Sin duda alguna, ese invierno se había convertido en uno de los más difíciles de atravesar para Melina (29). Tenía un trabajo estable como docente, había logrado terminar sus estudios y sentía que estaba encaminada en la vida. Pero la repentina noticia de un cáncer terminal que afectaba a una de sus amigas, le hizo abrir los ojos a otra realidad. Por eso, se propuso organizar una serie de eventos solidarios para reunir el dinero que su amiga necesitaba para pagar los costos de la internación.
Y ese julio la encontró en la fila del banco haciendo trámites para la causa que la ocupaba. "Estaba lleno de gente, como de costumbre, así que saqué número y me senté a esperar que me llamaran. Aburrida, miré hacia la puerta y quedé perpleja. Un chico de camisa y rulos abultados, con unos ojos que brillaban a la distancia estaba ahí, de pie. No podía creerlo, había quedado cautivada". Pero le ganó la timidez y en lugar de acercarse a hablarle, simplemente no pudo pronunciar palabra y se mantuvo quieta en su lugar. Hasta que el sonido que le anunciaba que había llegado su turno, la sacó de su sueño. "Hice todo rápido, rogando salir y que todavía estuviera para quizás animarme a decirle algo.. Pero era tarde, se había ido. Pensé que nunca más iba a volver a verlo".
Su vida siguió como siempre, mientras la enfermedad de su amiga avanzaba. Pasaron los meses y, como parte del plan de ayuda a su amiga, en noviembre, llegó el día de del evento de rock solidario que había organizado desde hacía un tiempo. "Me encargué de sacarle fotos a las bandas que habían venido a ayudar, subir todo a Facebook para que la gente siguiera ayudando. Y otra vez, miré a la puerta y vi de nuevo esos rulos abultados... ¡no podía creerlo! Era el chico del banco, venía a tocar al evento. Esta vez no se me podía escapar... lo miré, una y otra vez, pero nada. No me animé a decirle nada. Me escabullí entre el público para escuchar su nombre y buscarlo en las redes sociales. Y otra vez, se había ido y yo sin decir nada".
Pero estaba dispuesta a dar con el nombre del portador de esos rulos que la cautivaban. Sin perder tiempo, esa misma noche comenzó una ardua búsqueda por las redes sociales para encontrar al morocho de ojos luminosos. ¡Bingo! Finalmente dio con su perfil. Mandó una solicitud de amistad y enseguida fue aceptada. Pero no se animó a escribirle. Y, una vez más, el tiempo pasó.
La víspera de Navidad le dio coraje. "Le hablé. Empezamos a chatear y a los días nos encontramos en un bar. Fue mágico, instantáneo: nos enamoramos. A tal punto que después de esa primera cita, salimos caminando de la mano. Los dos veníamos de mundos diferentes: , yo soy una niña mimada, que salió del colegio y directo a la universidad, logró un trabajo estable y todo marchó en mi vida como manda el deber ser. Víctor (33) era el chico bohemio, con su banda de rock y sus rulos despeinados. Pero nada es obstáculo para el amor".
Comenzaron una relación formal. Y cuando parecía estar en estado pleno de felicidad, Melina fue víctima de una serie de rumores, chismes y comentarios feos sobre Víctor que ponían en duda su capacidad de amarla. Entonces ella se alejó y decidió que lo indicado era poner un freno al vínculo que los había unido. "Era creer o reventar. Yo estaba convencida en mi corazón que aunque me estuvieran diciendo de todo, sabía que era el amor de mi vida. No los escuché y seguí a su lado. Me había enamorado de sus ojos, de su sonrisa y sus rulos; de su simpleza, su dulzura y compañerismo. Siempre fue muy dulce, se notaba que iba a ser un muy buen padre. Era obvio y evidente que veníamos de mundos totalmente diferentes. Yo una niña mimada y él, un rockero rebelde, pero fue el complemento perfecto. Con amor y paciencia, logramos construir un camino juntos, un lazo fuerte y lleno de amor".
No fue fácil, pero caminaron de la mano y permanecieron juntos. Después de unos meses de noviazgo, llegó al mundo Lila Olivia, que hoy tiene 8 meses. "Dicen que el día que el amor llega a tu vida te das cuenta instantáneamente... sin dudar. Yo no entendí el verdadero significado de esos dichos hasta que los viví en carne propia".
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