Es momento de actuar contra la xenofobia y el discurso de odio
Somos testigos de una inquietante oleada de xenofobia, racismo e intolerancia en todo el mundo, y América Latina no es la excepción. Todos los días observamos con gran preocupación como miles de personas publican en redes sociales y diferentes plataformas digitales una significativa cantidad de contenidos llenos de odio que incitan, a veces de manera explícita, a la violencia contra nacionalidades o, en general, identidades diferentes a la propia.
Durante el brote de Covid-19 los episodios discriminatorios y discursos antinmigrantes en las redes sociales no han pasado desapercibidos. En situaciones de crisis o emergencias como las que hemos vivido en años recientes como consecuencia de la pandemia y sus efectos, los discursos antinmigración tienden a aumentar, ignorando que las personas migrantes hacen parte importante del personal esencial que durante los peores meses de la pandemia hizo un enorme esfuerzo para mantener en funcionamiento múltiples servicios básicos.
En este contexto, los grupos minoritarios como las personas migrantes, comunidades étnicas o personas LGBTI, entre otros, pueden ser erróneamente vistas como las generadoras de estos problemas, invisibilizando las verdaderas causas de la situación.
A nivel individual, el discurso de odio trae consigo serias repercusiones para sus víctimas, desde afectaciones a nivel físico hasta situaciones de ansiedad y otros problemas de salud mental que en algunos casos pueden derivar en situaciones trágicas como el suicidio. Pero también el discurso de odio perjudica a la sociedad en su conjunto, convirtiéndose en una clara amenaza para los valores democráticos, la paz, la estabilidad y la cohesión social, legitimando la violencia y la discriminación contra grupos humanos considerados como diferentes.
El discurso de odio y la xenofobia tienen efectos peligrosamente corrosivos. Sin ningún tipo de narrativa e intervención específica para contrarrestarla, la circulación deliberada en redes sociales y medios digitales de contenidos de odio excluye aún más a quienes ya están marginados, exacerba las desigualdades sociales y económicas subyacentes y desencadena malestar social. La xenofobia, además, influye en la opinión pública y hace más difícil la adopción de políticas que permitan una migración segura, ordenada y regular.
En julio de 2021 la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución promoviendo el diálogo y la tolerancia interreligiosa e intercultural, y proclamando el 18 de junio como Día Para Contrarrestar el Discurso de Odio, el cual se conmemora hoy por primera vez.
La resolución llama a todos los actores sociales a aumentar sus esfuerzos para abordar este fenómeno: Los medios de comunicación tienen un gran reto en garantizar que la información que publican sobre los migrantes y la migración sea respetuosa y basada en datos y evidencias. Las empresas de tecnología deben avanzar en sus estrategias de moderación y eliminación de contenidos que inciten al odio. A los Estados les corresponde promulgar y aplicar leyes para regular el discurso de odio en línea, en consonancia con las normativas internacionales de derechos humanos.
También los individuos pueden actuar e intervenir de manera asertiva en situaciones donde se fomente el discurso de odio en el mundo digital. Cuando existen amenazas personales hacia la integridad física o la vida de otros, es hora de reportar la situación a las autoridades competentes para que intervengan. Ya existen iniciativas digitales como la Comunidad XenofobiaCero.org, que buscan organizar respuestas colectivas al discurso de odio contra las personas migrantes que inunda las redes.
Hacer frente al discurso de odio y a la xenofobia no significa limitar la libertad de expresión ni prohibir su ejercicio, sino impedir que este tipo de discurso degenere en algo más peligroso, como la incitación a la discriminación, la hostilidad y la violencia, que están prohibidas por el derecho internacional y son rechazadas por cualquier sociedad que se precie de serlo.
Directora Regional para Centroamérica, Norteamérica y el Caribe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)