La imagen perfecta del 2020
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¿Se acuerdan de Sarita, la señora de Barrio Norte que fue a tomar sol con sillita y todo a los bosques de Palermo? ¿Y del surfer demorado en la Panamericana? El cierre del año más loco del mundo convierte a aquellos pequeños revolucionarios anti cuarentena en postales imprescindibles de todo el universo de desvaríos que vivimos. Casi tanto como la sacada de lengua de Cristina en el acto final en el que recuperó el mando del gobierno, días atrás en La Plata.
Porque la realidad no es nunca una foto, ni siquiera una película, sino un álbum de postales, en su completud, que permite avanzar y retroceder a capricho, ajustar el foco o alejarlo del objetivo. La crisis de la cuarentena se refleja mejor en la payasa que en la falta de testeos, algo imposible de ver. Y si bien no hay foto capaz de capturar los más de 40 mil muertos, todos recordaremos a ese padre caminando de espaldas con Abigail en brazos, cuando le impedían volver a su casa de Santiago del Estero. ¿No esa la imagen más perfecta del 2020?
Si bien no hay foto capaz de capturar los más de 40 mil muertos, todos recordaremos a ese padre caminando de espaldas con Abigail en brazos, cuando le impedían volver a su casa de Santiago del Estero
Si las cosas no hubieran salido tan mal, la postal ideal hubiese enmarcado a los tres mosqueteros del primer tiempo de cuarentena, cuando Alberto,Horacio y Axel se mostraban unidos. Era, ya sabemos, una ilusión que no pudo soportar ni siquiera las protestas de los policías bonaerenses rebelados en el conurbano. Esa muestra de país unido se destruyó una noche y los intendentes de Juntos por el Cambio fueron sorprendidos infraganti, sentados detrás del Presidente cuando se anunció que iban a cortarse los jardines colgantes de la abundante ciudad porteña.
El diputado del escándalo sexual. La foto congelada de Bullrich. Los calzoncillos de otro. El Zoom del Congreso exhibió la clase de los legisladores. Tanto como las tomas de tierras y campos las internas en el oficialismo. Pero hubo contracaras, como las ambulancias del SAME auxiliando policías en un incendio o miles de voluntarios dejándose pinchar por la vacuna Pfizer. Faltaron fotos de médicos y enfermeros trabajando. Curioso, pero cierto: vivimos con miedo a mirar lo que debemos y damos por hecho lo que hay que aplaudir.
Aulas vacías, canchas sin público, persianas bajas, juzgados a media asta. Hasta que llegaron los banderazos y luego los piquetes y al final el velorio de Maradona. Otra postal potente de este año fue la de los barrabravas tomando por asalto El patio de las palmeras. Digámoslo: casi una alegoría.
El último tramo del año profundizó en escenas bien concretas la ausencia del famoso plan que nunca llegó. Alberto con Liz Solari en estado de desconexión total. Fabiola repartiendo cajas navideñas. Putin anunciando que la vacuna no era para quienes la precisan, mientras Gines le hablaba al barbijo de Racing. Quedan algunas horas para apagar este año insoportable, pero el acto de lanzamiento de la campaña oficialista en La Plata puede sintetizar el estado de cosas en el poder, con esa mueca exuberante de Cristina, de espaldas a su elegido, sacando de su boca la lengua letal, agigantando el gesto con sus dos manos, mientras Alberto, ese hombre común, se aleja despacito hacia el 2021, un año definitivamente incierto.








