Opinión. Rebeldías de hoy
Por Luis Diego Fernández
La revolución es liberticida, la rebeldía es libertaria. La rebeldía es resistencia interna, la revolución es transformación integral que, a pesar de sus nobles fines, suele devenir una caja opresora de la singularidad. El revolucionario impone su pulso totalitario a los demás, el rebelde es un constructor desde la negación (dice no), un disidente, un opositor.
En El hombre rebelde, Albert Camus hace una genealogía precisa de figuras insumisas: hijos de Caín, Diógenes y los cínicos, epicúreos, estoicos, petimetres, dadaístas, anarquistas, románticos, dandis, libertinos, nihilistas, nietzscheanos, bohemios, vanguardistas, místicos, esteticistas. Camus pegaba por izquierda y derecha y resaltaba el valor de lo humano irreductible. Cincuenta años después, Michel Onfray, otro filósofo francés, en su ensayo Política del rebelde ancla esa continuidad en movimientos como mayo del 68 en París o las insurrecciones de la contracultura californiana (feminismo, gay y black power, etcétera).
Figuras como Lady Gaga, Sasha Grey o Julian Assange constituyen formas de rebeldía en el siglo XXI. Tras estas formas lo que verdaderamente existe es un malestar existencial que se traduce en fascinación por parte del espectador a través de las industrias (rock, pornografía, Internet) que lo consuelan. Quizá lo que estén mostrando los nuevos rebeldes es algo más hondo: la búsqueda emancipatoria de restauración de vidas dañadas, neuróticas, normalizadas, presionadas por mandatos familiares, por el status, por el Estado y el capitalismo corporativo. Los nuevos rebeldes muestran esa tensión irreductible entre la resistencia y el negocio.
lanacionar