Tenis, dos facones de plata y algo de escándalo. La visita de George W. Bush a la Argentina que estrenó las “relaciones carnales”
El presidente de los Estados Unidos realizó una visita breve pero intensa a nuestro país en diciembre de 1990; fue recibido con honores por Carlos Saúl Menem e increpado por el diputado de izquierda Luis Zamora
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Apenas unas 22 horas, repartidas entre los días 5 y 6 de diciembre de 1990, duró la visita del presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush, a la Argentina. Sin embargo, fue un acontecimiento intenso en actividades y marcó un hito en la relación entre ambos países: era la primera vez, luego de 30 años, que un mandatario norteamericano pisaba suelo argentino. Se estrenaba aquella relación diplomática bilateral que el propio Carlos Menem describiría como “relaciones carnales”.

La presencia de Bush (que con el tiempo se convertiría en ‘Bush padre’, para diferenciarlo de su hijo, el también presidente George W. Bush) en el país cristalizaba la intención de Carlos Saúl Menem de alinear su política internacional con la de los Estados Unidos. De hecho, en septiembre de ese mismo año, el gobierno argentino había enviado naves al Golfo Pérsico para apoyar a los norteamericanos en la Operación Escudo del Desierto, como llamaron a su primera intervención militar en Irak contra el dictador Saddam Husein.

Iniciativa de las Américas
El 5 de diciembre de 1990, poco antes de las 11 de la mañana, arribó al Aeroparque Metropolitano porteño George Herbert Walker Bush, el 41° presidente de los Estados Unidos de América. La visita formó parte de una gira sudamericana que incluyó a Brasil, Uruguay, Chile y Venezuela.
En cada escala, Bush promocionó un ambicioso proyecto global al que llamó Iniciativa de las Américas. Se trataba de un corredor de libre comercio que atravesaría todo el continente: “Está a nuestro alcance hacer de nuestras naciones el centro comercial más grande de todos los países soberanos del mundo”, se esperanzaba el mandatario.
En la pista, al pie del avión, fue recibido por el presidente argentino Carlos Saúl Menem.
Se saludaron como viejos amigos. Acto seguido, Bush se trasladó en su limusina negra de 12 metros de largo y ocho toneladas de peso hacia la zona de Retiro, más precisamente a la Plaza San Martín, donde depositó un arreglo floral al pie del monumento al General Don José de San Martín. Lo acompañó, en esos primeros pasos en el país, el entonces intendente porteño, Carlos Grosso.
Minutos más tarde, Bush se dirigió a la Casa Rosada, donde ambos mandatarios dieron una conferencia de prensa conjunta.

Operativo Confusión
Un complejo y original operativo de seguridad acompañó a Bush en la argentina. En todo momento estuvo rodeado por un primer cerco compuesto por agentes de la CIA y un segundo cerco con efectivos de inteligencia argentino.
Pero lo que llamó la atención de los cronistas fue la presencia de un doble de Bush, también norteamericano, que era utilizado para desviar la atención del público, la prensa y, sobre todo, de cualquier malintencionado. Del mismo modo, para despistar con los traslados aéreos, los norteamericanos trajeron tres helicópteros presidenciales idénticos.
Los dos presidentes se juntaron con una comitiva muy reducida por más de media hora. A pesar de necesitar traductores para cruzar hasta el más mínimo comentario, Bush y Menem lograron entablar una relación de amistad y confianza.
Más tarde almorzaron junto a otras 16 personas, la mayoría, miembros del gabinete argentino. ¿El menú? Ensalada de centolla, pollo y postre helado.

Las felicitaciones de Bush
Los medios contarían entonces que Bush felicitó a su par argentino por las privatizaciones de empresas públicas que el riojano comenzaba a realizar en los primeros meses de su mandato. También celebró el envío de naves al Golfo Pérsico: “Es una determinación por defender la paz”, dijo. Y, finalmente, elogió cómo manejó Menem la crisis con los carapintadas.
Es que dos días antes de la llegada del presidente norteamericano, se produjo un nuevo levantamiento ‘carapintada’. Fue el cuarto desde el regreso de la democracia, el primero en el gobierno de Menem, el más corto y el más sangriento. El presidente argentino ordenó reprimir y las tropas leales, como no lo habían hecho en el gobierno anterior, obedecieron. La rebelión fue sofocada en pocas horas, pero que dejó un saldo de 14 muertos y más de 100 heridos.
“La Argentina no perdió la fe en la democracia y los Estados Unidos no perdió la fe en la Argentina”, diría ese mismo día Bush sobre la manera en que se derrotó la asonada militar.
El levantamiento, dirigido por el coronel Mohamed Alí Seineldín, se produjo el 3 de diciembre, cuando el presidente de los Estados Unidos estaba en Brasil. Pero Bush nunca puso en duda su visita a la Argentina, pese a que algunos de sus asesores se lo sugirieron.

“Very nice, very nice”
También informan las crónicas de la época cómo, en la reunión en la Casa de Gobierno, el estadounidense no paraba de decir: “Very nice, very nice” cada vez que su colega le explicaba los pasos de su plan económico, en especial el plan de privatizaciones para poder reducir la deuda externa.
La relación entre ambos mandatarios parecía ser, en todo momento y lugar, excelente. Muchas de las fotografías de la época los muestran a los dos sonrientes y en actitud de total camaradería.
“Es una cuestión de feeling, de buena onda, muy palpable. Bush muestra en cada una de sus palabras y de sus gestos que el gobierno argentino es para él un socio confiable”, decía en aquel momento Humberto Toledo, el vocero del presidente Menem.

El repudio de Zamora
Pero la armónica visita del líder del país más poderoso del mundo tuvo un episodio “de escándalo”. Fue en el Congreso Nacional, donde Bush iba a ofrecer un discurso ante la Asamblea Legislativa. Pero cuando Eduardo Duhalde (entonces vicepresidente de la Argentina y presidente del Senado) daba su discurso de recepción, una voz disonante comenzó a escucharse desde el fondo del hemiciclo.

Era Luis Zamora, diputado de Movimiento al Socialismo (MAS), que expresaba su repudio contra la visita del estadounidense. Una escena escandalosa que salió por completo del protocolo y que por su carácter inusual y lo chocante de sus formas, dio, en aquel momento, la vuelta al mundo. Y hasta el día de hoy, los que vivieron esa época todavía la recuerdan. En dialogo con LA NACION, el exlegislador y abogado rememora aquel momento.
-Zamora, ¿qué pasó exactamente ese 5 de diciembre?
-Primero, ni bien empezó a hablar Duhalde, pedí la palabra sentado, como se hace siempre. Alguien le dijo que no correspondía darme la palabra. Me pongo de pie, entonces, empiezo a gritar en repudio de todo lo que le dije recién. En ese marco, todo el bloque del Partido Justicialista empieza a gritarme. Mandan a dos legisladores de la UCD (Unión del Centro Democrático) que estaban cerca de mí a manifestarme que terminara con eso.
-Pero todo quedó en gritos y escándalo.
-Era todo un griterío del PJ. Era una mafia. El bloque justicialista... y la pasividad de los radicales. Se arrastraron. No solo lo homenajearon a Bush, que ya era de por sí repudiable, sino que empezaron a insultarme para mostrarse cada uno más servil frente al presidente de los Estados Unidos, casi su patrón. Repudié el homenaje que le hacía el Congreso al presidente Bush, por lo que implicaba alinearse con el representante de un estado imperial que en el mundo ha perjudicado los intereses de todos los pueblos para satisfacer las ganancias de un pequeño sector. Resalté lo de Malvinas, que como vicepresidente de (Ronald) Reagan, Bush tenía las manos manchadas con las sangre de nuestros combatientes. Y repudié también que se estaba preparando una masacre en Irak, algo avalado por la Argentina con Menem a la cabeza.
En el video que registra la actitud beligerante del diputado, se percibe que, con los auriculares puestos para la traducción simultánea, Bush sonríe tenso ante la embestida verbal de Zamora, mientras que Duhalde sigue tratando de hilvanar su discurso, como si nada pasara.
Frente al Congreso, en sintonía con Zamora, militantes de izquierda se manifestaron con carteles que decían “Fuera Bush”, “Yankees go home” y leyendas del estilo.

Con sus gritos, Luis Zamora consiguió su momento estelar. Y logró llamar la atención del presidente Bush, que no tuvo reparo en responderle, cuando le tocó hablar en el recinto. “Estos son los ecos de la declinación del Marxismo. Si el precio que tenemos que pagar por esta declinación son esos gritos, agradezcámoslo”.

Tenis en Olivos
El estricto protocolo se torció un poco a causa de una ocurrencia del presidente Menem. Sucedió que el argentino invitó a su colega a la Quinta de Olivos para jugar un rato al tenis.
Bush tenía planificado, entre las 17 y las 19.30 ir a descansar al Palacio Bosch, la residencia del embajador estadounidense en Buenos Aires, que en ese entonces era Terence Todman. Pero su intención cambió ante la invitación del riojano para trajinar el court de la residencia presidencial.

Menem y Bush hicieron pareja y enfrentaron alternativamente a Dorothy Bush, hija del presidente, que jugaba junto a las extenistas Claudia Casabianca y María González Bonorino.
Los presidentes enfrentaron también a la esposa del entonces ministro de Salud y Bienestar Social, Alberto Kohan, y el supervisor de tenis de la Quinta, el profesor Jorge Dante.
Para sorpresa de nadie, la dupla Menem-Bush ganó todos los partidos.

Asado, dos facones y dos monedas
La actividad final de ese interminable 5 de diciembre fue un asado en la Sociedad Rural Argentina. Allí fueron invitados algunos representantes de las distintas ramas del quehacer nacional, desde el gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiero, pasando por empresarias como Amalia Lacroze de Fortabat o artistas como Mirtha Legrand.
Los invitados presenciaron un show de ejercicios ecuestres a cargo de la División Azul de la Policía Federal y demostraciones de destrezas criollas ejecutadas por la Confederación Gaucha Argentina.
George y su hija Dorothy recibieron, como regalo y recuerdo, dos facones de plata con el escudo estadounidense en oro en el mango. Como tradición, y como una manera de retribuir el regalo, Bush regaló a Menem dos monedas de un dólar.

“Con un profundo agradecimiento en el corazón les pido a nuestros huéspedes que se pongan de pie y levanten las copas por el pueblo argentino, por la amistad entre nosotros que nunca ha sido más firme. Y que brinden por la salud de mi amigo y distinguido colega el doctor Carlos Menem presidente de la república argentina”, dijo en la ocasión el propio Bush.
En la mañana del 6 de diciembre, desde el aeropuerto de Ezeiza, el presidente Bush partió rumbo a Chile. Ambas naciones dejaron en claro que la visita había sido próspera.

El presidente de la Argentina calificó como “Muy buena” la estadía de Bush en el país y aseveró que “los resultados los vamos a empezar a tener dentro de muy poco tiempo”. Aprovechó también para anunciar que el país ingresaría pronto en el Plan Brady, “lo que nos permitirá pagar la deuda externa con crecimiento y desarrollo”, dijo.
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