Subir y bajar
Corría 1993 cuando en el Teatro Colón se estrenó la versión completa de la ópera Lulu, de Alban Berg. En cierto momento de la trama, hay una cantidad de operaciones bursátiles -que no viene a cuento referir- y la puesta, me acuerdo, solapaba esas transacciones con una fiesta en una mansión que incluía un ascensor. Las evoluciones verticales de ese ascensor seguían las peripecias de las cotizaciones, un vaivén que iba del enriquecimiento súbito a la bancarrota no menos súbita. El emblema no perdió actualidad. No sabemos si, en Londres, el hombre sube o baja, y probablemente él tampoco sepa, si la ronda de operaciones seguía abierta, a cuánto cotizaban sus acciones. No es azar: es una ley sujeta a un número indefinido de contingencias, que no niega la causalidad. El hombre mira el vacío, o tal vez, en una deformación profesional, el tablero del ascensor.
Edición fotográfica: Dante Cosenza