Coronavirus: detrás de la emergencia sanitaria hay una crisis de seguridad
"Detrás de toda crisis sanitaria se esconde una crisis de seguridad". La frase es de Sergio Berni, ministro de Seguridad de Axel Kicillof.
Pero cuando hablamos de seguridad, ¿de qué hablamos? Primero, de seguridad física, de hacer cumplir la cuarentena total y obligatoria y aplanar así la curva de contagios, que es la estrategia que ha tomado el Gobierno argentino para combatir el virus.
No parece tan sencillo: hoy fue el segundo día de largas colas para entrar al centro porteño desde el conurbano. Algunos usuarios del Puente Alsina y del Puente La Noria reportaban hasta más de 10 cuadras de cola y largos minutos de espera para cruzar hacia la ciudad. Es obvio que además de la gente habilitada para circular hay muchos otros que están circulando porque violan la cuarentena.
Estas dificultades para el control llevaron al Gobierno a no descartar un endurecimiento de los controles: "Lo que no entra por la razón va a entrar por la fuerza", dijo el Presidente. La Ciudad aumentó hoy las multas para los que violen el aislamiento obligatorio y podrían llegar hasta $80.000.
Pero también hablamos de inseguridad económica porque la Argentina tiene un 35 por ciento de la población económicamente activa que trabaja en la informalidad: una debilidad estructural que nuestro país arrastra por décadas. El coronavirus viene a ser como un zoom gigante: nos muestra, amplificados, los problemas que la Argentina, en décadas, no ha sabido resolver.
Pero la inseguridad también es emocional: el confinamiento obligatorio, la soledad, el aislamiento social, la incertidumbre puede tener un costo muy alto para muchas personas y familias. ¿O puede haber una oportunidad también en ese aislamiento?
No es lo mismo cumplir la cuarentena en una casa con cuartos que una habitación de una villa de emergencia o en un asentamiento donde viven varias personas en una misma habitación, con los chicos en casa, además, por el cierre de las escuelas. El dilema se planteó en la reunión del presidente Alberto Fernández con los intendentes del conurbano.
La presencia del Estado para hacer cumplir la cuarentena en los barrios más vulnerables no es tan sencilla. Lo vimos en Ituazaingó días pasados. La Policía quiso hacer cumplir la cuarentena a un grupo de chicos y los vecinos respondieron a tiros.
La política se enfrenta a dilemas inéditos: la escasez de recursos en materia de seguridad para enfrentar la pandemia. Cada policía que entra en contacto con una persona, que no sabe si está contagiada o no, debe salir preventivamente del servicio.
En las últimas horas, el Gobierno teme que se desate una crisis carcelaria, como la que está sucediendo en Colombia, también a raíz del coronavirus. Hubo otros incidentes esta semana en las cárceles bonaerenses de Batán y Florencio Varela. Los presos piden medidas esenciales de higiene para evitar contagios masivos.
Otra cara de la seguridad, en el conurbano y sin gente en la calle, es que hay muchos negocios, en barrios vulnerables, que quedan expuestos para ser saqueados, robados. ¿Se los está protegiendo de una manera especial a estos locales de cercanía?
Dice Agustín Salvia, el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, uno de los hombres que más sabe de pobreza: "No sólo estamos ante una epidemia sanitaria, también tiene lugar una nueva ola de pobreza estructural que golpea especialmente la vida cotidiana de los más vulnerables"
La cuarentena no afecta a todos por igual. Los hogares que dependen de trabajos informales (prestadores de servicios de todo tipo, changas, puesteros, empleadas domésticas) y la clase media baja (que no recibe ningún subsidio) son los más golpeados. Si no trabajan, no comen. -A ellos va dirigida la ayuda de $10.000 que anunció esta semana Alberto Fernández y el refuerzo de $3000 para beneficiarios de planes sociales. El Gobierno está estudiando incluir a la clase media baja en la tarifa social.
El mapa de la informalidad en la Argentina es así: el 32% de los hogares urbanos no tiene ninguna relación con salarios formales privados. Dos tercios de ellos reciben alguna asignación, por lo que 10% de los hogares no recibe nada. Están fuera hasta de los programas sociales y son pobres, sectores vulnerables.
Cualquier transferencia de recursos tradicional -AUH, tarjeta alimentar, jubilaciones, etcétera- deja afuera a esos hogares, que son de 1,2 a 1,5 millón de acuerdo a si estimamos hogares rurales o no. Por eso, dice Salvia, que el mejor escenario para la economía informal es la cuarentena lo más corta posible.
Porque, además, dentro de la crisis de seguridad avanza el narco en las villas y asentamientos: el narcomenudeo quizá es el único trabajo al que pueden acceder los más pobres en tiempos de pandemia.
La pregunta es: ¿el derrumbe económico que afectará mucho más a los más vulnerables no puede matar más gente que el propio virus? Hoy en la reunión virtual de los países que integran el G-20, convocada para encontrar soluciones globales al virus, Alberto Fernández pidió crear un "fondo de emergencia humanitaria".
Con la economía frenada, a las empresas argentinas se les están cortando los ingresos y piden medidas para no cortar la cadena de pagos. ¿No habrá otra alternativa a cerrar todo?
Se pregunta Thomas Friedman hoy en el New York Times: ¿No habrá otra alternativa a cerrar todo? Con la mayoría de las empresas cerradas y millones de personas que empiezan a quedarse sin trabajo, algunos expertos ya se preguntan: "Pará un minuto, ¿qué nos estamos haciendo a nosotros mismos y a nuestra economía? ¿No será el remedio, aunque dure poco tiempo, peor que la enfermedad?". Estamos tomando decisiones que afectan a todo el país y a la totalidad de nuestra economía.
Es bueno hacerse preguntas y abrir la discusión. David L Katz, director fundador del Centro de Investigaciones en Prevención de la Universidad de Yale, propone segmentar la cuarentena y acotarla a la población de riesgo.
¿Qué propone? Una estrategia de aislamiento de dos semanas. Decirle a todo el mundo que se quede en su casa dos semanas, no indefinidamente. Entonces, los que manifiesten síntomas deberían quedarse en autoaislamiento, con o sin testeo, tal como hacemos con una gripe.
Y quienes después de esas dos semanas no tengan síntomas ni sean población de riesgo (adultos mayores), deberían poder volver a trabajar o estudiar. En esa línea, y a contracorriente de la mayoría de los países, Suecia optó por otra estrategia que excluye el cierre de escuelas, restaurantes y bares.
Esta estrategia distinta provoca un debate ya que algunos temen que Suecia no haga lo suficiente para proteger a la población. Las autoridades sanitarias suecas insisten en que las personas que deben quedarse confinadas son los adultos mayores, no los niños, razón por la cual aún no decretó el cierre de las escuelas. Paradójicamente, el gobierno socialdemócrata sueco piensa los mismo con respecto al coronavirus que el populismo de derecha del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
Japón, que además está muy conectado con China, es otro país que está haciendo las cosas de un modo diferente. Tiene solo 813 casos activos -285 se recuperaron- y 42 fallecimientos. Tiene cerradas las escuelas, pero se puede salir a la calle. Templos, bares y restaurantes están atestados de personas que desafiaron las súplicas de distanciamiento social del gobierno.
Alemania anunció que desde la medianoche quedaban prohibidas las reuniones de más de dos personas. Prohibición de contacto, en lugar de confinamiento obligatorio. En la mayoría de las ciudades alemanas todavía está permitido salir a hacer deporte, compras. Tiene una tasa de fallecidos muy baja.
Wolfgang Wodarg, reputado epidemiólogo y expresidente de la Comisión de la Salud del Consejo de Europa, Manuel Elkin, descubridor de la vacuna contra la malaria y Pablo Goldsmith, prestigioso virólogo, entre otros muchos científicos, cuestionan la ola de pánico creada en torno al coronavirus y las medidas desproporcionadas y contraproducentes que se están tomando en países como España.
La idea es abrir el debate, ampliar las preguntas en medio de un experimento inédito para la humanidad. Cerrando la grieta.
Alberto Fernández tiene mucho apoyo no solo de la sociedad, en las medidas que está tomando, sino de la oposición, de intendentes y gobernadores locales, que son los que tienen que implementar las estrategias de combate al virus en sus distritos. Hoy Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta están coordinados en el mismo sentido. Más allá de algunos brotes aislados, el virus cerró la grieta por un rato.
Eso es muy importante y no sucede así en otros países. Por ejemplo, en Brasil y Chile, en cambio, los estados se sublevan contra el gobierno central porque no tomó medidas a tiempo.
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