Antes de su decapitación, la monarca redactó sus últimas palabras en una misiva dedicada al rey francés Enrique III que ahora revela un fascinante detalle
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La vida de María Estuardo fue una mezcla vertiginosa de romance y venganza. Fue reina de Escocia, brevemente de Francia y también aspiraba a serlo de Inglaterra.
Coronada como regente de los escoceses a los seis días de haber nacido, la comprometieron —y descomprometieron— con el príncipe Eduardo, el hijo de Enrique VIII, cuando tenía apenas ocho meses, con la esperanza de calmar las rivalidades entre Inglaterra y Escocia.
Nuevamente comprometida cuando tenía 6 años con el delfín francés, Francisco, para reanudar la alianza tradicional entre los escoceses y los franceses, se casó a los 15 años, fue reina de Francia por un año y enviudó a los 17 años.
Regresó a gobernar su país de origen y en 1565 se casó con su primo segundo Enrique Estuardo, Lord Darnley, un matrimonio tormentoso que dio un hijo en 1566 —el futuro Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra— y culminó con el asesinato de su esposo, en 1567.
Tres meses más tarde, María se casó con el principal sospechoso del crimen, el conde de Bothwell.
Eventualmente fue encarcelada en Escocia, tuvo que abdicar y huir a Inglaterra, buscando refugio y apoyo de su prima, Isabel I.
Sin embargo, siendo la siguiente en línea al trono inglés, era una amenaza para la reina, y terminó confinada en varios castillos durante 19 años.
Sospechosa de participar en una serie de complots católicos contra la vida de Isabel en las décadas de 1570 y 1580, en 1586 se encontraron pruebas suficientes en unas de sus cartas personales para acusarla de traición por estar involucrada en una estratagema para liberarla con el apoyo de una invasión extranjera y matar a la reina.
Fue condenada a muerte y, tras vacilar, Isabel finalmente firmó la sentencia.
El 8 de febrero de 1587, María le escribió en su celda una carta final a Enrique III, rey de Francia:
Hermano real, habiéndome —por voluntad de Dios por mis pecados, creo— arrojado al poder de mi prima la Reina, finalmente he sido condenada a muerte por ella y sus estados. Esta noche, después de la cena, me han informado de mi sentencia. Me ejecutarán como a un criminal a las ocho de la mañana.
Aparentemente tranquila, a pesar de su inminente muerte, pasa a reafirmar su fe católica, así como su convicción de que la Corona inglesa le correspondía por derecho. Además, hace arreglos para que, después de su ejecución, se pague el salario a quienes la han servido.
Seis horas después, Mary fue decapitada.
Pero todo eso se sabía.
Lo que curiosamente hasta ahora nadie había logrado comprender bien era cómo cerró esa carta.
¿Te suena raro?
Resulta que esta es una de esas numerosas cosas que muchos no sabíamos que no sabíamos.
Pero ponte a pensar.
Si hubieras escrito una carta antes de 1830, cuando se empezó a usar el sobre moderno, ¿qué habrías hecho al terminar?
Lo que se te ocurre es quizá que la doblarías y cerrarías con cera y un sello — lo que se conoce como lacrado—, como en las películas.
Pero ¿qué pasa si quieres que nadie más que el destinatario la lea y de que, si otra persona lo hace, se sepa?
Pues durante siglos se usó un sistema de seguridad, una especie de criptografía física, para proteger el contenido de las cartas de miradas indiscretas: un delicado proceso de plegado para sellar las cartas, que garantizaba que cualquier manipulación fuera inmediatamente obvia para quien la recibía.
El método era tan importante para la comunicación epistolar como la codificación informática para los correos electrónicos.
Y tremendamente intrincado.
Se le conoce como letterlocking, un término que acuñó Jana Dambrogio, del Laboratorio de Conservación del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), y que en español sería cartabloqueo, atendiendo a su solicitud de que sea una sola palabra.
Lo creó tras investigar extrañas ranuras y esquinas rotas que notó en unas cartas que databan de los siglos XV y XVI, cuando trabajaba con los Archivos Secretos del Vaticano en 2000.
Dambrogio se dio cuenta de que las cartas habían sido ingeniosamente dobladas y esencialmente bloqueadas, insertando una rebajada del papel en una ranura y luego pegándola con cera.
La práctica se remonta al siglo XIII, al menos en la historia occidental, y existen muchas técnicas diferentes de plegado y bloqueo que surgieron a lo largo de los siglos.
La reina Isabel I, Maquiavelo, Galileo Galilei y María Antonieta se cuentan entre los que se valieron de esas tretas para proteger la privacidad de su correspondencia.
Todo esto y mucho más ha ido saliendo a la luz desde que la investigadora, junto con varios otros expertos en diversos campos, se dedicaron a ahondar en el tema, estudiando más de 250.000 cartas de unos 20 países escritas a lo largo de un período de 650 años, lo que ayudó a entender como funcionaban las diferentes estrategias de bloqueo.
El primer fruto publicado de esa labor fue presentado 2 marzo 2021 en la revista Nature Communications: con los conocimientos adquiridos sobre letterblocking, Dambrogio y Amanda Ghassaei, del Laboratorio de Inteligencia Creativa de Adobe, desarrollaron un algoritmo computacional de rayos X en tres dimensiones.
Así lograron desplegar y leer virtualmente cartas de la Colección Brienne, enviadas desde toda Europa a La Haya entre 1680 y 1706, que nunca habían —ni han— sido abiertas.
Ahora, investigadores de ese grupo llamado Unlocking History (“Desbloqueando la historia”), descubrieron una técnica exquisita.
El candado en espiral
“Uno de los ejemplos más espectaculares de candado en espiral es la última carta de María (Estuardo)”, escriben los nueve expertos de las universidades King’s College London, MIT y Glasgow en un artículo publicado en el Electronic British Library Journal.
“El contenido de la carta es poderoso y conmovedor: escrito en la víspera de su ejecución, actúa no solo como una carta —un documento destinado a ser enviado y leído por alguien a distancia—, sino también como su última voluntad y testamento, y un intento para que la declaren mártir”.
“A veces se dice que escribir la carta fue el último acto de María; de hecho, después de que la escribió, la carta tuvo que ser doblada y asegurada”.
Efectivamente: tras escribir su último mensaje, cuando se aproximaba la hora de su muerte, la reina estuvo plegando, cortando y tejiendo el papel.
Por diestra que fuera, el candado en espiral que usó debió haberle tomado su tiempo... ¡Requiere más de 30 pasos para completarse!
Para que tengas una idea, he aquí unos de ellos:
Como ves, cortaban un pedazo del papel de manera que quedara puntiagudo en el margen de la carta; tras doblarla, le hacían una hendidura e insertaban esa punta.
Ese pedazo del papel se tornaba esencialmente en aguja e hilo con los que seguían bordando hasta completar el candado en espiral.
El resultado era, además de seguro, elegantemente hermoso.
Para más seguridad, se le añadía un sello de cera.
Es, resaltan los investigadores, “una técnica muy compleja que requería tiempo, paciencia y gran habilidad: un movimiento en falso y tu mecanismo de bloqueo podía romperse y tendrías que empezar la carta de nuevo”.
“La mecánica de este candado obliga a la persona que abre la carta a romperlo para poder acceder al contenido”, escriben los académicos.
Al abrirlo, como “la cerradura se rompe en varios lugares, es imposible volver a ensamblarla de una manera que le permita pasar a través de las ranuras nuevamente”.
El destinatario sabría si su correspondencia había sido manipulada.
“Los seres humanos siempre han intentado mantener seguros los mensajes que se envían entre sí, y hemos sido enormemente innovadores a lo largo de la historia”, le dijo a BBC Mundo el coautor del estudio Daniel Starza Smith, de King’s College London.
“La forma en que se doblaban las cartas puede dar información de los gustos, la moda y los códigos sociales en varios momentos de la historia. Cuanto más aprendemos sobre letterblocking, mejor entendemos el ‘idioma’ en el que estos documentos nos hablan y más aprendemos de ellos”.
En un artículo para el MIT Technology Review, Dambrogio señala que este proyecto se ha venido desarrollando “durante un período de intenso debate público sobre los sistemas de comunicaciones globales, el papel de la interceptación estatal y la naturaleza de la privacidad”.
Las infinitas formas de reducir una hoja de papel rectangular que tenían las personas de diversos países, períodos, culturas y estilos de vida “demuestra que estas cuestiones han sido importantes para la gente durante cientos de años y nos permite estudiar lo que hicieron al respecto”.
El letterlocking es el vínculo entre “las técnicas de seguridad de las comunicaciones físicas del mundo antiguo y la criptografía digital moderna”, afirma el artículo del Electronic British Library Journal.
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