Un equipo de arquitectos restauró una casona de principios del siglo XX y la transformó en un refugio de 125 m² lleno de carácter, vegetación y memoria
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“Trabajar como arquitecto en una casa ubicada dentro de un centro histórico siempre conlleva un desafío y Casa Lorena fue uno de ellos. A este proyecto lo sentimos muy especial. Su construcción y restauración tomó dos años y el resultado fue de verdad sorprendente”, nos contó el arquitecto Francisco Bernés Aranda de Workshop Arquitectos, responsable de darle -junto con el arquitecto Fabián Gutiérrez Cetina- nueva vida a una antigua casona ubicada en el centro de Mérida, en la Península de Yucatán.
“La casa de principios del siglo XX fue comprada por un matrimonio local para pasar los fines de semana. La llamaron Lorena en honor a su hija. A estas familias les gusta de recuperar casas históricas patrimoniales, que pertenecieron no necesariamente a sus familiares pero sí a sus antepasados”, aseguraron.
El centro histórico de Mérida es uno de los más grandes y mejor conservados de México. Su historia abarca desde la época prehispánica hasta la actualidad, y es un reflejo vivo de la fusión entre la cultura maya e hispánica. En total, alberga más de 6000 monumentos históricos construidos entre los siglos XVI y XIX, considerados verdaderas joyas arquitectónicas y cápsulas del tiempo, que conectan el pasado con el presente.
Entramos
“Originalmente, la casa, que es estilo chalet, ocupaba más espacio. Nos dimos cuenta de que, en realidad, eran tres, y que en algún momento sus dueños anteriores la subdividieron”, recordó Bernés.

Es que la casona quedó con solo 4,5 metros de frente -una cuarta parte de su tamaño original- y se retrasa apenas unos pasos respecto a la vereda, algo poco común en Mérida. El pequeño gesto arquitectónico crea un patio de acceso y una transición amable entre la calle y el interior.
El living tiene un techo de más de cinco metros de altura que conserva vigas Decauville traídas de Francia en la época henequenera, período de auge económico en Yucatán por el cultivo y exportación del henequén -mejor conocido como “oro verde”. Este tipo de vigas fueron parte del sistema constructivo de esa época, junto con las viguetas de madera, que el equipo de Workshop se ocupó de limpiar y restaurar.
“Este ambiente tiene algunos toques especiales, como el sillón, que es de segunda mano y le da un toque años 70 a la casa. También, colocamos un tocadiscos antiguo, que pertenece a la familia de los dueños de casa y funciona a modo decorativo”, contaron.
Un gran arco invita a continuar el recorrido hacia la cocina que se buscó minimalista y sencilla. “Quisimos provocar el ingreso de luz natural y una fluidez entre ambos espacios".
Para evitar volúmenes pesados, hicieron la campana de forma cuadrada con el caño a la vista, una decisión que suele tomar el equipo de Workshop en el diseño de sus cocinas.
El corazón de la casa

En uno de los muros, se decidió quitar todo el acabado con tonos azulados dejando la mampostería expuesta.
Para el techo, reutilizaron tejas de Marsella -originales de la casa- sobre una estructura de madera de zapote. “Encontramos las tejas tiradas por todo el patio. Se ve que con el tiempo, se fueron cayendo. Aprovechamos todo lo que la casa ofrecía”.
“En lugares como Mérida, que es calurosa todo el año, se aprovechan muchísimo los espacios exteriores. Por eso, los cuerpos de agua y la vegetación frondosa son protagonistas. En este proyecto, decidimos conservar los árboles y las palmeras que ya vivían en el terreno y sembrar más, ya que colaboran a mitigar las altas temperaturas. Técnicamente, los árboles nos marcaron dónde construir”.
Lo nuevo
“En esta nueva construcción, buscamos que la parte trasera se pareciera a un templo”. Sus muros, cuentan con acabados de chukum, técnica milenaria en la que se hierve la resina de un árbol regional y se logran diferentes tintes. La práctica, que tiene un gran poder impermeable, se solía utilizar en las haciendas y, con los años, quedó en el olvido. Últimamente, se recuperó y se está volviendo a utilizar en diferentes casas de la zona.

Junto a la pileta, se creó un camino de círculos de concreto con gravilla, que ayuda a drenar el agua y favorece el crecimiento de la vegetación.
“La dueña de casa disfruta mucho de la jardinería y, cuando empezamos, le comentamos que teníamos ganas de incorporar plantas colgantes en el patio y rápidamente empezó a cultivarlas en casa”.
“Con tan solo cuatro metros de ancho y forma de chorizo, cada espacio de esta casona antigua es especial. Cuenta con todos los detalles y toques personales de sus dueños”.
“Nos sorprendió mucho lo que pasó con esta casa. Son esos proyectos que los terminás, y al poco tiempo, tienen mucha repercusión. Fue finalista de diferentes concursos de diseño y participó de bienales mexicanas", compartió Bernés con orgullo.
“La hija de los dueños, Lorena, que vive en el exterior, llamó a sus padres por el movimiento que generó la casa en las redes sociales. Realmente, quedamos encantados con el resultado, y tuvimos la suerte de que los dueños fueron muy abiertos y receptivos desde el comienzo. Confiaron en el equipo y no hubo limitaciones artísticas de ningún tipo”, concluyeron.
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