo notara. La familia, desconcertada, no se dio cuenta de su ausencia hasta la mañana siguiente, lo que le dio al perro horas de ventaja para emprender su odisea. Los dueños, Sara Olsen y su esposo Nathan, le contaron a People que el problema comenzó cuando su hija Emily volvió a casa ese día a las 23:30 h. “Ella abrió la puerta del garaje y él se escabulló. No nos dimos cuenta hasta la mañana siguiente”, relató la mujer.

Durante la madrugada, Max emprendió un viaje de dos horas hasta el pueblo y recorrió unos ocho kilómetros guiado por su olfato y su memoria. A pesar de los desafíos, ya que tomó un camino directo por los campos, logró llegar al supermercado donde había probado aquel manjar. Pero, sus planes se vieron frustrados: el local estaba cerrado. Lejos de rendirse, decidió esperar. Fue entonces cuando sus dueños, alertados por el GPS que llevaba, rastrearon su ubicación y fueron a buscarlo con preocupación.
“Me desperté por la mañana y vi las alertas sobre dónde estaba Max”, recordó su dueña. “Parecía que se había ido alrededor de las 23 h. Caminó hacia el pueblo durante dos horas en plena madrugada, llegó al minimercado y luego esperó allí durante cinco horas”, precisó.
El gran pirineo, una raza conocida por sus habilidades para rastrear, esperó pacientemente su burrito, pero como el comercio no abrió, usó su olfato para buscar otro destino: la casa del novio de Emily, la hija de la familia. “Lo curioso es que nunca antes había estado ahí”, comentó Sara. “Debe haberlo olido. Los grandes pirineos tienen un olfato increíble”, aseguró.
A partir de la información en el GPS, la familia fue a buscarlo y el reencuentro fue emotivo. El perro se alegró de verlos y actuó como si nada hubiera pasado.

Después de esta aventura, la familia comprendió la intensidad del deseo de Max y, desde entonces, decidieron darle cada mañana el burrito que tanto le gusta. No solo como una forma de prevenir nuevas escapadas, sino como un gesto de amor hacia su fiel compañero. “Esperamos que eso lo disuada de caminar ocho kilómetros por el campo para ir a buscar su propio burrito”, aseguró Sara.