Alertas y estrategias contra epidemias en Sudamérica
Hace 150 años, en un mundo donde gran parte de las relaciones internacionales pasaban por los puertos y unían, lógicamente, las grandes ciudades, una epidemia azotaba Buenos Aires y a distintas partes del país como también a Sudamérica.
La fiebre amarilla volvía a aparecer en las zonas geográficas clásicas registradas desde su posible aparición en los siglos XVI o XVII. Para 1871 se estimó que mató al 8% de la población porteña y las causas fueron asociadas, mayoritariamente, a los soldados que regresaron de la Guerra de la Triple Alianza (zona endémica), como a los intercambios comerciales portuarios y la inmigración. La fácil propagación de la enfermedad tuvo múltiples factores, desde las condiciones de higiene y salubridad hasta el hacinamiento de las clases populares. Vale destacar que no existía vacuna alguna para esa fecha.
El 23 de marzo de 1870 escribía a LA NACION el escritor, político e historiador Andrés Lamas (se publicaría el 27) una carta dirigida a su amigo y Director Bartolomé Mitre. La misma estaba influenciada por sus relaciones políticas y laborales con Brasil, que le permitió acceder a una nota escrita por autoridades sanitarias de Río de Janeiro donde destacaban los avances en el estudio de la enfermedad y los métodos de desinfección de objetos y ambientes contaminados. El autor ve en la comunicación de la prensa una herramienta para prevenir lo que finalmente no sucedería. De allí se puede destacar:
"Mi querido amigo: Veo que la prensa principia a prestar atención a la vecindad de la fiebre amarilla; pero todavía no se presta la que merece. Es este uno de los más importantes asuntos que puede ocuparse y preocuparse la prensa, porque las malas condiciones higiénicas en que se encuentra esta Ciudad agravan el peligro en que nos coloca la existencia de aquel terrible flagelo en un puerto próximo, y con el que tenemos tantas, tan frecuentes y tan rápidas comunicaciones.
Para concurrir a provocar el estudio y la discusión en esta importante materia, con el fin de que la opinión pública fortalezca la acción de los gobiernos y de las autoridades facultativas, le envío (…) la traducción literal de una carta del muy ilustrado Dr. Jobicu (en su escrito cita al argentino Dr. Montes de Oca, quien fuera también uno de los insistentes en tomar medidas desoídas y a la postre uno de los médicos destacados en la lucha contra la pandemia), director de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro.
(…) solo observaré que los buques que vienen del Brasil con destino al Paraguay o a Mato Grosso pueden penetrar en el interior sin sujetarse a las cuarentenas de Montevideo y de Buenos Aires, esto es, pueden derramar el contagio en puertos y en costas (…) en segundo lugar, nuestras medidas y preocupaciones sanitarias miran más a las personas que a las cosas, y la experiencia ha demostrado que los objetos porosos, las ropas: sobre todo las ropas sucias (…) sin la desinfección -y sin la desinfección eficaz- del buque en que aparecen enfermos (de mal epidémico) poco se habrá hecho."
Citando al Dr. Paulo Cándido, Presidente de la Comisión Sanitaria y de la Junta de Higiene de Río de Janeiro en sus memorias de 1856 sentencia: "Así pues, es evidente que existen casos muy numerosos, en las cuales la causa epidémica no está en el aire ambiente, sino en las personas y en los objetos. Y más: llevar las cuarentenas de las personas más allá de esos límites (…) es un absurdo peligroso; pero como media interina es indispensable y desde que tena duración razonable solo los imprudentes pueden compartirla".
En ánimos de colaborar en la importancia de medidas preventivas (como algunas de las que se ven hoy frente al coronavirus), y a la luz del pasado, este ejercicio de memoria puede dar algo de tranquilidad y conciencia de que la responsabilidad es un deber social clave en la pelea contra una epidemia como lo fue la fiebre amarilla o una pandemia como la actual.
Licenciado en Ciencias Políticas
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