CORDOBA. La casona es de 1930; está en Agua de Oro -en las Sierras Chicas, a 45 kilómetros de la capital cordobesa -; es parte del legado de César Augusto Ferrari, el arquitecto y artista que construyó en esta provincia una docena de casas y la emblemática Iglesia de los Capuchinos. Hotel San Leonardo hoy es punto obligado de visita para quienes pasean por la zona (donde también está la histórica capilla Candonga); ofrece una colección de antigüedades de unas 3000 piezas, un restaurante y casa de té gourmet, una tienda vintage y habitaciones decoradas en diferentes estilos que sólo se abren en ocasiones especiales.
César Ferrari -padre del artista plástico León Ferrari- nació en Italia, estudió Arquitectura en la Universidad de Génova y pintura en la Academia Albertina; en su país fue un prestigioso retratista de la nobleza. A fines de 1914 vino a la Argentina y en esos años (hasta 1922) decoró la capilla del colegio "Divino Rostro" en Caballito e hizo el claustro de Nueva Pompeya. A su regreso a este país, trabajó mucho en Córdoba, donde diseñó y "casi" terminó los Capuchinos (por una diferencia con la orden, la concluyó uno de sus obreros); hizo las iglesias de las Hermanas de la Merced, de Unquillo, Río Cuarto y de Villa Allende, y de una docena de casas que hicieron historia en la zona de Villa Allende.
En aquella época nació San Leonardo; Ferrari la construyó para el cura Gastón Vergonnjeane, quien era párroco de las Sierras Chicas. En los ’60 la casona pasó a manos de la familia italiana Figliossi, quien la explotaba seis meses al año como hotel y, después, la compró la iglesia Ortodoxa Cristiana para retiros pero la terminó cerrando y quedó 12 años abandonada; en ese lapso fue intrusada y vandalizada.
En 2006 un matrimonio de coleccionistas, Claudia González y Eduardo Arguello, decidieron revivirla. Conocían la historia, sabían de Ferrari y por eso le dedicaron mucho tiempo y estudio a la restauración. Un año les llevó el análisis (con especialistas) para después poner en marcha las obras bajo los estándares de patrimonio. Su idea original era un museo, un espacio a donde llevar al menos una parte de su vasta colección de muebles -la pasión de ella- y objetos, que lo atraen a él.
"Nos fascinó la casa como contenedor; tenía historia, es de autor -cuenta Arguello a LA NACION-. Negociamos tres años con los dueños; tenían temor de lo que íbamos a poner. La compramos por un golpe de corazón, no por un estudio de mercado. Agua de Oro no estaba desarrollada, no tenía los hoteles que tiene hoy, ni la autovía a Córdoba. Era la nada misma y nadie creía en nosotros".
El edificio resurgió de entre los yuyos y por recomendación de algunos amigos entendidos, el matrimonio aceptó que la gastronomía actuaría como traccionadora de público. "No estaba en nuestros planes, pero hicimos una ampliación y nos metimos en un mundo que desconocíamos; a los tres meses de haber abierto hicimos la primera boda y no paramos más", apunta Arguello.
El Hotel San Leonardo ingresó a la nómina de inmuebles de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos, que depende del Ministerio de Cultura de la Nación. Hoy -como lo definen los entendidos- es una "plataforma de múltiples aristas"; se convirtió en centro de interpretación de César Ferrari; la colección de muebles de Arguello decoró cada una de las habitaciones (estilo francés, inglés, art decó, americano, Tudor) y el parque avanza para convertirse en un jardín típico de la Toscana italiana, con frutales, aromáticas y huerta.
"Todo el tiempo está mutando; cambiamos cosas, generamos espacios", dice Arguello. De jueves a domingo el restaurante recibe a los clientes con una carta de comida "tradicional con un giro gourmet". Hay dos o tres opciones de cada variedad (res, pollo, pescado, pastas, cerdo) y una amplia variedad de tortas para la merienda. Desde siempre participan en el "Goût de France", en el que 1000 restaurantes en el mundo presentan un homenaje a la gastronomía francesa. Son ganadores en la Argentina.