La plata es (d)el otro
Ya es una costumbre cuando se trata de justificar lo injustificable. “El dinero no era mío”, dijo anteayer el senador entrerriano Edgardo Kueider, al tratar de explicar por qué llevaba US$211.102, $646.000 y 3,9 millones de guaraníes sin declarar en una mochila en el baúl del auto en el que ingresaba en Ciudad del Este, Paraguay. No fue original. En marzo de 2007, a la entonces ministra de Economía Felisa Miceli le encontraron en su despacho US$31.670 y $100.000. Declaró que se los habían prestado una amiga y su hermano para comprar una propiedad. Fue condenada a tres años de prisión en suspenso.
En agosto de ese año, el venezolano Guido Antonini Wilson fue demorado en el Aeroparque con una valija con US$790.550 sin declarar. Claudio Uberti, el funcionario a cargo de las relaciones con ese país, viajaba con él. No se pudo aclarar de quién era el dinero ni cuál era el destino, pero Uberti fue condenado y Antonini sigue prófugo.
El exintendente Martín Insaurralde declaró que el dinero para solventar un nivel de gastos por encima de sus ingresos provenía de su exmujer Jesica Cirio. El expresidente Alberto Fernández dijo que su exsecretaria María Cantero podría haberse “extralimitado” si intervino para que su marido consiguiera contratos de seguros con el Estado. Un modus operandi.