Ya llegan las cenas,las mesas llenas de cosas ricas, las reuniones en familia, las salidas con amigos. Sí, aun en contexto de pandemia y de Dispo-las medidas de distanciamiento social obligatorio para dispuestas por nuestras autoridades sanitarias para prevenir el contagio por coronavirus- estamos empezando a organizar los encuentros de Navidad y Año Nuevo.
Un auténtico desafío, una especie de calvario para quienes sufren trastornos de la conducta alimentaria, quienes están luchando para superar padecimientos como la anorexia y la bulimia, los términos más conocidos dentro de la gama de problemas que algunas personas atraviesan y que se engloban bajo el término médico actual de TCA.
María Agustina Murcho, una joven de 32 años, es una de estas personas que tiembla ante la inminencia de la mesa de Navidad. Quizá sea mejor decirlo en pasado, porque Agustina, que es nutricionista especializada en trastornos de la conducta alimentaria, hoy puede contar su experiencia con la anorexia y la bulimia desde un lugar de superación.
Fue diagnosticada por anorexia, a los 15 años, con fracasos en los tratamientos porque ella nunca cedió a querer recuperarse y tampoco dio con los profesionales adecuados. Más tarde viró hacia la otra cara del trastorno alimentario, la bulimia, en la época donde, según le advirtieron los padres, "tenía que empezar a comer porque sino no podía ir a su viaje de egresados".
Ella escondía bien este trastorno, ya que lamentablemente el que lo ve de afuera, difícilmente se da cuenta. A los 20 años habló con su mejor amigo de lo que le estaba pasando y le pidió por favor que no cuente nada, pero él, no le hizo caso y habló con el hermano de Agustina, quine acudió a su madre. Entre idas y venidas de tratamientos ambulatorios fallidos, Agustina llegó a un punto que estaba cada vez peor y terminaron ingresándola a un hospital de día porque su vida estaba en riesgo. Esta decisión le sirvió para mejorar sus síntomas, y luego continuó su tratamiento en un centro ambulatorio para realizar la terapia correspondiente.
A los 25 fue dada de alta y no solo eso, sino que también se recibió de profesional de la nutrición y, luego, depués de no atreverse a ejercer profesionalmente, dio el salto. Vio que lo mejor que podía hacer para ayudar a sus pacientes era combinar lo que había aprendido en la carrera, en la teoría y en los libros, con lo que había sido su propia experiencia en relación a la comida, los hábitos y el modo en que los alimentos se relacionan con la salud integral, física, emocional y mental de las personas.
Así, el haber vivido un trastorno alimentario en carne propia y el abocarse a comprender sobre esta condición cursando posgrados y especializaciones, una de ellas con la doctora Mónica Katz, creadora del enfoque "No dieta" y de conformar un equipo interdisciplinario con psicólogos especializados en los trastornos de la conducta alimentaria, fundó su consultorio Nutrición.ag, y lanzó su cuenta de Instagram que tiene 383 mil seguidores.
Desde allí trata de llevar conciencia y de ayudar a sus seguidores en la detección temprana de las relaciones peligrosas con los alimentos, de transmitir mensajes positivos y dar lugar a preguntas que desmitifiquen algunos conceptos erróneos en relación al cuerpo, las emociones y los alimentos.
Para un profesional suele ser difícil o incómodo exponer su vida privada, su historia de dolor por más que la haya superado. Pero para Agustina, su vulnerabilidad se transformó en una plataforma de fortalecimiento, un lugar desde el que empezar a irradiar luz, esa luz que durante su niñez y su adolescencia le fue tan esquiva, por estar tanto tiempo tratando de esconder esos hábitos que la avergonzaban, que le daban culpa, que la hacían sentir mal.
No quería contarle a su mamá que los chicos en el colegio le decían gorda -aunque técnicamente no lo era- y que la cargaban porque comía tanto chocolate en los recreos. También se callaba cuando le decían que era tonta, la apartaban de los juegos deportivos, o las chicas populares trataban de convencer a las únicas dos amigas que la bancaban de dejar de "juntarte con esa boba". Un día, después de comer un helado, a los once años, le preguntó a su papá si estaba gorda. Y ese día, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Pero no iba a poder enfrentarlo todavía; pasarían cuatro años de sufrimiento en soledad para que su hermano se diera cuenta de que Agus no comía. Fue él quien hizo el puente para que los padres pudieran tomar la decisión que empezaría a cambiar el rumbo. Aca mi mama se dio cuenta que no comia, lo de mi hermano era lo que conte mas arriba, que me obligo a hablar con mi mama por lo que le conto mi mejor amigo. No fue fácil, el primer tratamiento no funcionó, todos tenían mucho que aprender, no bastaban las buenas intenciones. Dejemos que lo cuente Agustina.
¿Cómo fue tu relación con la comida a lo largo de tu vida?
Es curioso porque no recuerdo cómo comía antes de tener el trastorno alimentario. Siempre fui de comer muchas golosinas, de ir al kiosco de la escuela y que me dijeran que compraba muchas cosas y yo responder que era para convidar. Realmente no recuerdo un solo día de mi vida en que no estaba pensando en si comí mucho o si comí poco.
¿Qué recuerdos tenés de las cenas de Navidad, año nuevo, cumpleaños y las celebraciones que tienen a la comida como centro?
Era no comer y sufrir; olía los platos y las comidas con ganas de comer lo que estaba ahí, pero yo no tocaba nada de lo que comían los demás. Si mi papá servía empanadas yo me comía mis pescado con zapallitos y nada más, creyendo que tenía todo bajo control, pero no era así porque después me quedaba con ganas. En la época en que tuve bulimia con atracones y vómitos a escondidas, no recuerdo de haber festejado una fiesta en paz; era comer, ir al baño comer, ir al baño. Lo más triste es que mis abuelos fallecieron y yo no tengo recuerdos de un lindo momento con ellos porque no los podía disfrutar por esta pensando en la comida.
¿Cuándo te diste cuenta de que tenías un problema?
Yo siempre me di cuenta que tenía un problema. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, que dejar de comer no estaba bien o que tener atracones no estaba bien, pero creía que lo hacía porque quería adelgazar. No sabía que tenía un trasfondo. No tenía conciencia de enfermedad, de que a mí me iba a pasar algo. No me quería recuperar porque ... ¿Quién soy yo sin esto? ¿Quién es Agustina sin pensar en comida?
¿Cuándo decidiste volverte una profesional de la nutrición? ¿Cómo te volcaste a especializarte en trastornos de la conducta alimentaria?
Siempre desde chiquita quise estudiar medicina, hacer algo relacionado con la salud y leía libros de anatomía. Y cuando empecé a hacer tratamiento, ya al final del colegio, decidí estudiar nutrición. Además, yo estudié estando enferma, por eso después de recibirme, al principio no quise ejercer. Aparte decía que ni loca me iba a dedicar a trastornos alimentarios. Pero después empecé a trabajar en consultorio, me especialicé más y hoy viendo las redes y todo lo que se habla sienteo que puedo ayudar mucho al trabajar con un equipo interdisciplinario y al haber pasado por el trastorno.
¿Cómo se reconocen los Trastornos de Conducta Alimentaria?
Los trastornos alimentarios son de origen neuropsicobiológico. Hay un montón de factores que pueden provocarlos. Para reconocerlos yo uso mucho la imagen de un iceberg: al principio solo ves la punta que sale a la superficie, pero el tamaño de ese iceberg, lo que lo sostiene, no se ve. En un trastorno alimentario se ve el síntoma, es decir la conducta que la persona tiene con respecto a los alimentos, una conducta que no es sana. Lo que está por debajo, son el o los múltiples factores que lo provocan: traumas no resueltos, problemas para relacionarse, dificultad para resolver problemas, puede haber habido abusos, conflictos familiares, bullying, baja autoestima. También puede haber un desorden neurobiológico. ¿Qué pasa cuando una persona empieza a hacer tratamiento, empieza a dejar de lado las conductas con la comida y se empieza amigar con la comida? Todo eso se va cayendo y lo que estaba abajo del iceberg sale para arriba, entonces la persona empieza a ver problemas que o tenia y a sentir emociones que no sentía. Porque uno con la comida tapa emociones, uno come para no decir, para no pensar paran o sentir, uno hace dieta y piensa mucho en la comida para no pensar en los problemas reales; es mucho más fácil pensar en cuantas calorías tiene un alfajor que en todos los problemas que tenemos que resolver.
¿Cómo se abordan terapéuticamente los trastornos disciplinarios? ¿A quién se puede recurrir para pedir ayuda?
El trastorno alimentario se trata sí o sí con profesionales especializados. Según la gravedad se atiende con distintos abordajes. Una persona que está en riesgo de vida que por ejemplo, que pesa diez o veinte kilos menos del peso normal para su talla y edad, va a requerir una internación clínica con sonda nasogástrica para ser alimentada. Después, si una persona no tiene conciencia de enfermedad, si tiene muchos atracones y vómitos por día, muy bajo peso, pero puede empezar a empezar a comer se le indica hospital de día. Y, un tercer ejemplo, sería cuando la persona tiene conciencia de enfermedad, quiere recuperarse y también tiene familiares que lo ayuden y están todos dispuestos a afrontar el tratamiento, se indica un tratamiento ambulatorio. Pero hay muchas veces que la familia ni el entorno están en condiciones de ayudar, entonces el paciente necesita ir a hospital de día. Todo depende de la gravedad del caso y siempre los abordajes terapéuticos tienen que ser hechos por equipos de profesionales especializados en trastornos de la conducta alimentaria.
¿Cuál es el peligro de no tratar adecuadamente un trastorno alimentario?
El mayor peligro es la muerte porque el hecho de no comer o los vómitos afectan el funcionamiento cardiovascular del organismo. Otros efectos nocivos pueden ser osteoporosis, pérdida de la menstruación, caída del pelo, se rompen las uñas; en el caso de la bulimia puede generar desgarro de esófago o de estómago, pérdida de piezas dentales; si se toma laxantes se altera la flora intestinal y se generan problemas para ir de cuerpo, osteopenia y muchas otras patología. A veces las consecuencias son reversibles otras y no. Es importante saber que no siempre el estar muy flaco es el único síntoma de un TCA, una persona puede estar en su peso pero tener bulimia, por eso hay que observar la conducta, no tanto el cuerpo.
Signos de alarma: cómo saber si estamos frente a un TCA
Si sospechás que te pasa:
- Si tu pensamiento se centra en la comida y ves que la comida y el aspecto de tu cuerpo condicionan tu vida.
- Si estas empezando a dejar de ir a fiestas, a eventos, si dejás de juntarte con tus amigas ahí es un signo de alarma.
-No hace falta llegar a algo grave para tratarse, si uno empieza a tener conductas que empiezan a molestar es momento de pedir ayuda, no esperar.
Si le pasa a tu familiar o amigo:
- Cuando los niños o adolescentes ponen excusas para no comer: dicen "ya comí", "comí en lo de una amiga".
- Si en lugar de sentarse a la mesa a comer con la familia se va a su cuarto,o si come y enseguida se va al baño (no una única vez, sino en forma recurrrente).
- Si tiene distorsión de la imagen corporal: vive diciendo que esta gordo/a y no es así, si se pasa muchas horas en el gimnasio, si empieza a dejar de comer o restringir ciertos alimentos.
Qué hacer y cómo actuar
- Sentarse a charlar sin confrontar
- Nunca pelear.
- Preguntar si le está pasando algo.
- Ofrecer un espacio de diálogo sin forzar. Por ejemplo "No te veo bien, cuando quieras hablar aquí estoy para ayudarte".
- Evitar hacer referencias al cuerpo o al peso.
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