Atacaron a tiros la camioneta blindada de un financista y robaron $30 millones y 59.000 dólares
El golpe ocurrió en el Camino del Buen Ayre, a la altura de Hurlingham; para identificar a los delincuentes, los investigadores analizan las filmaciones de cámaras de seguridad y la activación de antenas de teléfonos celulares
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No fue un golpe al voleo. Los delincuentes sabían que su víctima solía transitar por el Camino del Buen Ayre y esperaron la oportunidad para atacar. También conocían que se podían hacer de un botín millonario porque habían conseguido la información necesaria sobre los movimientos económicos de su “objetivo”. No les importó que la camioneta que debían interceptar estuviese blindada. A la altura de Hurlingham, la Jeep Compass negra de Eduardo V., un financista de 61 años, fue baleada y los ladrones se apoderaron de un botín de 30.000.000 de pesos y 59.000 dólares para luego escapar a toda velocidad en tres vehículos.
“Fue un robo ‘vendido’. No fue un golpe al voleo. Los delincuentes sabían que la víctima solía circular por el Camino del Buen Ayre con una importante cantidad de dinero”, sostuvo a LA NACION un detective que participa en la investigación.
El ataque a tiros ocurrió ayer y es investigado por el fiscal Matías Rappazzo, con la colaboración de detectives de la policía bonaerense. La camioneta de la víctima recibió dos impactos de bala. El financista resultó ileso.
Para poder apoderarse del botín, los delincuentes lograron hacer estallar una de las ventanillas de la Jeep Compass. También, para poder interceptar la camioneta, la chocaron con los autos en los que se movilizaban.
“Se están analizando las filmaciones de las cámaras de seguridad de la zona para poder reconstruir la ruta de escape de los delincuentes”, dijeron fuentes de la investigación.
Los ladrones se movilizaban en una camioneta Volkswagen Amarok, un auto Volkswagen Golf y un vehículo marca Honda.
“Eduardo V. está acostumbrado a movilizarse con importantes cantidades de dinero. Es un financista de la zona oeste del conurbano”, sostuvo una fuente de la policía bonaerense.
Además de buscar imágenes de las cámaras de seguridad instaladas en la zona, los detectives policiales y judiciales analizan la activación de antenas de teléfonos celulares para determinar qué líneas telefónicas se utilizaron en el momento del ataque.
“La víctima declaró que en el momento del ataque llevaba 30.000.000 de pesos y 59.000 dólares”, explicó una fuente del caso.
Los detectives policiales y judiciales no solo intentan identificar a los delincuentes que protagonizaron el ataque, sino que también buscan conocer quién fue el “entregador” que aportó la información de que la víctima solía circular por el Camino del Buen Ayre con una importante cantidad de dinero.
Crimen impune
La semana pasada, en un juicio por jurados, fue declarado no culpable Marcelo Padovani, alias Pelado y único imputado por el homicidio de Diego Xavier Guastini, quien fue el cerebro financiero de las grandes bandas narco que operaron en la Argentina, no debía ser condenado por el crimen.
En su alegato, la fiscal María de los Ángeles Attarian había solicitado que Padovani fuese declarado culpable por considerarlo autor del delito de homicidio agravado por el concurso premeditado de dos o más personas, que prevé una pena de prisión perpetua. Entonces, para que Padovani fuese declarado culpable debía haber unanimidad en los votos de los 12 jurados.
El Ministerio Público Fiscal y el particular damnificado no pueden recurrir la decisión del jurado popular. La defensa, a cargo de los abogados Ernesto Carrera y Jorge Cachi, pidieron habían solicitado en su alegato la declaración de no culpabilidad para su cliente. El Pelado, por el momento, no recuperará la libertad porque cumple una condena impuesta por un tribunal de Lomas de Zamora.
El 28 de octubre de 2019, Guastini, contador de profesión, fue ejecutado de tres balazos a plena luz del día a pocos metros de la Municipalidad de Quilmes.
Guastini declaró en varios expedientes como arrepentido y como testigo de identidad reservada. Era quien se encargaba de entrar a la Argentina valijas llenas de dólares y euros que se pagaban en Europa por valiosos cargamentos de cocaína. Cobraba un porcentaje por sus servicios. También diseñaba la logística para lavar los millones que los narcos ganaban con las toneladas de cocaína que vendían. “Dolarín”, le decían…
Su aporte como arrepentido ante la Justicia tuvo un fuerte impacto en varios expedientes. Lo que no se sabe es cuánto de lo que sabía llegó a contar antes de que lo callaran para siempre.
En septiembre de 2019, en un juicio abreviado, Guastini fue condenado a tres años de prisión en suspenso como integrante de una asociación ilícita dedicada al contrabando de divisas.
“Tenía un mecanismo aceitado para poder ingresar el dinero en la Argentina. Sus clientes eran poderosos narcos que lo contrataban para que les trajera los millones que a ellos les pagaban por los cargamentos que exportaban. No hay dudas de que tenía un contacto en el aeropuerto de Ezeiza que dejaba pasar a las ‘mulas’ que mandaba a Europa para que volvieran con valijas llenas de dólares y euros en vuelos regulares. Suponemos que incluso usó para eso a algunos de sus empleados”, explicó tiempo atrás un detective judicial que lo investigó.
Sus revelaciones fueron clave para que la Justicia conociera detalles de las operaciones de lavado de dinero del clan Loza y de la banda liderada por el peruano Carlos Sein Atachahua Espinoza, cuyas empresas fueron embargadas hasta cubrir la suma de 10.000 millones de pesos.
Además, en junio de 2022, se conocieron los resultados de la Operación Atlantis, el secuestro de 1548 kilos de cocaína que una organización narco pensaba traficar a España en veleros. La información que dio origen a la causa había sido aportada por Guastini en julio de 2018, cuando declaró como testigo de identidad reservada ante la Procunar.
“Con el diario del lunes podemos decir que todo lo que declaraba Guastini era verdad”, confió a LA NACION una calificada fuente que presenció varias de las declaraciones de Guastini, que tenía 45 años cuando fue asesinado y andaba siempre armado porque temía que en cualquier momento alguien intentaría matarlo.