PASO innecesarias, situación inquietante
Como si faltaran daños y penurias, el sistema político volvió a demostrar su creatividad para crear problemas donde no existían. La dimensión del triunfo kirchnerista en las PASO provocó una inmediata debilidad en el gobierno de Mauricio Macri.
El uso y, peor, el abuso de las primarias como juguete electoral generaron un monstruo que amenaza la gobernabilidad a propósito de dos factores recurrentes de la Argentina: la precariedad de su economía y la compulsión del peronismo para volver al poder cuantos antes, que repone en el presente los viejos fantasmas de los finales anticipados de los gobiernos ajenos.
"La elección no sucedió", dijo ayer Miguel Pichetto durante la conferencia de prensa en la que acompañó a Macri. La frase del candidato a vicepresidente muestra lo evidente, pero oculta lo importante. Es obvio que en las PASO ningún candidato fue elegido para cargo alguno. En todo caso, quedaron habilitados para intentar alcanzarlo en las elecciones generales del 27 de octubre. Pero es también inapelable que la catastrófica derrota del oficialismo en ese ensayo limitó casi por completo la posibilidad de la reelección.
Macri puede seguir siendo candidato a otro mandato aunque los números que recibió conviertan ese intento en una quimera. Su problema es ahora sobrellevar la debilidad de un resultado en el que formalmente no quedó consagrado su reemplazante. Parece una formalidad. Lo es. Y de primera importancia. La arquitectura institucional de todos los países pone especial cuidado en establecer los mecanismos de sucesión y en morigerar los efectos a veces indeseables de las transiciones.
Es esa notable omisión, oculta detrás de antecedentes de cierta normalidad, la que serpentea hoy sobre una realidad estremecida por la desconfianza de los mercados y por la inocultable felicidad del kirchnerismo de entrever el final de su rival macrista.
Es un contrafáctico que no oculta su respuesta: si en lugar de hacer las PASO y perderlas Macri hubiese sido derrotado de una vez en la primera vuelta de octubre, es posible que el remezón bursátil y cambiario de ayer se hubiese producido igualmente, pero se habría abierto de inmediato una transición de 40 días que impondría de inmediato la obligación de un ejercicio responsable tanto al gobierno saliente como al presidente electo. No es lo que ocurrió ayer. La campaña sigue y los mercados tiemblan.
"Es una gran encuesta", se repitió como un lugar común sobre las primarias una vez que se confirmó que no habría ninguna competencia interna importante en ninguna de las fuerzas. Y hasta se especuló largamente sobre las consecuencias en los mercados y en la cotización del peso que provocaría una ventaja considerable por parte del kirchnerismo. Con alegre frivolidad, ese último problema pareció remediarse con una recuperación del oficialismo en encuestas que los números del domingo fulminaron.
Adoptadas por Néstor Kirchner luego de maldecir el efecto que le provocaron las listas colectoras en la provincia de Buenos Aires, al ser derrotado en las elecciones legislativas de 2009, las PASO fueron presentadas como una forma de relegitimar la selección de candidatos de partidos políticos diezmados por la crisis de 2001 y de favorecer la organización de frentes electorales. Pero el matrimonio presidencial nunca aceptó usarlas en su espacio y Cristina hasta eligió irse del peronismo en 2017 antes que competir en unas PASO frente a Florencio Randazzo.
El macrismo hizo de sus proyectos de reformas políticas más anuncios que cambios. Insistió con instalar el voto electrónico, pero se contentó con exponer el rechazo del peronismo como un signo de las malas costumbres de su adversario. Tampoco atinó a una negociación en el Congreso para eliminar la obligación de las PASO cuando, como en este caso, no hubo ninguna competencia nacional o limitarlas a los distritos donde sí había alguna elección primaria por cargos legislativos o municipales.
A nadie del Gobierno ni de la oposición se le ocurrió corregir el despropósito de movilizar a toda la población del país y gastar 4500 millones de pesos para votar sin elegir a nadie en un contexto de crisis y pedidos de esfuerzo.
El reflejo condicionado de seguir haciendo lo que resultó bien está detrás de la fascinación que el macrismo tiene por las PASO. En 2015 descubrió que podía ordenar un acuerdo con el radicalismo y con la Coalición Cívica usando unas primarias en las que Macri salió como un cómodo ganador. Al mismo tiempo, encontró que, como fuerza opositora, la acumulación de votaciones le permitía acortar la diferencia contra el oficialismo kirchnerista hasta agotar con un triunfo los tres turnos electorales. Dos años más tarde, usó el mismo recurso para frenar al avance de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires.
En su carrera en desventaja, a partir de la crisis cambiaria de abril pasado, el oficialismo planteó a las PASO como una primera vuelta anticipada y las sobrecargó de importancia. Ya no era una mera encuesta, sino un paso decisivo para llegar al 27 de octubre a una distancia corta que la polarización se encargaría de eliminar en su favor.
Lo que hasta el domingo era una pelea esencial para mantener el proyecto de Cambiemos ayer se convirtió, en palabras de la fórmula presidencial, en un trámite amargo que debía sortearse hasta octubre. La derrota abultada le quitó la importancia a la ilusión destruida de un empate. Y precipitó estos tiempos de inquietud.
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