Cristina y Moyano: ¿grieta o precipicio?
Dos veces en menos de 48 horas. Y con una dureza que no registra precedente en la historia del kirchnerismo. Primero casi se burló de la simultaneidad entre el pedido de Hugo Moyano para que acceda a ir por la reelección y la persistencia de los bloqueos sindicales. Pidió menos apoyo de palabra y más respaldo en la acción. Dos días más tarde reforzó el mensaje. Ya sin medias tintas. Advirtió que no se dejará extorsionar, equiparó a los gremios con corporaciones, los tildó de hipócritas y ató su futuro en el poder a que los sindicalistas hagan su aporte a la "paz social" que exige una campaña que pretende llegar a buen puerto.
Cristina Kirchner escribió ayer el capítulo más tenso de su tormentosa relación con el jefe de la CGT. Volvió a quedar en evidencia que los enemigos más poderosos de la Presidenta caminan a su lado.
La escalada, mezcla de tironeos, presión y concesiones, atraviesa la escena política de los dos últimos meses. Comenzó a mediados de marzo, cuando Moyano amenazó con un paro por un pedido para investigar sus negocios llegado desde Suiza. Después acordó un techo de 24 por ciento para las paritarias que su propio hijo desconoció la semana pasada, cuando exigió un aumento mayor y volvió a agitar el fantasma de la huelga general. El reclamo para que haya sindicalistas en lugares de peso de las listas de octubre (incluso en la fórmula presidencial) sumaba voces a diario. El reclamo por la deuda con las obras sociales sindicales y la presión por el proyecto para repartir ganancias, también.
El 1º de abril la Presidenta anunció la suba del mínimo no imponible de Ganancias, un reclamo neurálgico de la CGT. Casi un mes más tarde, Moyano llenó la 9 de Julio, le pidió a Cristina Kirchner que aceptara el desafío de la reelección y le garantizó su apoyo. Aprovechó, claro, para volver a pedir más espacio político. Hace diez días, cuando se vieron por última vez cara a cara, la Presidenta le hizo el primer pedido de "racionalidad y moderación" en las protestas sindicales. El reclamo se repitió, potenciado, el martes y tuvo su expresión más virulenta ayer.
Lejos de quedarse atrás, Moyano se ocupó de dejar claro que va a hacer valer cada ladrillo de la fortaleza de poder que construyó en los últimos ocho años. Primero mandó a sus laderos a no acusar recibo (no del todo al menos) por el reto presidencial. "El Gobierno y los empresarios son tan responsables como nosotros" repitieron a coro los hombres de la CGT, como si el gobierno fuera otro que el que encabeza Cristina Kirchner.
Pocas horas después, el taxista Omar Viviani metió una cuña explosiva en la pelea por la gobernación bonaerense. "Massa es mejor candidato que Scioli", disparó. Habló incluso de la "insatisfacción" de muchos sindicalistas con el "estilo" del gobernador y deslizó que, como presidente del PJ de la provincia, Moyano no debería desconocer ese malestar.
Desde hace dos meses con particular intensidad, las demandas sindicales, las pujas por dinero y la ambición política se combinan en una alquimia explosiva. En todos los casos, particularidades al margen, lo que está en juego es el poder en su expresión más cruda. El que Néstor Kirchner necesitó construir cuando asumió la presidencia hace casi ocho años, el que Moyano acumuló desde entonces y el que el oficialismo pretende retener hasta 2015.
Cuando faltan cinco meses para las elecciones, y más allá de que las encuestas le auguren una victoria contundente, Cristina Kirchner parece haber entendido cabalmente aquello de que Moyano es "piantavotos". También parece haber caído en la cuenta de que el 11 de diciembre el jefe de la CGT seguirá estando donde hoy está y que tendrá que seguir lidiando con él si gobierna la Argentina por cuatro años más. "Nadie se suicida y menos la jefa", dijo ayer Julio Piumato pocas horas después de la última ráfaga de ira presidencial. Síntesis perfecta. Peronismo. También poder (del que se tiene y ejerce con plena conciencia) en estado puro.
En las próximas horas Cristina Kirchner anunciará quien será su candidato a jefe de gobierno porteño. El Gobierno dejó trascender que, más allá de quién sea el elegido, las listas de legisladores se repartirán en partes iguales entre Filmus, Boudou y Tomada. ¿Recibirá Moyano su parte después de haber apoyado la candidatura del ministro de Economía? Será la primera instancia de reparto de poder fáctico después de la tormenta. Tal vez arroje una pista de qué pasará con el vínculo entre la Casa Rosada y la CGT en los próximos meses.
Desde la muerte de Néstor Kirchner la hendija que separa a Cristina Kirchner de Moyano se ahondó a una velocidad impensada. La relación de mutua dependencia que los une es a la vez frágil, pesada y peligrosa. Inevitable. Las próximas horas dirán si la grieta sigue siendo grieta o si se vuelve precipicio.
En Twitter: @lbullrich
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