Fue durante la gran fiesta que, cada año, convoca a toda la familia real
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En estas últimas horas, todas las miradas han estado puestas en Mónaco. Y, más precisamente, en las postales imperdibles que los Grimaldi dejaron en el Día Nacional de Mónaco, una de las celebraciones clave del calendario del principado. Cada 19 de noviembre, desde 1949, todos los miembros de la familia organizan sus agendas para estar presentes en esta jornada única, que incluye una serie de eventos cargados de simbolismo y cuyo broche de oro tiene lugar en el Palacio Grimaldi, desde donde las generaciones reunidas saludan al pueblo de Mónaco.

El balcón palaciego, en el que por décadas el príncipe Alberto y sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, fueron protagonistas indiscutidos, hoy tiene otros dueños. Son los hijos y nietos de ellos, la nueva generación royal de Mónaco, empezando por los mellizos Jacques y Gabriella. Los hijos del príncipe Alberto II (67) y de la princesa Charlene (47), que el 10 de diciembre cumplirán 11 años, acapararon con su espontaneidad la atención de todos durante el desfile y los momentos más protocolares del día nacional.

Andrea (41), Charlotte (39) y Pierre Casiraghi (38) y Alexandra de Hannover (26), los hijos de Carolina (68), asistieron también junto a su elegante tribu: Alexandre (12), India (10) y Maximilian Casiraghi (7) –hijos de Andrea–, Raphaël Elmaleh (11) y Balthazar Casiraghi-Rassam (7) –hijos de Charlotte–, y Stefano (8) y Francesco Casiraghi (7)–los dos hijos mayores de Pierre–, quienes ocuparon la primera fila del balcón. La única que faltó a la cita fue la pequeña Bianca, la bebita de Pierre que tiene tan sólo un mes de vida. En tanto, junto a Estefanía –que el día previo a la fiesta nacional había sido condecorada con el rango de Comendadora por su gran labor cultural en Mónaco, en especial por la promoción de las artes circenses– asistieron sus tres hijos, Louis (32) y Pauline Ducruet (31) y Camille Gottlieb (27).



LA GRAN FIESTA
El primero de los actos oficiales en el principado fue un Te Deum. Con este servicio religioso, que tradicionalmente tiene lugar en la catedral de San Nicolás y que es oficiado por el arzobispo de la diócesis de Mónaco, comenzó el día para los Grimaldi. La princesa Charlene optó por vestirse de blanco y su hija Gabriella, de rojo. El blanco y el rojo son los dos colores de la bandera monegasca. Y así como madre e hija fueron combinadas al evento, también lo hicieron Alberto y su hijo Jacques: ambos lucieron uniformes militares.


Tras el Te Deum, los Grimaldi se dirigieron al palacio para presenciar el desfile militar, uno de los grandes momentos de la jornada para la familia principesca, pero también para el público, ya que tienen la posibilidad de ver a sus soberanos a pocos metros de distancia. Mientras las bandas tocaban, el príncipe Alberto –acompañado por su hijo y futuro heredero– entregó medallas a soldados, carabineros, un bombero y a funcionarios de Seguridad Pública y de la Casa Soberana.

En el balcón central, estaba Alberto junto con Charlene y sus hijos. A ambos lados, se ubicaron las familias de sus hermanas. En el balcón de la derecha, podía verse a Estefanía, acompañada por sus tres hijos. En el de la izquierda, se acomodó la prolífica familia de la princesa Carolina. Detrás de la balaustrada, podía distinguirse a la elegantísima Beatrice Borromeo y a su marido, Pierre Casiraghi con sus hijos mayores.



El primogénito de Carolina, Andrea, estuvo acompañado por su mujer, Tatiana Santo Domingo, y sus hijos Alexandre, Maximilian e India, quien, al igual que sus padres, cultiva un perfil bajísimo: salvo por una aparición reciente en una campaña que hizo en Muzungu Sisters –la marca de ropa étnica que fundó su mamá Tatiana– sus apariciones públicas son escasas.

Como siempre, Charlotte, la segunda hija de Carolina, dejó su impronta en este evento. Vestida con un conjunto de Chanel, la marca de la cual es embajadora, se la vio charlando –cómplice– con su madre y con su hermana Alexandra y aplaudiendo con fervor cuando, más tarde y después del desfile, los fuegos artificiales que se lanzaron desde el Puerto de Hércules cubrieron el cielo de Mónaco.





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