Por hacer bullying fueron condenadas a leer El diario de Ana Frank
Así lo determinó la jueza de menores Cristina Pecoraro; “Para mí, las tres son víctimas”, sostuvo la magistrada, que pidió al Ejecutivo provincial garantizar contención social para a las familias involucradas
SANTA FE.- En un fallo sin precedentes, dos hermanas de 13 y 14 años, que fueron denunciadas por hacer bullying a una compañera de curso en una escuela de Casilda, al sur de esta provincia, fueron condenadas por una jueza de menores a leer El diario de Ana Frank, que de no estar disponible, lo deberá proveer el ministerio de Educación provincial. “Para mí, las tres son víctimas”, sostuvo la jueza de menores, Cristina Pecoraro, que pidió al Ejecutivo provincial garantizar contención social para a las familias involucradas.
Para ese cometido, las hermanas deberán concurrir hasta fin de año, en horario vespertino, a la biblioteca de la escuela de Casilda para ayudar en diferentes tareas e incursionar en la lectura con fines educativos. Luego de leer el libro deberán exponer frente al aula su interpretación sobre ese material literario.
La medida, que no tiene precedentes en el fuero penal juvenil, y que quedó firme al no ser apelada, “apunta a velar por el bienestar general de los menores involucrados haciendo especial hincapié en la responsabilidad que le cabe al Estado para prevenir situaciones de conflicto como la ocurrida”.
La jueza Pecoraro arribó a tal conclusión tras una minuciosa investigación que dejó al descubierto necesidades insatisfechas en ambos grupos familiares, y que consideró necesario atender, al margen de lo dispuesto como acción correctiva hacia las chicas denunciadas por el violento hecho.
El episodio, ocurrido hace algo más de un mes atrás, al ser cometido por menores, no es punible, y habría sido el corolario de una serie de situaciones indeseadas por la víctima, que antes de ser agredida y lesionada venía siendo insultada y amenazada con que golpearían a su madre.
Este diario pudo confirmar que el hecho se produjo en una plaza, donde las agresoras hirieron a la víctima con un ladrillo. Al tomar conocimiento del caso, la mamá de la agredida radicó la denuncia, y así intervino la Justicia.
Además de disponer acciones destinadas a mejorar el comportamiento y la integración social de las agresoras, Pecoraro fue más allá al involucrar al Estado para que, además de las obligaciones de competencia educativa a través del área correspondiente, “garantice una mejor calidad de vida para ellas y su núcleo familiar, que componen junto a su madre y otras tres hermanas, una de las cuales discapacitada”. La misma asistencia requirió, emplazamiento mediante a los organismos pertinentes, para la víctima y su madre que desde hace tiempo residen en el Hogar Padre Manuel de Casilda en condiciones que la jueza evaluó como “poco dignas”.
Para la jueza, “más allá de las responsabilidades sobre el hecho estamos en presencia de un caso donde todos las personas involucradas son víctimas de una situación de vulnerabilidad social que implica que el Estado se haga cargo y arbitre los recursos necesarios para responder en consecuencia”.
“Si bien es importante que las chicas pidan disculpas en compañía de su madre a la víctima y todos los séptimos grados de la escuela, al curso por su actitud y cumplan con las otras medidas impuestas, resulta fundamental apelar a la responsabilidad del Estado para que articule los medios y ayude a ambas familias que viven en condiciones desfavorables y no dignas como merecen”, remarcó la jueza.
Pecoraro detalló en el fallo que “es obligación de los servidores públicos, personal docente y administrativos, así como de los padres y de la sociedad, dar una respuesta eficaz, oportuna y responsable a fin de que reflejen el respeto a la vida, a la integridad de las personas, de su dignidad y sus derechos, rechazando la violencia y todo tipo de agresiones y en adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad, tolerancia y entendimiento entre pueblos y entre grupos y personas”.
Aquel libro, aquella historia
El libro relata que Ana Franck escribió un diario entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944. El 4 de agosto de 1944, unos vecinos (se desconocen los nombres) delatan a los ocho escondidos en “la casa de atrás”. Además del Diario escribió varios cuentos que han sido publicados paulatinamente desde 1960. Su hermana, Margot Frank también escribió un diario, pero nunca se encontró ningún rastro de éste.
El 4 de agosto de 1944, una comisión de agentes de la Gestapo al mando del SS Oberscharführer Karl Silberbauer detienen a todos los ocupantes y son llevados a diferentes campos de concentración. Después de permanecer durante un tiempo en los campos de concentración de Westerbork en Países Bajos y Auschwitz en Polonia, Ana y su hermana mayor, Margot, fueron deportadas a Bergen-Belsen, donde ambas murieron durante una epidemia de tifus entre finales de febrero y mediados de marzo de 1945 (el tifus fue causado por la extrema falta de higiene en el campo de concentración). Edith Holländer (madre de Margot y Ana) muere de inanición en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Hermann Van Pels (uno de los ocho escondidos) fue enviado el 6 de septiembre de 1944 a las cámaras de gas de Auschwitz. Su esposa, Auguste van Pels, muere a mediados de abril de 1945 en el trayecto hacia Theresienstadt. Peter Van Pels muere el 5 de mayo de 1945, tres días antes de la liberación. En cuanto a Fritz Pfeffer, murió en el campo de concentración de Neuengamme, el 20 de diciembre de 1944.
Su padre, Otto Frank, fue el único de los escondidos que sobrevivió a los campos de concentración. Cuando regresó a amsterdam, Miep Gies, una de las personas que les había ayudado durante su estancia en el anexo, le entregó el diario contenido en cinco libros y un cúmulo de hojas sueltas que su hija había escrito mientras estaban escondidos. En 1947, según el deseo de Ana, su padre decide publicar el diario y, desde entonces, se ha convertido en uno de los libros más leídos en todo el mundo.
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