En agosto de 2014, Angelina Jolie y Brad Pitt se casaron en su finca provenzal de Francia, en una ceremonia soñada que celebraron en la intimidad familiar. El Château Miraval, valuado en 140 millones de euros, ahora se convirtió en un motivo más de pelea entre los actores tras el divorcio. Lo habían comprado juntos y, a pesar de su separación matrimonial, seguía siendo una propiedad conjunta, cuyos viñedos producen vinos de alta gama. Para Pitt, el emprendimiento es un motivo de orgullo que ahora peligra porque Jolie, sin consultarlo con él, vendió su parte al empresario ruso Yuri Shefler, cuyas intenciones no le inspiran confianza. En los documentos presentados en la Corte por los abogados del actor se acusa a Shefler de tener “tácticas comerciales despiadadas y asociaciones profesionales dudosas”. La decisión de Angelina de incluir a un tercero en el proyecto impulsado por su ex marido es vista como un acto de venganza porque coincide con la obtención de Brad de la custodia compartida de los cinco hijos menores de la pareja, Pax (18), Zahara (17), Shiloh (16) y los mellizos Vivienne y Knox (13). Con la operación, según los abogados del actor, Jolie pretende “infligirle daño” y piden que se anule la venta del Château Miraval.
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