La renuncia de Chacho, un recuerdo casi inevitable
Puntos de contacto entre el ex vicepresidente de la Alianza y la situación de Cobos
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La imagen de un Chacho Alvarez serio y cabizbajo, frente a las cámaras para anunciar su renuncia a la vicepresidencia de la Nación aquel viernes de octubre de 2000, irrumpió esta madrugada en la memoria de muchos mientras Julio Cobos pronunciaba su tenso y determinante discurso en el Senado.
El fantasma de que casi siete años después la historia de un vice que deja su cargo pudiera repetirse sobrevoló el ambiente durante varias horas. Finalmente la palabra prohibida salió de boca del propio Cobos: "No pienso renunciar", dijo sereno ante los periodistas que lo esperaban en la puerta de su casa en Ezeiza.
Fue seis horas después de haber sepultado el proyecto oficial de retenciones móviles, la mayor obsesión del Gobierno de los últimos cuatro meses.
En común. La renuncia como destino posible no es lo único que aúna a Chacho Alvarez con Cobos. También los une haber tenido relaciones tensas con sus jefes, haber dejado en evidencia la fragilidad de las alianzas electorales construidas tras el retorno de la democracia y que el Senado haya sido el escenario de las crisis que los tuvieron como protagonistas.
El estallido del escándalo por el supuesto pago de coimas para la aprobación de la reforma laboral en abril de 2000 fue, -además del principio del fin del gobierno de Fernando de la Rúa-, el detonante de la renuncia de Chacho Alvarez.
Las grietas que habían empezado a notarse entre De la Rúa y su vice apenas trascendió el affaire de los sobornos se ahondaron en pocos meses. Mientras que el entonces presidente pretendía investigar el caso "puertas adentro", a través de una comisión investigadora del Senado, Alvarez pugnaba por llevar el tema al terreno de la Justicia. "La sociedad no va a creer en las investigaciones que se hagan desde adentro", argumentaba el frepasista por esos días.
El fin. La tensión se volvió insostenible cuando De la Rúa reformuló su gabinete, mantuvo a Fernando de Santibañes y José Genoud y ascendió a Alberto Flamarique, tres de los hombres más comprometidos por el escándalo y dejó al Frepaso prácticamente fuera del gobierno.
"Presento mi renuncia indeclinable al cargo de vicepresidente de la Nación. Lo hago para poder decir con libertad lo que siento y lo que pienso. Y al mismo tiempo para no perjudicar al Presidente ni alterar la vida institucional", fue la primera frase del discurso con el que Alvarez dejó al gobierno sin vicepresidente. La Alianza, ese pacto electoral creado para derrotar al menemismo, empezaba a derrumbarse.
El derrotero de Cobos. Los más de 120 días de conflicto con el campo dieron las primeras señales de fisuras dentro de la Concertación Plural, la herramienta pergeñada por Néstor Kirchner para facilitar la llegada de su mujer al poder.
En los últimos cuatro meses, el vicepresidente protagonizó una seguidilla de movidas que enfurecieron al matrimonio presidencial: comenzó por sugerir, dos días antes de que lo anunciara la Presidenta, que las retenciones debían pasar por el Congreso, se reunió con los gobernadores más críticos de la Casa Rosada, recibió a la cúpula de la Iglesia y a los presidentes de las cuatro entidades del campo. Terminó, en pleno debate de las retenciones en la Cámara de Diputados, afirmando que el kirchnerismo debía buscar "consenso en lugar de votos".
Cada uno de sus gestos fue leído desde Olivos como un desafío a la estrategia oficial en la pelea con el campo. La escalada no fue gratuita. Además de los duros cuestionamientos públicos que le dedicaron Alberto Fernández y Florencio Randazzo, entre otros voceros del oficialismo, Cobos vivió la experiencia de la falta total de contacto con la Casa Rosada.
El del 20 de junio fue el último acto que Cobos compartió con Cristina Kirchner. Desde entonces, apenas cruzó palabras de cortesía con ella en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, hace diez días. Anteayer no fue invitado al acto que Kirchner encabezó frente al Congreso.
Desempate impensado. Pese al aislamiento, la expectativa alrededor de la figura de Cobos fue creciendo ayer al ritmo del paso de las horas del extenuante debate en el Senado. En dieciocho horas el oficialismo pasó de la tranquilidad a la desesperación por los votos hasta que el empate hizo que todas las miradas se posaran sobre él.
A las 4.29, con la voz y el pulso temblorosos, el vicepresidente puso fin a la incógnita y sorprendió a todos. No sólo anunció su voto en contra. También dijo que quería seguir siendo vicepresidente.
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