Colombia, un llamado de alerta
MIAMI
Hay varias teorías sobre qué hay detrás de las protestas violentas sociales en Colombia, Chile y otros países latinoamericanos. Las explicaciones van desde un aumento significativo de la pobreza causado por la pandemia de Covid-19 hasta un posible plan de la dictadura de Venezuela para desestabilizar la región.
Pero, mirando las protestas que han paralizado a Colombia en estos días, el factor más importante, y a menudo pasado por alto, probablemente sea el dramático aumento del número de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Son los así llamados “ni-ni”, que se han multiplicado durante la pandemia.
Lo que es especialmente preocupante es que los “ni-ni” también han aumentado en la Argentina, Brasil, México y otros países, lo que podría causar una inestabilidad igual o mayor a nivel regional. América Latina es una de las regiones del mundo donde la pandemia ha provocado los mayores aumentos del desempleo juvenil y de la deserción escolar.
Una de las cosas que más me llamaron la atención durante un panel sobre Colombia organizado por el centro de estudios Diálogo Interamericano en Washington fue que todos los participantes señalaron a los “ni-ni” como los protagonistas claves de las protestas en ese país.
La gran mayoría de los manifestantes que están bloqueando las carreteras que conducen a Cali, una de las ciudades más prósperas de Colombia, son jóvenes desempleados, dijeron. El setenta por ciento de las empresas de Cali se han visto obligadas a cerrar y la ciudad está prácticamente paralizada.
“Los ni-ni han perdido las esperanzas, están desesperados”, dijo el exalcalde de Cali Maurice Armitage. “Son muchachos que han perdido la confianza en las instituciones, en el gobierno, en el alcalde, en la policía, en la empresa privada. No confían en nadie”.
El porcentaje de jóvenes colombianos que ni estudian ni trabajan aumentó del 19 por ciento del total a mediados de 2019 al 33 por ciento del total a mediados de 2020, según la agencia oficial de estadísticas DANE de Colombia.
Es probable que ese porcentaje sea mayor hoy, porque el impacto económico de la pandemia fue mayor en la segunda mitad del año pasado.
Y hay una alarmante cantidad de jóvenes que abandonaron la escuela desde el inicio de la pandemia, según el Banco Mundial. En muchos casos, dejaron de estudiar porque sus universidades han estado cerradas desde el comienzo de la pandemia y no tenían una computadora o una buena conexión de internet en su casa para estudiar remotamente.
Para empeorar las cosas, la mayoría de estos jóvenes reciben las noticias por WhatsApp o YouTube, y a menudo son noticias falsas que circulan por las redes sociales. Los “ni-ni” con teléfonos inteligentes pueden organizar manifestaciones en cuestión de minutos, surgiendo de la nada y esquivando a las fuerzas policiales.
Según una encuesta reciente de la juventud colombiana realizada por la Universidad de Rosario y el diario El Tiempo, el 51 por ciento de los jóvenes colombianos reciben las noticias por las redes sociales. La combinación de un aumento del desempleo juvenil, el cierre de las escuelas provocado por la pandemia y un consumo sin precedente de noticias falsas es un cóctel explosivo.
Gran parte de la prensa colombiana se ha centrado en acusaciones de un excesivo uso de la fuerza policial, y, desde el otro lado del espectro político, denuncias de que manifestantes violentos están paralizando el país para acabar con la democracia y abrirle el camino a un régimen chavista.
Pero, para salir de este círculo vicioso, hay que desactivar la bomba de tiempo que representan los “ni-ni”.
El presidente Iván Duque debe buscar mediadores no gubernamentales en los que confíen estos jóvenes. Duque ya ha retirado su impopular plan impositivo y ha ofrecido educación universitaria gratuita a la mayoría de los estudiantes de las universidades públicas, pero el problema es que los jóvenes manifestantes no confían en él ni en otros funcionarios públicos.
Colombia, al igual que otros países que enfrentan protestas juveniles similares, también debería crear nuevos programas público-privados de pasantías y aprendizaje laboral en empresas para los jóvenes desempleados.
Las protestas masivas de Colombia pueden ser un prólogo de mayores revueltas sociales en todas partes como secuelas de la pandemia. A menos que abordemos la crisis de los “ni-ni”, ningún país latinoamericano estará a salvo.ß
@oppenheimera