Los tres deseos de Javier Milei para el año electoral
Prepara una campaña atípica, con más ajuste, pero con el foco puesto en levantar el cepo y vender “normalidad económica”; la alianza imposible con Macri y el efecto de la implosión kirchnerista
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Se respira ansiedad en la cima del poder libertario. Javier Milei pasa del optimismo ciego al fogonazo de paranoia. Con minutos de diferencia vaticina una “oleada de dólares” en el país y denuncia una conjura golpista detrás de las protestas todavía módicas contra su programa de ajuste. La estridencia verbal disimula un momento de su gobierno que no estaba en los planes. “Hicimos casi todo lo que teníamos previsto hacer en materia económica este año y ahora falta que lleguen los resultados. Es una especie de tensa calma que no habíamos previsto y a la que necesitamos adaptarnos”, explica uno de los interlocutores más cercanos del Presidente.
La sensación de que hay “una moneda en el aire” enturbia la confianza que Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, transmiten sobre el “éxito inevitable” de sus medidas. Una pregunta inconfesable circula entre los gestores del movimiento libertario: “¿Y si no sale todo lo bien o todo lo rápido que imaginamos?”
La duda convive con un reajuste de prioridades. La energía del Gobierno se vuelca ya de manera obsesiva hacia la meta de ganar las elecciones de medio término del año que viene.
La proyección de la campaña depende del escenario económico inminente. Milei transmitió como única regla de oro que no va a sacrificar el equilibrio fiscal en el altar de los votos. “No voy a ceder ni aunque pierda. La imagen está para comérsela. Yo tengo un norte y no me muevo por lo que digan las encuestas”, dijo esta semana en reuniones reservadas.
Quienes trabajan en la ingeniería política del oficialismo repiten que la rareza de ajustar el gasto en un año electoral va a ser una bandera proselitista. Y que se va a quebrar la lógica del “bolsillo de payaso” de los años impares porque a cambio esperan exhibir “normalidad económica” a una sociedad que viene de años de descalabro.
El principal nudo a desatar no es otro que el de las restricciones cambiarias. “La campaña va a ser sin cepo. No damos fecha, pero estamos en el camino final para liberarlo”, explican en las cercanías del “triángulo de hierro” que integran los hermanos Javier y Karina Milei más el asesor multifunción Santiago Caputo.
Si este martes -en su cumpleaños 54- Milei tuviera que pedir tres deseos para 2025, un desarme incruento del cepo estaría seguro al tope de la lista.
El debate entre los economistas sigue caldeado en medio de la fiesta financiera de estas últimas semanas. La apreciación del peso ha convertido a la Argentina en un país con precios de primer mundo e ingresos de subdesarrollo. Milei y Luis Caputo insisten en que llegarán a la convergencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo a partir de un aterrizaje suave de la inflación y la tasa de interés. Otros profesionales que fueron cercanos, como Domingo Cavallo, creen que será imposible normalizar la situación sin un salto devaluatorio previo.
Milei sueña con refregarles en la cara el error a sus críticos. Aun así, a la hora de moverse en el tablero político la incertidumbre impone ciertas cautelas.
Amor-odio
Las encuestas tal vez no le tuerzan el rumbo, pero sí le muestran la magnitud de la tarea. El golpe de la recesión se ha comido parte de la popularidad inicial y va configurando un núcleo de rechazo a su gestión, del que la rebelión universitaria es apenas una expresión visible. Las inversiones no terminan de llegar por mucho que los ministros les rueguen a los empresarios, como se vio en el Coloquio de IDEA. El Gobierno mira con principal atención dos variables, además de la imagen presidencial: la cantidad de gente que dice llegar a fin de mes y la percepción sobre cómo será el futuro económico individual de los entrevistados. Las principales consultoras arrojan aún resultados ambiguos. Salir del cepo asoma como una condición necesaria para que la actividad crezca con vigor en 2025 y el optimismo se cristalice.
La percepción de peligro convenció a Milei y a Santiago Caputo de aflojar tensiones con Mauricio Macri. La designación de María Tettamanti en la Secretaría de Energía, recomendada por el macrista Emilio Apud, se presentó como un gesto de sintonía con el Pro. El Gobierno había decidido hace tiempo la salida de Eduardo Rodríguez Chirillo en la antesala de lo que se prevé un verano difícil, plagado de cortes de electricidad.
Lejos estuvo sin embargo de marcar un punto de inflexión en esta relación signada por las desconfianzas. “No queremos un cogobierno. No nos conviene y no vamos a caer en esa trampa”, enfatiza un habitante primordial de la Casa Rosada.
El segundo deseo de Milei ante las velitas de la torta no puede ser otro que diluir al Pro dentro de La Libertad Avanza en el proceso electoral de 2025. Siente que ya tiene a los votantes tradicionales del macrismo y que las urnas pueden ser la herramienta para ejecutar la operación.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, es un pacifista que le aconseja no jugar con fuego en medio de la recesión. Karina Milei y Santiago Caputo exploran la otra vía. Alrededor de una y otro transmiten el deseo de competir con listas separadas. Que se imponga la pureza identitaria en una fiesta a la que están invitados los conversos, en la estela de Patricia Bullrich.
“En mis encuestas el Pro tiene menos votos que el Frente de Izquierda”, le escucharon decir a Caputo y la frase que llegó a oídos de dirigentes macristas. En las filas del expresidente rige un malestar persistente. “Nos vienen a buscar cuando necesitan votos y después nos liman permanentemente para bajarnos el precio. Así es difícil”, se queja uno de los armadores del partido amarillo.
El jefe porteño, Jorge Macri, es uno de los más insistentes en la idea de marcar matices con el gobierno nacional. Cree que el Pro debe dejar bien claro que tendrá una oferta electoral propia el año que viene y en las presidenciales de 2027. Y si después hay acuerdo que sea para conveniencia de ambas partes. “Somos un partido con vocación de poder y de transformación, no una rueda de auxilio de nadie”, subraya una fuente de Uspallata.
Las señales explícitas de Karina Milei de que quiere disputarle la Ciudad a los Macri agiganta las intrigas. “Son como los adolescentes, que no miden las consecuencias de sus actos”, describe un funcionario cercano al jefe porteño. Una ruptura en Capital, reflexiona, llevaría a la casi segura división en la provincia de Buenos Aires, distrito decisivo para el resultado nacional, sede del kirchnerismo y donde peor le ha ido a Milei en 2023.
Los libertarios sugieren que lo más práctico sería una división coordinada en la Ciudad, que podría permitirles quedarse con los tres cargos de senadores en juego: “¿Para qué le vamos a regalar una banca a Martín Lousteau o a Leandro Santoro?”. La pregunta apenas disimula un desafío. Si La Libertad Avanza pudiera ganarle al Pro en su bastión porteño, quedaría a un paso de fagocitarlo como ya hizo con el sector que sigue a Bullrich. “Que vengan. Nuestras encuestas nos muestran que Milei está cayendo en la Ciudad, sobre todo en el Sur”, dicen en el gobierno porteño. Creer o reventar; a estas alturas una encuesta favorable no se le niega a nadie.
Como medida defensiva, Jorge Macri no descarta desdoblar la fecha de las elecciones locales. La ley de boleta única ya lo obliga a que haya dos comicios separados, aun si se celebraran el mismo día.
Un Congreso hostil
Un operador del equipo karinista, que conduce Eduardo “Lule” Menem, admite que la confluencia con el Pro será casi inevitable. Es una cuestión táctica, de supervivencia: “Al menos hasta finales de 2025 dependemos de ellos para defendernos de un Congreso hostil”.
Persisten diferencias profundas de criterio y de autopercepción entre los libertarios y el Pro. Milei se enfurece cuando escucha a Macri decir que “no hay gestión”. Y desprecia las sugerencias sobre el cuidado de las formas. Alude sin nombrarlo al gobierno de Cambiemos cuando dice que él no les hace caso a las encuestas: “Ellos fracasaron por hacer lo que les pedía Durán Barba”. Los libertarios conciben de manera distinta el poder. Ven con más simpatía al peronismo que a los “tibios” republicanos. Incluso le niegan a Macri influencia en el triunfo en el ballottage, una disidencia inmensa en la interpretación que cada uno hace de la historia reciente.
Caputo y el diputado Cristian Ritondo mantienen abierta una mesa de coordinación cuya misión principal es hoy garantizar el tercio de diputados necesario para blindar los vetos de Milei a las leyes que sancione la oposición. A la categoría de enemigos Milei arrojó a Miguel Pichetto y su bloque arcoiris, que se habían ofrecido como aliados a principios de año. El Pro se acomoda en el espacio del “sí, pero”. Un grupo de gobernadores sin terminal nacional se ofrece como muleta, votación por votación, a cambio de paz electoral en sus distritos y alguna migaja en la era del “no hay plata”.
El próximo reto del Gobierno consiste en impedir -con otro veto- una ley que limite el uso de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Y en paralelo evitar que “los muchachos se pongan creativos con el presupuesto”, como retrata un ministro. “Si fuera por nosotros, que nos dejen sin ley y seguimos manejando partidas a gusto”, se sincera otra fuente libertaria.
Milei está dispuesto a pagar el costo de gobernar a fuerza de DNU y vetos. Como consecuencia, alimenta el espíritu de cuerpo entre opositores de paladares muy diversos.
Con los primeros calores de la primavera se diluyó por completo el impulso acuerdista de aquel Pacto de Mayo que se firmó en julio. En la Casa Rosada admiten que fue un artilugio para atravesar el peor momento de la actividad económica y la etapa de mayor conflicto con la corporación política.
La crisis del kirchnerismo
Milei y su gente celebran que en este impasse se haya desatado la implosión del kirchnerismo. La decisión de Cristina Kirchner de quedarse con la presidencia del PJ había sido una nota amarga para el Gobierno. Ofrece la tentación simplona de polarizar con un símbolo de todo lo que Milei rechaza en materia económica. Pero instala el fantasma de un regreso al populismo, capaz de desestabilizar el programa económico en caso de lograr una buena elección en Buenos Aires.
“Más que polarizar con Cristina nosotros queremos que florezcan muchos peronismos, que se dividan todo lo posible sobre todo en la Provincia”, resumen en el oficialismo.
En las usinas proselitistas del oficialismo trazan un “número mágico”: conseguir el 40% de los votos a nivel nacional, suficiente para instalar la idea de que el proyecto libertario tiene cuerda para un segundo período. Pero saben que históricamente el resultado de Buenos Aires ha sido la medida del éxito o fracaso de un gobierno en las elecciones de medio término.
Nada podía ser más alentador para Milei que la batalla entre Cristina Kirchner y su hijo político, Axel Kicillof. Ella lo acusó sin nombrarlo de traidor y cobarde porque no la apoyó en público en el acto del 17 de octubre. Esa ceremonia peronista fue el lanzamiento de un inverosímil ultrakirchnerismo sin Cristina. No hubo canciones ni caras ni estética nuevas. “Kicillof dijo que con Cristina se vivieron los días más felices, pero lo expresó como un divorciado nostálgico. La enloquece esa falta de lealtad”, resume un camporista indignado.
Ella le aplica el rigor de su manual de conducción política. Manda uno solo. Quien la quiera jubilar le tiene que ganar. “El bastón de mariscal”, al que tantas veces aludió, es para gente que se anime a ir la guerra. Dejó correr que está dispuesta a ser candidata a diputada para erigirse en la némesis de Milei. Habrá que ver el destino del fallo sobre el caso Vialidad y su eventual inhabilitación.
Tiempo al tiempo. Ahora mismo a Cristina se le materializa el espectro del despoder. Cuando tuvo que declarar en el juicio por el intento de asesinato, en agosto pasado, La Cámpora presionó y obtuvo el apoyo de 84 intendentes bonaerenses para una solicitada laudatoria de su figura. Un mes después, cuando ella se lanzó para presidir el PJ, apenas arañaron una decena de firmas.
El Gobierno mira este drama con recelo. “No nos comemos el amague de que se va a quebrar todo. Ellos están destinados a ir juntos, son lo mismo”, dice un estratega libertario que opera en la Provincia. La crisis no detuvo los contactos del Gobierno con intendentes y legisladores peronistas que aspiran a construir una alternativa al kirchnerismo.
Se trata al fin y al cabo de cumplirle a Milei el tercer deseo para el año electoral: un peronismo en mil pedazos, con Cristina y Kicillof trenzados en su particular “guerra de los Roses” y sin nafta para reflotar la mística de una nueva resurrección.
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