Lo suyo, está claro, es crear. A sus 78 años, Paul McCartney se lanzó a la aventura de publicar su primer cuento infantil. Hablamos con él para descubrir todos los detalles de esta nueva iniciativa.
–¿Por qué decidiste escribir ¡Ey, Superabuelo!?
–Un día, uno de mis nietos, en vez de llamarme abuelo, me dijo: "Superabuelo, ¿podés hacer esto...?". Yo pensé: "¡Vaya, suena bien!", así que empecé a pensar en historias sobre un personaje llamado Superabuelo. Y así nació. Los niños dicen: "¡Ey, Superabuelo!, ¿podemos ir a tal lugar?", y él los lleva para vivir aventuras mágicas.
–¿Escribir un libro infantil se parece a escribir una canción?
–Un poco sí, porque tenés que usar tu imaginación. Estás inventando algo. Si es una canción, estás creando la letra y la música y, quizá, también una historia. Si es un libro infantil, no necesitás música, pero seguís necesitando la imaginación.
–Si tuvieses una brújula mágica, como la de Superabuelo, ¿a qué parte del mundo irías?
–Si pudiese ir a cualquier lugar, probablemente elegiría el Caribe, porque me encantan sus islas. Me daría un baño estupendo y correría por la playa. O iría a Grecia; adoro sus preciosas y claras aguas azules. Pero hay tantos sitios bonitos a los que ir... ¡Eso es lo más emocionante!
–¿Cuando eras chico tenías alguna historia favorita para leer en la cama?
–A mí no me leían libros antes de dormir. La mía no era una de esas casas en las que tus padres te leen. Leí La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. También leí revistas que se publicaban una vez al año, como Beano, Eagle y Dandy. Era muy emocionante cuando salían en Navidad. No teníamos libros para que nuestros padres nos leyeran en la cama, pero mi padre preparó unos auriculares que llegaban hasta nuestra habitación para que pudiésemos oír la radio y, en cierta manera, aquello también era una forma de contar historias, ¡pero en versión supermoderna!
–¿Tenés algún recuerdo de tus abuelos?
–Por desgracia, no los conocí. No me di cuenta de que no los tenía hasta que fui más grande. Pero sí tuve tíos y tías.
–¿El libro tiene algún mensaje que te gustaría que llegase a los jóvenes lectores?
–El libro empieza con un día lluvioso, y los niños están enfadados y aburridos hasta que viajan a la playa mágica. Imagino que la idea es esta: no te enfades, no te pongas triste, ¡haz algo! Quizá no puedas conseguir una brújula mágica para ir a una playa, pero, si te sientes triste, lee un bonito libro o toca buena música para cambiar tu estado de ánimo.
–¿Por qué elegiste a Kathryn Durst como ilustradora?
–Me enseñaron el trabajo de algunos ilustradores, y gracias a que les había leído un montón de libros a mis hijos, conozco los estilos que se usan, y el de Kathryn me gustó mucho. Me pareció que encajaba con Superabuelo. Era un poco extraño y bohemio y Kathryn lo convirtió en un personaje algo excéntrico. Lo hizo muy bien.
–¿Qué es lo mejor de ser un superabuelo en la actualidad?
–Los chicos. Son increíbles: son inocentes, inteligentes y brillantes y te enseñan muchas cosas. Es maravilloso estar con ellos. La mayoría tienen una actitud fabulosa. Cuando estás todo el día con adultos, no tenés la diversión que te dan ellos, así que te vas a casa y ves a los chicos y te hacen reír.
–¿Alguno de tus nietos leyó el libro?
–Mientras lo hacíamos, les iba mostrando los borradores para ver si les gustaba. Vieron algunas partes, pero no estaba terminado aún. Ahora tendrán el libro completo. Pero siempre me animaron: decían que iba en la dirección correcta, y eso me ayudaba. Ahora que está terminado, creo que les va a gustar todavía más. A mí me gusta.
–¿Ves más aventuras para Superabuelo en el futuro?
–Vamos a ver qué pasa. Si a la gente le gusta, tengo algunas aventuras más en la chistera. O, más bien, ¡las tiene Superabuelo! Estaría bien poder seguir. Si a la gente no le gusta, desaparecerá sin dejar rastro; pero si gusta, estoy dispuesto a escribir más historias.
–Superabuelo toca la guitarra, ¿vos tocás para tus nietos?
–¡Sí! A veces toco en casa. A lo mejor están jugando y yo les digo: "Vaya, la gente paga para verme ¡y ustedes no tienen el más mínimo interés!". Y ellos me responden: "Pero, abuelo,es que, si no te importa, estamos jugando". Otras veces sí muestran interés.