Mauricio Macri: la gestión
Cómo fueron los pasos de Mauricio Macri como empresario en la automotriz Sevel, gestor deportivo en el club Boca Juniors y sus mandatos como jefe de gobierno porteño
Empresario: lideró la industria automotriz y fue referente en los 90
La imagen de muchacho acomodado y mantenido que el kirchnerismo le quiso construir en la campaña pareció no ajustarse mucho a la historia en el conglomerado empresarial familiar de Mauricio Macri.
Entrevistado por LA NACION en julio de 2003 (http://bit.ly/1Yoj205), su padre, Franco Macri, prometía jubilarse pronto tras vender todas sus empresas. Y lanzaba: "Si alguno de mis hijos quiere quedarse con una de las empresas la puede comprar".
Por entonces, Mauricio era presidente de Boca y ya mostraba ambición política, y su padre prefería elogiarlo sólo en off the record para no complicarlo y complicarse con la gestión kirchnerista.
En los 90 Mauricio lo había acompañado en Sevel, que reflejaba localmente la asociación internacional de las compañías y producía aquí automotores Fiat y Peugeot. La gestión no debe haber sido mala ya que Franco Macri la recordaba así: "Cuando vendí Sevel empecé a hacer algunas inversiones en el exterior porque acá no había posibilidades de invertir y salí de la industria automotriz con disponibilidades muy importantes".
En los inicios de los 90 dos de los modelos de Sevel estaban entre los tres más vendidos en el país: el Fiat Duna y el Fiat 147. El primero ocupó por años el primer lugar del podio y se llevaba casi el 10% de las ventas de 0KM en su categoría. El 147 era tercero. Faltaba tiempo para que el VW Gol ocupara, salvo en pocas oportunidades, el primer sitio en los ránkings de ventas. VW, siguiendo el ejemplo de Sevel, armó con Ford en la Argentina y Brasil la sociedad Autolatina.
Entonces, los capitales locales tenían preeminencia en la industria automotriz. GM se había ido al igual que Chrysler. Manuel Antelo se quedó con Renault Argentina hasta que volvieron los franceses. Macri salió en un buen momento. Franco previó que la supervivencia con endeudamiento caro no era sostenible.
Jorge Oviedo
Boca: tras 12 años, el trampolín definitivo hacia la política
Desde su asunción como presidente de Boca, en 1995, Macri llevó la vida institucional del club en un puño. Cuestionado, polémico y admirado, su poder se acentuó y se tornó absoluto tres años después de su llegada, justo cuando empezaba a ser apuntado por los malos resultados deportivos. En una decisión audaz, a contramano de la mayoría de la comisión directiva y de los hinchas, eligió a Carlos Bianchi como director técnico del equipo. Fue el acierto clave que marcaría el rumbo de su gestión.
Su desembarco en la dirigencia deportiva había provocado miradas sospechosas por el temor a que la ola privatizadora alcanzara a los clubes de fútbol. Se inspiró en los modelos europeos de gerenciamiento y estableció un fondo común de inversión del que se obtuvo dinero para comprar jugadores (Barros Schelotto y Palermo, entre otros), hasta la creación de la marca Boca, que derivó en un negocio millonario. Otros clubes luego lo imitaron.
Con el impulso del éxito deportivo y el 84% de los votos, fue reelegido en 1999. Obtuvo un tercer mandato gracias a una polémica reforma estatutaria, cuestionada por la Inspección General de Justicia.
Macri intentó mostrar al finalizar su ciclo que su plataforma política se ejecutó casi en su plenitud: recuperó el protagonismo en el fútbol local e internacional; reactivó las divisiones inferiores; se convirtió en un club más vendedor que comprador, y remodeló la Bombonera. Con 16 títulos obtenidos, Macri fue el presidente más ganador de la historia del club, que batió el récord hasta en cantidad socios. Su mancha gris: jamás logró neutralizar a la barra brava.
Los éxitos deportivos de la era Bianchi convencieron a Macri de saltar a la política. Tras la derrota porteña ante Aníbal Ibarra, en 2003, regresó al club y obtuvo un mandato más. El último. Pero desde entonces hasta hoy influye en la vida del club casi tanto como cuando era su titular.
Nicolás Balinotti
La ciudad: exigente y ordenado, siempre con la última palabra
Cuando Mauricio Macri comenzó su gestión en la ciudad de Buenos Aires, el 11 de diciembre de 2007, modificó ministerios y delegó el ordenamiento del nuevo organigrama en el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, hoy jefe de gobierno porteño electo.
Desde el primer día, Macri hizo reuniones de gabinete con sus ministros rotando por distintas dependencias de la ciudad, algunas de ellas en sitios atípicos, como el Jardín Botánico. Una vez por mes, llevó adelante las reuniones "ampliadas", en las que directores y subsecretarios de áreas también participaban. En esas reuniones construyó consenso, permitió la opinión y el diálogo, pero siempre hizo valer la última palabra: la suya.
En los funcionarios en quienes confía delegó la responsabilidad de las obras más importantes. Pero no hace el seguimiento del día a día. El tablero de control, con fechas de inauguraciones y promesas, lo manejó siempre Rodríguez Larreta. La ejecución de la gestión se la dio a él. Macri definió y resolvió los lineamientos generales de las políticas que ejecutó.
En la relación con sus funcionarios más cercanos no es autoritario; es inclusivo y permite el disenso, pero a la vez es exigente con los resultados. Recuerda las promesas y es irónico si no se cumplen. Es puntual y ordenado, pero no le gusta demasiado trabajar encerrado en la oficina.
En varios momentos de su gestión hizo recorridas por la ciudad para tocarles timbre a los vecinos y hablar con ellos, conocer sus problemáticas barriales. Sus funcionarios cercanos le destacan que es un "gran armador de equipos" y algunas veces también se lo ha visto muy "enojado". Principalmente, cuando las cosas se salen de los planes o cuando alguien no cumple con una obligación asumida.
No es un dialoguista "entrenado" con los gremios; ésa es una tarea que también delegó en los ministros de su área.
Pablo Tomino
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