Una renovación inteligente que mezcla diseño, vegetación resistente y soluciones arquitectónicas para disfrutar al máximo de cada centímetro
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En el corazón de la ciudad, sobre el octavo piso de un edificio porteño, una terraza desafiante —larga, en “L” y expuesta a los caprichos del clima y a las miradas ajenas— fue reformada para convertirse en un refugio estético y confortable. El proyecto, que articula paisajismo, arquitectura y diseño funcional, demuestra que incluso los espacios más complejos pueden transformarse en verdaderos oasis urbanos cuando hay una mirada integral detrás.
Del problema a la oportunidad
El punto de partida no era sencillo: viento constante, sol intenso durante gran parte del día, sombras cambiantes según la estación y una sensación permanente de estar a la vista de los vecinos. Lejos de limitarse a embellecer, el rediseño puso el foco en resolver esas condiciones ambientales y visuales, sin resignar identidad ni calidad estética.

Uno de los primeros aspectos a considerar fue estructural: el peso que la terraza podía soportar. A partir de ese dato clave se definió la ubicación de grandes maceteros, estructuras y sectores de uso, logrando un equilibrio entre funcionalidad, seguridad y diseño.
Arquitectura que ordena y protege
Trabajo con niveles. La terraza se organizó a partir de distintos desniveles que ayudan a sectorizar sin cerrar. El uso de un deck de madera dura aporta calidez y continuidad visual, al tiempo que permite crear áreas más protegidas del viento y otras abiertas hacia las vistas. Las zonas bajas funcionan como reparo natural, mientras que las más elevadas aprovechan el horizonte urbano, con el puerto como telón de fondo.

Mobiliario a medida. En uno de los extremos se diseñó un living en “L” integrado a la arquitectura del lugar. Realizado en madera dura, dialoga con el deck y las macetas, y propone un espacio de estar que se siente parte del paisaje, no un agregado. Es un rincón pensado para quedarse, conversar y disfrutar del aire libre con comodidad.
Soluciones livianas y versátiles. Para mitigar el sol intenso del verano y, al mismo tiempo, preservar la intimidad frente a los edificios linderos, se incorporaron estructuras metálicas con toldos romanos rebatibles. Livianos y funcionales, permiten regular sombra y visuales según el momento del día sin recargar el conjunto.

La vegetación como aliada
El verdadero corazón del proyecto es el jardín. La selección vegetal fue clave y estuvo guiada por un criterio claro: especies resistentes a condiciones extremas, capaces de soportar viento, sol pleno, amplitud térmica y cierta sequedad ambiental, un combo que recuerda a paisajes costeros.
Gramíneas ornamentales, salvias, herbáceas y aromáticas aportan textura, movimiento y perfume. Dispuestas estratégicamente en grandes contenedores, cumplen una doble función: actúan como filtro visual frente a los vecinos y como barrera natural contra el viento, reforzando la sensación de refugio.

Las plantas más altas, ubicadas en puntos clave, ayudan a “cerrar” la terraza sin bloquear la luz ni el aire, mientras que las especies más bajas completan el paisaje con una impronta natural y descontracturada. El resultado es un espacio que se siente vivo, cambiante y profundamente conectado con la naturaleza, aun varios pisos por encima del suelo.
Agradecemos a JARDIN su colaboración en esta nota.
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