El "hermano Daniel" y la sombra de la Triple A
El lazo con López Rega vuelve a complicar a la ex presidenta
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"Me he enterado de que hay habladurías acerca de López Rega. Pero quiero que sepan, y les quede bien claro, que lo que fue bueno para Perón también será bueno para mí."
Menos de una semana después de las exequias de Estado por la muerte del fundador del justicialismo, María Estela Martínez hacía uso despiadado de su flamante poder presidencial para ratificar en su puesto al controvertido ministro de Bienestar Social y, para sorpresa del gabinete en pleno y del radical Ricardo Balbín que escuchaban aquel monólogo, nombrarlo, además, en el cargo de secretario.
A esa altura de la historia, López Rega ya era "El Brujo" para los peronistas que lo odiaban. También era, para quienes lo respetaban, aquel "Lopecito", que había decidido como amo y señor quién pasaba y quién no los portones de la quinta de Puerta de Hierro para hablar con el líder carismático en sus días de exilio forzado en España.
La historia de López Rega está decididamente atada a la de la ex presidenta. Fue ella quien lo introdujo en el entorno de Perón luego de que se conocieran en la casa del teniente coronel (R) Bernardo Alberte. Era mayo de 1966 y "La señora" había llegado a Buenos Aires con el mandato de derrotar a Serú García, el candidato vandorista a la gobernación de Mendoza. López Rega trabajaba en la imprenta Suministros Gráficos y la confección de las boletas electorales justificó la reunión. "Le presento a un muchacho peronista y muy servicial que se dedica a la astrología", dijo Alberte.
Sin embargo, Miguel Bonasso sostiene en su libro "El Presidente que no fue" que aquel encuentro fue una fachada para disimular que ambos eran enviados de la Central de Inteligencia norteamericana (CIA) para espiar a Perón desde la intimidad.
Intimidad
La versión oficial sostiene, en cambio, que a partir de aquel encuentro, la esposa de Perón estableció una rápida conexión con quien se había presentado como "El hermano Daniel" gracias a que las prácticas esotéricas y ocultistas no eran ajenas a su vida. De hecho, fue introducida en ellas por el matrimonio Cresto, la familia que le dio cobijo cuando llegó a Buenos Aires desde La Rioja, su provincia natal.
A partir de aquel momento, "Isabel" y "Daniel" entablarían una relación tan estrecha que entre el personal doméstico de la quinta de Olivos, con Perón ya presidente por tercera vez, se aseguraba que existía algo más que esoterismo y amistad. Esto nunca se comprobó, al igual que los rumores sobre las prácticas necrofílicas en Puerta de Hierro y a solas ante el cuerpo embalsamado de Eva Perón.
Sin embargo, hay una anécdota que hace creíbles aquellos rumores. Apenas muerto Perón, López Rega se acercó al cadáver y, tomándolo por los pies, intentó revivirlo al grito de "¡Volvamos como antes, Faraón!" La anécdota figura en el libro "El Golpe", del periodista Alberto Dearriba, a partir del testimonio del actual canciller Jorge Taiana.
El poder de "Lopecito" llegó a su pico máximo con la creación de la Triple A, que para algunos comenzó a operar a partir del "documento reservado" de septiembre de 1973 en el que el propio Perón instruía cómo terminar con el entrismo de izquierda. Otros dicen que la piedra fundacional fue el atentado contra el radical Hipólito Solari Yrigoyen
Como sea, López Rega mantuvo su influencia aun fuera del gobierno, cuando se lo recuerda vestido con remera roja parado frente al despacho de la presidenta eligiendo quiénes podían pasar y quiénes no. "Es mi amigo", lo defendía la mujer ante cada embate.
El final fue de bochorno. Un batallón del Regimiento de Granaderos a Caballo debió desarmar a su custodia antes de desalojarlo del chalet presidencial e iniciar un derrotero que comenzó con un viaje al exterior como embajador plenipotenciario y concluyó en 1989, con el juicio final de la muerte antes que la sentencia de la justicia terrenal. Hoy, su amiga y discípula enfrenta la misma disyuntiva.






