Una congregación pide investigar la desaparición de un sacerdote
Es Mauricio Silva, secuestrado en 1977, a quien le decían "el cura barrendero"
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"No se van a fijar en una persona como yo que limpia las calles", se esperanzó Mauricio Silva. Pero su oficio de barrendero municipal en Flores y su investidura de sacerdote de la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio no fueron suficientes para evitar que fuera detenido por el gobierno militar en 1977 y que continuara desaparecido hasta hoy. Para castigar a los responsables, por primera vez una congregación religiosa católica analiza presentarse como querellante ante la Justicia para que se investigue su secuestro y desaparición.
Silva, un uruguayo que se ordenó sacerdote con los salesianos y que luego abrazó la fraternidad a los 45 años, pretendía vivir el Evangelio cerca de los pobres, trabajando como ellos.
Su hermano, Jesús Silva, de 81 años, también cura, ya se presentó ante el juez federal Daniel Rafecas, que lleva adelante la megacausa por los desaparecidos en el ámbito del I Cuerpo de Ejército. Y el padre José Luis Muñoz Quiróz, superior regionales de la congregación, se reunió con el magistrado junto con el abogado Fernando Portillo, que está dispuesto a representar a la congregación. Ahora se espera que los superiores de la fraternidad, en Bélgica, aprueben la presentación judicial.
La Dirección de Culto del gobierno porteño, a cargo de Alicia Vázquez, presentó la semana última el libro "Gritar el evangelio con la vida", que relata la vida del sacerdote y su desaparición, a las 8 y media de la mañana del 14 de junio de 1977. Aquel día tres hombres trajeados lo obligaron a subirse a un Ford Falcon blanco, en la esquina de Terreno y Magariños Cervantes, donde el cura, barrendero del barrio, estaba haciendo su trabajo.
Silva estuvo en la Patagonia con los salesianos, participando de su obra en puerto San Julián. De allí fueron rescatadas algunas historias que publica el libro, como cuando dormía en un galpón con el resto de los albañiles que trabajaban en el lugar y se ocupaba de todas las mañana de recoger los baldes que sus compañeros usaban como baño. Amigo del fallecido obispo neuquino Jaime de Nevares, organizó allí el Club de los Chicos Alegres, donde trabajaba para los menores.
Tras su regreso a Uruguay, descubrió la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio, de la mano de Arturo Paoli. Influenciado por el Concilio Vaticano II, que cambiaron el rumbo de la Iglesia, regresó a la Argentina donde se unió a la congregación.
Trabajó en La Rioja con monseñor Enrique Angelelli, se acercó a un grupo de cirujas en Rosario y terminó por recalar en Buenos Aires, donde consolidó su idea de trabajar en la calle.
En la calle
Con la recomendación del ex diputado socialista Simón Lázara consiguió trabajo en la municipalidad, en el corralón de Flores, como barrendero.
En una pieza de un conventillo de la calle Malabia 1450, en Palermo, alzó su capilla y ahí vivió, mientras empezaba a participar en la interna gremial del corralón municipal. Era la época de la Triple A. Su lista perdió en las elecciones internas, a manos de la derecha. Llegó el golpe de 1976 y el corralón municipal llegó un interventor que "hizo marcar con líneas de cal la calle central del corralón y las distintas secciones. A Mauricio Silva lo mandaron a cortar el pasto con las manos", recuerda en el libro su ex compañero Carlos Gerez.
En diciembre de 1976 Silva fue a Colombia a una reunión internacional de las fraternidades. Allí otros hermanos le aconsejaron que no regresara al país. Su vida corría peligro. El insistía en volver, a pesar de que sus compañeros le decían que el solo hecho de ser un "cura-barredor" ya lo hacía sospechoso para la dictadura.
Regresó en marzo de 1977. En mayo ya habían desaparecido dos de sus compañeros de trabajo en el corralón y en junio le tocó a él.
De nada valieron los reclamos ante la jerarquía eclesiástica, según testimonios recogidos en el libro. Tras su paso por la comisaría 41a., sobrevivientes lo vieron en pésimo estado en los centros clandestinos de detención de Campo de Mayo y el Club Atlético.
No quedó una sola pista del operativo de desaparición. Jesús Silva-que ahora vive en Venezuela- relató que obtuvo un volante que circuló en aquellos años, en el que figura el nombre del interventor del corralón municipal, al día de la desaparición de Mauricio. "Ese grupo que escribió ese volante puede aportar alguna cosa, pero recién ahora tomamos contacto con ese papel. Pero eso sólo no sirve para la causa. Hay que conseguir más datos... y en eso andamos", dijo su hermano. Pretende saber donde están ahora los restos del "cura-barrendero".






