Cachorra, la “viuda negra” que mató al hombre que se había enamorado de ella, seguirá en prisión
La víctima tenía 61 años y fue asesinada en su departamento de Constitución en junio del año pasado
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Cuando fue indagada por el juez nacional en lo criminal y correccional Martín Yadarola, Micaela Vargas prefirió llamarse a silencio. No declaró y tampoco respondió preguntas. La joven acababa de ser procesada con prisión preventiva como coautora de homicidio agravado por haber sido cometido con ensañamiento, alevosía y para facilitar y consumar otro delito.
El crimen por el que Vargas está presa ocurrió el 5 de junio del año pasado. La víctima, José S., tenía 61 años y estaba convencida de que la joven, a la que llamaba cariñosamente Cachorra, era su novia.
Pero ella, en realidad, era una “viuda negra” y estaba en pareja con otro hombre, Leonardo Díaz, de 35 años. Juntos habían planeado robar el departamento de la víctima, situado en el barrio porteño de Constitución.

Cachorra estuvo prófuga hasta hace dos semanas, cuando fue detenida en el partido de Lanús por detectives de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) Quilmes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
“He de afirmar que los elementos probatorios reunidos hasta aquí permiten a este juzgador tener por acreditada la materialidad de los hechos delictivos traídos a análisis y por demostrada la vinculación de Vargas con el grado de certeza que este estadio procesal requiere”, sostuvo el juez Yadarola en la resolución en la que procesó a Vargas, a la que tuvo acceso LA NACION.
Cuchilladas en el baño
Cuando Vargas y Díaz decidieron concretar el plan criminal, todo terminó de la peor manera. El 5 de junio del año pasado, José S. fue asesinado de siete puñaladas en el cuello en el baño de su departamento, situado en la avenida San Juan al 1300.
Díaz, que había sido detenido en Chaco a principios de noviembre pasado, ya fue procesado con prisión preventiva y su expediente fue elevado a juicio.
“Se comprobó luego, con la investigación, que el 5 de junio del año pasado José S. había pactado un encuentro en su domicilio con Vargas, quien él creía que era su pareja desde hacía un tiempo. Ahora bien, a dicho encuentro Vargas se presentó con Díaz −quien sí resultaba ser realmente su pareja−, y si bien se desconoce con qué excusa o cómo lo presentó, lo cierto es que, aprovechándose de la confianza que había ganado con el damnificado al aparentar ser su novia, la víctima permitió el ingreso del sospechoso a su departamento”, según el expediente judicial.
Ambos mataron a la víctima a traición. Vargas y Díaz se llevaron como botín el teléfono celular de José S., su billetera y 165.000 pesos que tenía reservados para pagarle al mecánico que le había arreglado el auto.
El homicidio fue descubierto al día siguiente, cuando los vecinos de José S. advirtieron una “pérdida de agua que registraba la vivienda desde la tarde noche anterior”. Con las llaves aportadas por un amigo de la víctima abrieron la puerta del departamento, pero no pudieron ingresar en el baño porque el cuerpo lo impedía.
En la escena del crimen se halló un cuchillo de mango negro de unos 34 centímetros de largo, con rastros de sangre.
Cuando declaró como testigo, la encargada del edificio donde vivía José S. sostuvo que el día del crimen “escuchó lo que pareció ser un grito o un quejido y que luego de eso no se escuchó más nada, solo el ladrido de perros del tercer piso, por lo que continuó con sus tareas”.
Un amigo de la víctima, a la que conocía desde hacía 30 años, aportó detalles de los momentos previos al crimen y detalles de la vida de José S. que fueron de suma importancia para los detectives judiciales y policiales.
El día del crimen, el testigo y la víctima almorzaron en un restaurante de Monserrat. Durante la comida José S. recibió varios mensajes de WhatsApp, según recordó su amigo.
“Antes de despedirse, mientras charlaban en la esquina de la avenida Independencia y San José, José S. le dijo a su amigo: ‘Me pega’. Frase a la que el testigo le restó importancia. Si bien no sabe a qué había hecho referencia la víctima, el testigo estima que hablaba de una pareja y que se trataba de una persona joven, quien de manera reiterada, por dichos de su amigo, le pedía regalos. Dijo que José S. la apodaba ‘La cachorra’”, según el expediente judicial.
También declaró como testigo la empleada doméstica de la víctima, que dijo: “José S. le habría referido a su hija, en medio de una charla, que se encontraba en pareja con una chica menor que él, de unos 21 años, pero que no contaba mucho sobre la situación porque no quería que se supiera que salía con una persona menor que él”.
Cuando la víctima ya estaba muerta su teléfono celular se activó, primero en Caballito y en el Bajo Flores, y después, en La Matanza.
“Ello haría válidamente presumir que quienes tomaron intervención en el hecho se habrían descartado de tal aparato móvil, quedando a disposición de terceros”, explicó el magistrado en la citada resolución.
Los investigadores pudieron reconstruir que el día del crimen la víctima había recibido una llamada desde una línea telefónica a nombre de Vargas. Se determinó que el domicilio de Cachorra estaba a 24 cuadras de la escena del crimen: la casa de su “enamorado”.
Al repasar la activación de la línea telefónica de Cachorra se determinó que después de la llamada con José S. su teléfono celular tuvo movimientos en las inmediaciones del departamento de la víctima, cerca de la hora estimada del homicidio. Además, se comunicó con el número de móvil utilizado por Díaz.
“El análisis practicado permitió establecer entonces que, de acuerdo con el impacto de antenas registrados con relación al teléfono de Silva a las 16.44:25 y al de Vargas a las 16.45, ambos se encontraban en el mismo lugar. Y volvieron a coincidir en la antena que se encuentra en la calle Valle 553 [mismo lugar de activación del móvil de la víctima cuando ya estaba muerta], a las 16,58 el perteneciente a Silva y a las 17.01, el de Vargas, lo que hace presumir que ambos aparatos móviles eran trasladados por quien o quienes habrían tomado intervención en el hecho que terminó con la vida de José S.”, dijo Yadarola al explicar las pruebas contras los sospechosos.
Para fundamentar el dictado de la prisión preventiva de Cachorra, el juez tuvo en cuenta los riesgos procesales de peligro de fuga y de entorpecimiento de la investigación.
“Con relación al peligro de fuga, está verificado a partir de las circunstancias y naturaleza del hecho, la pena que se espera como resultado del procedimiento, la imposibilidad de condenación condicional y la conducta frente al proceso. El serio, grave y contundente reproche, sumado a la posibilidad de influir sobre testigos identificados, deriva en concluir que no exista otra forma menos gravosa de neutralizar los riesgos procesales, a esta altura altamente verificados, que mediante el encarcelamiento preventivo de ambos consortes de causa”, explicó Yadarola.
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