Ladrones de futuro

Si usted camina por la calle con $ 2000 en el bolsillo y en la esquina lo asaltan, al final de la cuadra tendrá $ 0. Quizá usted prefiera tener en el bolsillo $ 1700, pero saber que llegará tranquilo a su destino, sin riesgo alguno.

Ese ejemplo, quizá muy simple, explica qué es la seguridad jurídica: un conjunto de reglas estables, que permiten prever cómo se comportará el Gobierno hoy y, fundamentalmente, cómo se comportará mañana.

A las empresas le ocurre lo mismo que a las personas de a pie.

La economía puede estar creciendo y los empresarios pueden estar obteniendo ganancias hoy. Pero el empresario sólo estará dispuesto a invertir pensando en mañana si percibe que hay seguridad jurídica, es decir, calcula que se mantendrán las reglas estables en materia económica, impositiva, etcétera.

Así como una persona asume riesgos, pero no quiere correr el riesgo que lo asalten o maten en la esquina, un empresario asume riesgos (invertir, ganar, perder) pero no quiere correr el riesgo de que lo expropien, lo obliguen a bajar los precios (como le ocurrió a Shell) o, de buenas a primeras, una mañana un funcionario se le ocurra decir que una empresa "ya no existe más" (como dijo Julio De Vido respecto de Fibertel, poniendo en riesgo millonarias inversiones realizadas durante años). En condiciones de inseguridad, el empresario no invierte o procura tasas de retorno extraordinariamente altas, que no se compadecen con el desarrollo serio de la economía.

La inseguridad jurídica genera imprevisión, inestabilidad y aumenta la litigiosidad.

Por eso, cuando el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, le responde a los empresarios que sí hay seguridad jurídica porque ellos, ahora, obtienen ganancias, está dando una respuesta falaz, vacía.

Un ladrón nos puede robar el sueldo; un Gobierno, cuando hay inseguridad jurídica, puede acorralar una empresa y, en definitiva, robar el horizonte de futuro de un país.