Un grito que apuntó a todos
Si hay algo que dejó ayer el paro nacional de los docentes es que la protesta por la muerte del maestro Carlos Fuentealba no reconoce fronteras y alcanzó tanto al gobernador de Neuquén como al Presidente y al resto de la dirigencia política.
Ya no hay límites en la protesta de los docentes. Mal que les pese a muchos funcionarios de la Casa Rosada y a cierta dirigencia, las marchas que se extendieron en forma pacífica en todo el país condicionarán obligatoriamente la agenda electoral de este año.
El Gobierno apostó al silencio de Néstor Kirchner en las horas posteriores a la muerte de Fuentealba. Pero las imágenes de ayer en las calles de todo el país obligaron al Presidente a redefinir su estrategia. Incluso en las formas: Kirchner optó ayer por un mensaje desde el atril más contemporizador y menos violento que otras veces.
¿Hubo un giro en el discurso presidencial? Más bien parece ser una reacción espasmódica y "aggiornada" a una realidad que lo supera que a un cambio de actitud real. En tal caso eso, se verá en el futuro.
El Presidente marcó las diferencias que mantiene con Jorge Sobisch, aunque prefirió no nombrarlo. Kirchner aseguró que la muerte del maestro fue consecuencia de una nueva "doctrina de la seguridad nacional", habló de un "fusilamiento" e hizo autoelogio de su estilo "permisivo" frente a la protesta social. Todo para diferenciarse del gatillo fácil que encarna Sobisch.
Pero tuvo que admitir que la protesta docente llegó a las puertas de la Casa Rosada. "La Argentina no termina en la General Paz", dijo. Aunque sin desearlo, la alusión pareció contradecir al ministro del Interior, Aníbal Fernández, que unos días atrás había expresado que los incidentes de Neuquén eran pura responsabilidad del gobierno de Sobisch y no de la Nación.
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Ayer hubo un giro sustancial para la política argentina. La protesta de los docentes unificó a gremios y sectores de la izquierda sindical que mantienen diferencias desde hace tiempo. Cobijó, incluso, a sectores sociales que quizá desde la crisis de 2001 no se habían reencontrado en las calles.
Quien crea que este nuevo escenario no modificará la agenda electoral estará viendo un país en forma sesgada y parcial.
La muerte de Fuentealba y los reclamos gremiales de los docentes ya no distinguen banderas políticas. Tocan de lleno tanto a la izquierda como a la derecha. La protesta de ayer afectará de lleno al cronograma electoral en lo inmediato.
A estas alturas de los acontecimientos, Sobisch forma parte del pasado y es probable que los neuquinos apostados desde anoche y por tiempo indeterminado frente a la casa de gobierno lo obliguen a renunciar.
Pero la protesta de los docentes excede a Neuquén. Muchos más dirigentes que Sobisch deberán tomar nota de cara a las próximas elecciones.
El Gobierno deberá apuntalar más que nunca al ministro de Educación y candidato a jefe de gobierno porteño Daniel Filmus, que quedó muy golpeado tras la protesta docente.
También la Casa Rosada tendrá que redefinir su política salarial acotada al calor electoral y desfasada de los presupuestos de las provincias, como ocurrió cuando se hizo el anuncio del aumento de docentes a nivel nacional. Es que la CTA de Hugo Yasky ahora endurecerá su posición, cuando había logrado cierto acercamiento a la administración Kirchner.
No se descartaría tampoco un rediseño de la política salarial que viene aplicando el Gobierno con otros gremios. Es que el mismo endurecimiento que buscará mostrar la CTA ahora se extenderá a los sindicatos agrupados en la CGT, que se disponen desde esta semana a negociar paritarias con el Ministerio de Trabajo y las empresas.
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La oposición también deberá modificar su visión de la política partidaria y el esquema de alianzas. La dirigencia opositora deberá repensar en adelante sistemas electorales que no queden limitados a figuras o frases armadas.
Mauricio Macri quedó preso de su alianza con Sobisch justamente porque nunca quedó en claro qué intenciones profundas unían a ambos, más allá de los sentimientos antikirchneristas y de dos o tres puntos más de la agenda coyuntural. El intento de despegarse de Sobisch que hizo el líder de Pro en las horas posteriores a la muerte de Fuentealba no hizo más que ratificar la desorientación que reinó en esa alianza de centroderecha.
Los peronistas disidentes alineados con el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, que ayer fue otro de los más señalados por los docentes, también deberán repensar qué intereses reales los unen para enfrentar a Kirchner.
La dirigencia en general no queda ajena a los acontecimientos de Neuquén y al paro de ayer. También deberán los dirigentes en general rediseñar su agenda para evaluar que las necesidades de la gente muchas veces se encuentran a miles de kilómetros de distancia de los discursos armados para la campaña.






